viernes, 29 de mayo de 2015

LA PIEDRA BRUTA, EL MAZO Y EL CINCEL


LA PIEDRA BRUTA, EL MAZO Y EL CINCEL

El elemento esencial de la misión de la Francmasonería es el de formar hombres con valores esencialmente éticos, capaces de aspirar a un permanente perfeccionamiento y al mejoramiento de la sociedad.

Desde los ancestros, la Orden ha buscado constituirse en una institución de selección y no de masa. A pesar que la Orden postula que el hombre es perfectible, deben existir un mínimo de condiciones en los profanos que permitan iniciar este proceso, se requiere tener una materia prima susceptible de tal perfección. Por fructífero que pueda ser este proceso docente, no es posible transformar en hombre de bien a quien no quiere serlo o a quien no posea la voluntad decidida de ver claro y de hacer luz en su espíritu.

Si nos remontamos a los Orígenes de la Masonería, nuestra Orden proviene de una iniciación de oficio derivada de las corporaciones de constructores medievales, las que han transmitido su estructura, grados iniciáticos y su simbólica relacionada con el Arte de Construir. Esto ha significado que el proceso de perfeccionamiento se ha asociado a la edificación del Templo Universal ALGDGAU, principio espiritual que dirige sus trabajos y cuya “influencia” es transmitida en la iniciación al profano.

Esta construcción es simultáneamente interior y exterior; interior en cuanto el masón es él mismo un templo, en el que se manifiesta el espíritu, y exterior, en cuanto es una piedra del Templo Universal que levanta junto a sus HH de todos los tiempos “extendidos sobre toda la superficie de la tierra”.

Participar de esta Obra, ser obrero activo en esta construcción, requiere un aprendizaje del oficio, lo que incluye el manejo de las herramientas y el conocimiento de las reglas que rigen la edificación; este aprendizaje constituye la base del trabajo interior y supone un verdadero esfuerzo metódico para alcanzar un cierto objetivo, y más particularmente un objetivo de orden espiritual tendente a la obtención del Conocimiento.

DESARROLLO DEL TEMA

El catecismo del Aprendiz define claramente en que consiste su trabajo, que no es sino “desbastar la Piedra Bruta, a fin de despojarla de sus asperezas y acercarla a una forma en consonancia con su destino.”

Esa Piedra Bruta es el símbolo del Aprendiz, piedra que habiendo sido extraída de la cantera del mundo profano, es trasladada al Atrio del Templo lugar donde trabajan los aprendices.

La piedra en bruto indica la situación del cosmos anterior a la creación, es por tanto, símbolo de caos, indeferenciación y pasividad. En ese magma existen distintos estados de la materia, no debemos reducirlo ni confundirlo con el mundo material que conocemos; en absoluto, lo que se indica con esto es que cuerpo, alma y espíritu están mezclado caóticamente, de tal forma que no puede haber inicio del trabajo sin trabajar lo que la alquimia llama “el arte de la separatoria”, es decir, la identificación y extracción de cada uno de estos elementos de los demás.

Desbastar la piedra quiere decir despojarse de los prejuicios, creencias, opiniones y valores que han sido aprendidos y asumidos como propios a través de la educación, costumbres y ambiente profanos, mundo al que en su proceso iniciático el aprendiz debe morir para renacer como Hombre Nuevo.

El desbastado y pulimento de la piedra bruta y la meditación permanente de este gesto simbólico, liberará al Aprendiz de sus ataduras individuales y psíquicas, y le conferirá más allá de los sueños, la posibilidad de insertarse en una realidad de orden universal, la de real mediador entre cielo y tierra. Para acometer semejante tarea, el Oficio proporciona al Aprendiz dos herramientas esenciales; el mazo y el cincel.

Estas herramientas fueron propias de los canteros, fueron utilizadas durante milenios en las hermandades de constructores, hasta que el destino quiso que su simbolismo fuera incorporado al de las logias masónicas en donde hoy figuran en los cuadros del aprendiz y del compañero.

El mazo representa la voluntad con la que el Aprendiz golpeará y expulsará todos los aspectos psicológicos que han formado su personalidad individual: sueños, emociones, cargas, apegos, ilusiones, deben ser transformados en Voluntad Universal. Es la fuerza y la energía del Mazo la que golpea todos estos aspectos individuales en un ejercicio de certeza y de rigor.

Manejar el Mazo requiere destreza, hay que aprender a graduar la fuerza y la intensidad del golpe. Golpear con excesivo ardor, sin orden ni concepto, descuidadamente, no conseguirá sino disgregarla en pequeños trozos, símbolo hermoso de una vida desperdiciada y vana. Si por el contrario golpear sin la suficiente fuerza puede hacer imposible el desbastado. De la misma manera golpear con mucha rapidez puede llegar a fatigar al Aprendiz y hacerle errar la precisión necesaria del golpe, golpear con lentitud puede hacerlo indolente y no digno de pertenecer al oficio. Lograr acometer la tarea de desbastar su piedra con cuidado, aceptando el hecho de su ignorancia y de su necesidad de aprender, es posible, que poco a poco vaya dotando a la piedra de la forma: su ser se irá manifestando; tal es el símbolo.

