viernes, 13 de noviembre de 2015

DEBERES DEL APRENDIZ MASÓN EN LA VIDA SOCIAL


DEBERES DEL APRENDIZ MASÓN EN LA VIDA SOCIAL

el aprendiz y el maestro
Dr. Everildo A. Jerez y Hernández

Diputado a la Gran Logia, Orador, y Presidente de la Comisión de Instrucción de la Respetable Logia * SIMON BOLIVAR¨, del Oriente de Aguacate,

Provincia Habana., Cuba.1927

Venerable Maestro y queridos Hermanos:

Es en la Logia donde los masones nos reunimos para conocer, discutir y dictaminar sobre los problemas de interés, ya para la Fraternidad en general o para la Logia en particular; pero la obra masónica sería muy pobre y sus fines fundamen­tales muy baladíes, si todo nuestro trabajo quedara reducido a esa labor de Taller, y no cumpliéramos, en nuestra vida social, con la misión honrosa y sublime que la condición de masón nos impone.

En nuestro deseo de ser útil a la Fraternidad, aún reconociendo la pobreza y humildad de nuestro intelecto, nos dirigimos a los H:.H:. Aprendices para explicarles nuestros puntos de vista sobre sus DEBERES EN LA VIDA EXTRA-LOGIAL, tal como los concebimos y apreciamos, en la seguridad que les hacemos un servicio ayudándolos a interpretar las obligaciones del Primer Grado de la Masonería Simbólica.

Más adelante, y en sus respectivas Cámaras, nos dirigiremos, con igual humildad e idéntico cariño, a nuestros H:.H:. Compañeros y Maestro Ma­sones, por si encuentran en nuestras palabras y razonamientos, orientaciones justas y perfectas.

Ser MASON es el título más honroso que puede ostentar el hombre. Él proclama de Oriente a Occidente, de Norte a Sur, que el que lo posee es un hombre noble, bueno y honrado; que es buen padre, buen hijo, buen esposo, buen amigo, buen ciudadano.

No hay otro título en el mundo de mayor garan­tía personal.

Por la perseverancia en el trabajo y la virtud en el ahorro, puede el hombre conquistar una posición económica elevada, que le permita satisfa­cer sus gustos y caprichos.

Por la condición del linaje o favores de los Gobernantes, puede el hombre ostentar relumbran­tes títulos de nobleza.

Por las luchas electorales o las influencias políticas, puede el hombre escalar los principales pues­tos en las Naciones.

Por el asiduo estudio, puede llegar a la posesión de títulos universitarios o académicos.

¡Pero a MASON no llega el que quiere sino el que puede!

Para ser masón no basta el dinero, aunque digan los materialistas que “es la palanca que mueve al mundo”; ni las influencias personales; ni las grandezas de los hombres: es necesario, además, y muy principalmente, las condiciones morales e intelectuales del hombre, que son pasaporte de dignidad para recibir la LUZ.

¡Cuántos poderosos quisieran ser masones!

¡Cuántos Poderosos darían la mitad de sus fortunas por ser miembros de la Fraternidad!

Y, sin embargo, la puerta de la Logia, que per­manecerá cerrada para esos magnates de la Suerte, que no reúnen las condiciones exigidas por nuestro Código, se abrirá, empero, animosa y complaciente, para dar paso a seres más humildes, si se quiere, pero que para nosotros, que aquilatamos los méritos de los hombres rindiendo la intensidad de luz de sus cerebros, la fuerza sentimental de sus corazo­nes y la rectitud y firmeza de sus conciencias, son más dignos y capaces de sentir y predicar los sublimes ideales que abrazarnos.

Es tan inmenso el prestigio de la Masonería a través de la Historia, que solamente la persiguie­ron aquellos que no pudieron dejar en esa Historia más que páginas de luto, escritas con y sangre. Y la persiguieron los ambiciosos, los egoístas, los ignorantes, los amantes de la falsedad y enemigos de la luz.

Ser masón, Hermanos Aprendices, es llevar consigo un salvoconducto de honorabilidad.

Si algún orgullo es permitida revelarse en nues­tros corazones, es el de ostentar ese dulce nombre: el mas grande, respetado y honroso de los títulos: el que tiene el respeto y la consideración del mundo entero.

Llamarse Masón es, más que la proclamación de las bondades que se atesora, y que han sido recono­cidas, declarar el firme propósito de un hombre de transformar su personalidad para acercarse, en lo posible, a la perfección.

Es tal el concepto que goza el masón, no ya en el mundo profano consciente y razonable, sino entre los mismos detractores y enemigos, que es fácil ver a éstos andar a caza de los defectos mundanos que quedan pendientes de nosotros, para señalarlos con alborozo satánico, y gritar: —¡Vedlo: y es masón!”.