La segunda herramienta, complementaria del mazo, es el cincel, símbolo de la Inteligencia con la que el Aprendiz, una vez golpeadas sus asperezas individuales, empieza a moldear la piedra bruta, a través del discernimiento que separará lo sutil de lo denso, dirigiendo con inteligencia la decisión de la voluntad. Esta inteligencia y discernimiento, con que dirige con precisión la fuerza del Mazo; es la Luz que golpe a golpe va penetrando en el corazón, disipando las tinieblas de la ignorancia y ordenando el caos interior.

Para que esta herramienta sea plenamente efectiva, es necesario mantenerlo perfectamente afilado. Esto es logrado mediante la meditación y el estudio de los códigos simbólicos correspondientes. Por el contrario, su desgaste hace perder su capacidad de penetración y se hace preciso un nuevo afilado, perífrasis mística del sendero que debe seguir el aprendiz, siempre propenso a caer en el error y precisar de un nuevo enderezamiento, sometido al riesgo de no persistir en su tarea lo suficiente, o de desanimarse, así como el Cincel se desafila y convierte en romo y estéril para el trabajo. Entonces la hábil mano del maestro deberá entrar en acción, pero solo con la misión de orientar, ya que el aprendiz deberá revisar constantemente su preparación y conocimientos, teniendo la obligación de estar alerta de sus deficiencias y desviaciones; proceso gradual hacia el autoperfeccionamiento.

Tanto golpear la piedra bruta con el Cincel que chispas saltarán después de cada golpe, signo que debe entenderse por que resta aún en el mineral el principio latente del fuego, gracias al cual avivándolo, puede recuperar el estado de pureza original.

Ambos instrumentos, el mazo y el cincel, a pesar de estar dotados de contenidos simbólicos diversos, son inseparables uno del otro; herramientas dinámicas que requieren movilidad para su utilización, perfectamente inútiles cuando no colaboran en la misma obra, denotan una necesaria capacidad organizativa y una coordinación de quien los utiliza.

CONCLUSIONES

Si estudiamos el trabajo de canteros y escultores, podemos danos cuenta que éste no comienza con el tallado de la piedra propiamente tal, sino que empieza realmente con la elección de la piedra en bruto que será trabajada. No todas la piedras existentes les sirven y las que sirven no están en todas partes. Buscar, seleccionar los materiales y elaborarlos requiere de planificación y organización de grupo.

Así como canteros y escultores, la masonería comienza su trabajo con la selección de los profanos. Se busca que el iniciado reúna ciertas características, las cuales no son posibles encontrar en todos los hombres, una rigurosa selección es previa para una adecuada docencia.

Dado la importancia atribuida al proceso de selección de los profanos, entonces prudente preguntarnos, ¿está realmente la masonería realizando este proceso de la mejor manera?.

No es una pregunta fácil, y es muy probable que no tengamos una única respuesta, ya que a pesar que la Francmasonería es Una, al mismo tiempo somos Todos, personas que estamos en una constante camino del autoperfeccionamiento y que fácilmente podemos dejarnos encandilar por las apariencias externas. Es ahí, donde la pausa debe imponerse al ímpetu, la exploración de la estructura interior de las personas toma tiempo, el examen de la fortaleza interior y disposición para el trabajo son criterios básicos en esta selección.

Por otro lado, si nos focalizamos en el trabajo del aprendiz, éste es fundamentalmente realizado sobre la Piedra, el cual no puede ser cumplido de cualquier manera, antes bien, debe estar signado por un carácter sagrado y ritual, siendo la plomada del QHSV quien le indica cómo hacerlo.

La plomada por un lado simboliza la dirección y el sentido hacia donde debe dirigir su intención que no puede ser sino vertical y hacia lo Alto y por otro lado y simultáneamente, al estar suspendida en lo alto y ser su sentido descendente, le muestra la actitud de perfecta receptividad que debe presidir su actividad, no dando nada por sabido y estando abierto a toda posibilidad ofrecida por el propio proceso iniciático.

En cuanto a los trabajos del aprendiz, lo primero es llevar la idea de rito a todos los ámbitos de la vida y su cotidianidad personal, y lo segundo es saber que esto no debe realizarse nunca de manera literal, de una forma lineal, sino que más bien se trata de vivir al ritmo del compás cósmico, advirtiendo la sacralidad del entorno físico-anímico derivado de un ser espiritual, tan invisible como inteligente.

El aprendiz es a la vez el sujeto y el objeto de su trabajo, está llamado a descubrir sus propias potencialidades y así comenzar el camino de su expansión interior, ya que estará llamado a transformarse en un bloque rectangular capaz de ocupar exactamente el sitio en el edificio que debe construirse, pilar del Templo Universal ALGDGAU

Por el Q.H.: Patricio Javier Delgado Pardo

Log.: Fragua N° 128 Valle de La Reina

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