¡Que elocuencia, queridos hermanos, tienen esas palabras emanadas de los labios de nuestros gratuitos enemigos! Ellas manifiestan, de manera conclu­yente, la perfección inherente que nos reconocen

Por eso, queridos Hermanos aprendices, la tras­cendental obligación del buen Aprendiz, desde el instante en que recibe la luz de Oriente, es la de hacer visible al mundo profano la transformación que ejerce en él, con su poderosa influencia educa­dora, la Orden Masónica; a cuyo fin debe propender evitando discusiones fútiles, que enardecen muchas veces los ánimos llevándolo a situaciones poco feli­ces; dominando, con todo empeño y especial interés, las pasiones que viven en el corazón humano para torturarle y enloquecerle, conquistando, para pro­vecho de él, de sus semejantes y de la Fraternidad, un carácter amable y atrayente; y adoptado, en fin, todos los medios que considere necesarios para que resplandezca ante el mundo, no por lo que se dice, sino por lo que se ve, la obra transformadora de la Masonería.

Esa marcha, que conocemos, y que se dan ante el Ara ro­bustecen con su elocuente simbolismo nuestras ma­nifestaciones. Ellos les dicen al masón que sus pasos por la senda de la Vida, deben ser firmes, rectos, bien medidos y mejor calculados. Que no debernos dar un paso sin que antes lo meditemos y lo hallemos justo y correcto; porque de lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso, y los actos de los masones deben ser todos sublimes.

Marchamos en línea recta, siempre hacia ade­lante, porque quien medite sus primeros pasos hallará firmeza para continuar sin vacilaciones la recta de la Vida, camino de la Verdad, que es el que conduce a la PERFECCION.

La vida del masón en Sociedad debe ser el reflejo de los principios fundamentales de la Institución a que pertenece.

Recordemos, queridos hermanos, que la historia de todas las religiones que han existido está llena de sacrificios y abnegaciones, solicitados por ellas en nombre de la fe y del amor a sus dioses. La Maso­nería, y esto no es decir que ella sea una religión, no nos pide sacrificios de vidas ni nos tortura con pruebas materiales que pongan de manifiesto la convicción de nuestra creencia; ella nos pide, exclu­sivamente, q. tengamos dominio de nosotros mismos, para que podamos refrenar nuestras pasiones violentas, nuestros vicios, nuestros defectos, que son escollos colocados en el camino de la perfección.

Si nos detenemos un instante a filosofar en el Cuarto de Reflexiones, para ejecutar en nuestra vida social las enseñanzas que de él se desprenden, seguramente que nos señalará la Opinión Pública como enemigos sinceramente irreconciliables de la Envidia, de la Vanidad, del Orgullo, de la Ambición, de la Hipocresía, etc.

Ante el símbolo de la Muerte, niveladora de los hombres, habla la Igualdad con emocionante elo­cuencia; esa Igualdad que forzosamente tenemos que sentir para poder llamar a nuestros semejantes HERMANOS, y sin la cual no podrá florecer en el corazón humano el ideal masónico.

La calavera que contemplamos y que parece decirnos: “yo fui lo que tú eres, tú serás lo que yo soy”, debe grabar en nuestra conciencia la verdadera filosofía de la vida: esa filosofía que nos recuerda lo efímero de la vida, y la pequeñez del hombre, para trazarnos derroteros de amor que nos conduzcan a la felicidad.

Y en efecto, Hermanos, es tan veloz en su ca­rrera esto que llamamos EXISTENCIA, que no merece sembrarla de acciones malas, cuando con un poco de raciocinio y un mucho de ecuanimidad, podría serse feliz, regando AMOR, para vivir mas tarde esa otra vida mucho más larga, casi eterna, que se llama INMORTALIDAD.

Ya sabéis que la inmortalidad no es más que el recuerdo imperecedero de nuestras buenas obras…

Todo en la Masonería es provechosa enseñanza, queridos H:.H:. Aprendices; enseñanzas que debe­mos recoger para ajustarnos a ellas en la vida social.

Calculad cuán grande y sublime es la Institución en la que todo iniciado, por ilustre que sea su alcur­nia, por grande que sea su condición económica, por elevada que sea la posición social u oficial que os­tente, se presenta con los ojos vendados, despojado de vestidos, dineros y joyas, para someterse, indefenso e impotente, a esas pruebas que él de­sconoce, que ni presume siquiera, pero por las que está dispuesto a pasar con tal de honrarse con el nombre de MASON.

En esa condición el iniciado manifiesta su humildad y obediencia, y da pruebas de sometimiento a una igualdad que siente y que habrá de practicar en todos los actos de su vida. Interpretando el hermoso simbolismo de la forma en que se presenta al iniciado, hay que ver en la venda que cubre sus ojos, interrumpiendo el más precioso de los sentidos, la ignorancia en los misterios masónicos; y solo después de ratificar el propósito formal y decidido de pertenecer a la Fra­ternidad, de probar eficientemente las condiciones para ser un buen masón y de prestar el sagrado juramento, se librarán sus ojos para que la LUZ de Oriente, pura y vivificante, llegue a ellos.

Esa soga que el iniciado lleva al cuello, simbo­liza los vicios y las pasiones del mundo profano, a los que le consideramos amarrado, y a los que ha de combatir, tenaz y denodadamente, desde la noche feliz que se llame masón.

En el despojo de dinero, joyas y metales, debe­mos ver un acto de puro desinterés material; que ni el lujo ni la ambición hallan calor en el alma del buen masón, que solo admira el talento, el mérito y la virtud.

Por buenos que seamos, Queridos Hermanos, por nobles y dignos que nos consideremos, hay en todos nosotros ideas y sentimientos no ajustados a la Moral Universal ni a la Ley Natural.

Cuando entramos en la Masonería y vamos estudiándola, y conociéndola, que es lo mismo que ir bañando nuestro espíritu con sabias enseñanzas y saturando nuestra conciencia de plácido bienestar, es cuando reconocemos la influencia bienhechora que ejerce esta Institución sobre los Hombres, porque notamos la metamorfosis que sufren nuestros pensamientos y nuestras acciones, sintiéndonos más preparados para bregar entre los oleajes de las pasiones huma­nas y esquivar las miserias levantadas en forma de Tempestades.

Pero para llegar a ese resultado positivo, es necesario, más que necesario, indispensable, que el Aprendiz Masón asista con puntualidad a todas las tenidas, observe y estudie.

Que no olvide que los masones son todos hermanos y que deben estar tan estrechos y unidos, tan cerca e identificados, como los ESLABONES de esa MISTICA CADENA que circunda el interior de la Logia; porque en la unión está la fuerza y en el amor la fortaleza de la unión. Procurar que nunca se rompa la Cadena y que sus eslabones se solidifiquen mejorando su calidad, debe ser la propensión interesada de todo masón.

Unidos por el cariño fraternal, la obra colectiva llevará a feliz cristalización el ideal noble, puro, grande y sublime de la Masonería.

Despojados de toda condición criticable, ajustados a ese espíritu de igualdad que proclama el polícromo piso de nuestro Taller; trabajando con fe y entusiasmo, con pureza de sentimiento, como nos indica el sim­bolismo del blanco mandil que nos adorna en la columna del Mediodía; puliendo esa piedra bruta, que representa la Ignorancia, para cuyo fin posee el Aprendiz tres simbólicos instrumentos: la regla, el mazo y el cincel; es como empezamos nuestra carrera de perfección.

Pero hay algo más, de trascendental importancia para el Aprendiz Masón, lo que ha de señalarle, como un faro luminoso, la senda del deber, las obligaciones imperiosas de su grado en la vida social.

Nos referimos a la interpretación simbólica de la DIOSA VENUS, que preside la columna del Mediodía, en donde se sienta el Jefe inmediato de los Apren­dices, el Hermano Segundo Vigilante, y que tam­bién ha de presidir los actos sociales de todos los Hermanos de tres años de edad, porque es el impulso inicial que reclama y exige la Masonería para poder desenvolver y desarrollar su GRAN MISIÓN.

La belleza debe resplandecer, como resplandece en la obra del G. A. D.U, en todas las acciones del Aprendiz Masón.

Embellecimiento del carácter de la palabra, del trato. El secreto estriba en conquistarse las simpatías de sus semejantes por medio de la belleza, para hacerlas FUERZA.

Conseguido ese fin, a fuerza de dominar valerosamente las pasiones mundanas que se enroscan en el corazón como reptiles venenosos, y de luchar consigo mismo, agotando todos los medios por la consecución del sublime fin, es cuando puede decirse que el Aprendiz Masón está preparado para un aumento de salario, para un puesto en la columna ¨J¨.

El Aprendiz Masón que no realice esta labor, puede estar seguro que no solamente habrá faltado al cumplimiento de su primordial deber, sino que jamás deberá ascender a grado superior alguno, donde tendrá misiones que desarrollar dentro de un campo que no supo, no pudo o no quiso preparar. Será pues, un fracasado, que tendrá su recom­pensa en el concepto de sus hermanos.

No es el Catecismo impreso en la Liturgia el que, aprendido de memoria, facilitará al Aprendiz su pase al 2° Grado; es la comprensión que de ese Cate­cismo refleja en sus actos sociales, lo que dirá a la Logia los méritos que posee para su ascenso.

Llamamos la atención de nuestros H:.H:. Apren­dices, que consideramos preparados para juzgar y sentir nuestras palabras, que el hombre es lo que quiere ser, y logra lo que se propone alcanzar si no siente flaquezas y cobardías ante la magnitud de sus deberes y la grandeza de su ideal.Fortalezcamos nuestras alas y no le tengamos miedo al espacio infinito.

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