Historia de la Masoneria- Mauricio Javier Campos
Universi Terrarum Orbis Architectonis Ad Gloriam Ingentis.
Oriente del valle de Culiacán, sinaloa. México. 22 de octubre del 2010. E.V.
Sob,’, Cap,’, Rosa Cruz Leandro Quintero 87 Sinaloa.
Doct,’, M,’, Doct,’, HH,’,
El DOGMA DEL G:. A:. D:.U:.
Uno de los pocos requisitos que le exigen al candidato a ingresar a la Masonería del Rito Escocés Antiguo y Aceptado es creer en la existencia de un ser supremo o Dios. Nuestra orden esta extendida por toda la faz de la tierra, y en la multiplicidad de culturas de nuestros miembros, a Dios le llaman con nombres muy variados, motivo por el cual, en un afán de estandarizar nuestras concepciones, dentro de nuestra orden le llamamos: Gran Arquitecto del Universo.
A Dios se le reconoce como el origen, creador, y sostenedor de todo cuanto existe. El hombre en su relatividad no puede comprender lo absoluto, y en su esfuerzo por comprender, a terminado creando un Dios a su imagen y semejanza, con todos sus atributos, virtudes y defectos en grado superlativo como: omnipresente, omnisapiente, omnisciente, omnipotente, etc. y paradójicamente agrega diciendo que tiene naturaleza incorpórea, inefable, incognoscible, etc. y en base a esto ultimo, no es posible conocerle, a lo que responden algunos que a Dios no se le conoce por lo que es, sino por lo que no es, o sea conocimiento negativo, pero la paradoja vuelve a presentarse, porque para saber lo que “no es” primero debo saber lo que si es”… de modo que continua sin saber lo que es Dios.
Como origen y creador de todo cuanto existe, no exactamente puede pensarse en una entidad divina, sino también cabe en la concepción de fuerzas cósmicas. Pero seria poco inteligente pensar en estas fuerzas como fuerzas ciegas, sin tener un propósito o algún tipo de inteligencia, dado que toda creación desde sus inicios encierra un intencionalidad y detrás de ella debe existir un tipo mente de imponga orden dentro del caos. Por el lado místico, bien se puede pensar en estas fuerzas como los Elohim como un antropomorfismo de seres angelicales que participaron en la creación de la aurora del universo.
Erich Fromm citando ha Freud dice: “El hombre toma parte de sus amores y temores infantiles y parte de su hostilidad, que tenia puestos en el padre o la madre, y los transfiere a una figura imaginaria, a Dios”. Sí, El hombre en su incapacidad de ver y comprender a Dios en toda su magnitud y profundidad, ha tomado alguna autoridad humana como modelo de este Dios, y le a asignado atributos que él mismo desearía tener, en pocas palabras, el hombre a creado su propio ideal de súper-hombre perfecto, eterno y absoluto y lo ha convertido en Dios. Este es el ideal más elevado que la humanidad puede concebir, “Personificando” en este Ideal-Dios, el triunfo del hombre sobre la muerte, el terror más profundo, consciente e inconsciente que concibe el hombre, como la sombra de la primera pulsión del hombre que es la conservación de la vida.
El hombre como un ser débil y vulnerable a los embates de las adversidades propias de la vida y las fuerzas de la naturaleza, requirió, requiere, y muy posiblemente requerirá, el apoyo de creer en una vida espiritual paralela a la física, y que a la vez trasciende la vida del plano material en una continuidad de vida hacia el plano espiritual y presidida por Dios.
El Masón del R,’, E,’, A,’, A,’, cree en un Dios como un modelo de perfección ha alcanzar. No se puede buscar la perfección sin convertirse uno mismo en perfecto, de igual modo no se puede buscar a Dios sin convertirse el hombre mismo en Dios. Dice el salmo 82:1-8 “Yo dije: Vosotros sois Dioses, Y todos hijos del altísimo; pero como hombres moriréis, y como cualquiera de los príncipes caeréis. Levántate, Oh Dios, juzga la tierra; porque tú heredaras todas la naciones”, desde el punto biológico como místico, seria muy poco inteligente pensar que el hijo se convertirá en algo distinto al padre.
La serpiente del jardín del edén, le hace una promesa a Adán; “Seréis como Dioses, sabiendo del bien y del mal…y no moriréis”, Adán en su caída se hace consciente de si mismo, ya no es un conjunto de fuerzas caóticas y ciegas, sino que ha obtenido consciencia y mente, y ese despertar marca el inicio del retorno al Padre… la divinidad en si mismo.
“No moriréis” dijo la serpiente. No es exactamente no morir del cuerpo físico, sino conservar la consciencia y mente de todo cuanto e sido y soy, y si mi cuerpo físico muere, el único lugar donde puedo conservar tal recuerdo es el alma, la cual representamos como Hiram Abiff el cual yace en su tumba, en la cripta secreta, el cuerpo físico del hombre, que espera de ser levantado o resucitado… Este es el misterio que encierra la exaltación al grado de Maestro Masón. Pero la esfinge le cierra el paso a la vez que le formula tres preguntas que debe responder para continuar su viaje: ¿Quién es el iniciador y quien el iniciante?... ¿Existen los Dioses?
Los 33 grados de la Masonería Escocesa se ven representados en el cuerpo físico por las 33 vértebras de la columna vertebral, por donde dice Aldo Lavagnini en el “Manual del Caballero Rosacruz”, entre otros escritores más, Que es aquí por donde suben las fuerzas Ida, Píngala, y Sushumna la gran serpiente, y culmina en la cabeza, el Gólgota que quiere decir calavera, lugar donde Cristo es Crucificado, y desde donde él se eleva libre hacia el Padre.
En la Cabala por la suma de los 22 senderos, más los10 Sephiroth, más el Árbol Sephirothico completo, suman los 33 grados de la Masonería, mismo que culmina en la parte más alta, la sephirah Kether que quiere decir Corona y que se ubica sobre la cabeza del hombre.
Conclusión:
En realidad los 33 Grados de la Masonería Escocesa no son otra cosa que representaciones simbólicas de “grados de consciencia” que el Verdadero Masón ha de ir sumando en su ascenso de retorno al Padre, por ello, los grados reales en la Masonería no son alcanzados por el pago de una diploma, sino se obtienen en el proceso del despertar de Hiram Abiff o el alma que “duerme” en su sepulcro que no es otra cosa que el cuerpo físico. Este es el motivo principal por el cual, es un requisito ineludible para el solicitante a Masón en el R,’, E,’, A,’, A,’, creer en un Dios, y por consiguiente creer en la existencia de nuestra propia alma, como una chispa divina emanada del Dios y que mora en nuestro interior en espera de ser resucitada y elevada al Padre.
El conocimiento intelectual ni el dogma ciego nos llevara ha hacernos consciente de la existencia del alma. El Masón debe observarse a si mismo, y llegar a descubrir y ser consciente en lo máximo posible de la magnitud y profundidad de nuestras propias fuerzas, de nuestros alcances y limitaciones, de actitudes, reacciones físicas, emociones, e intelectuales. La evolución no es externa, sino es el conocimiento y dominio de nosotros mismos.
La meditación como los ceremoniales, nos llevan a travez del éxtasis a la apoteosis mística, donde el hombre se da cuenta de la existencia y conducta de nuestra mente objetiva y subjetiva, de la mente del cuerpo físico y la mente del alma, como un inicio de la apoteosis, el convertimiento del hombre en Dios… o como prometió la serpiente “Como Dioses”.
El dogma como la fe ciega es propio de ignorantes. La fe del Masón descansa en el conocimiento por medio de la experiencia a travez de la práctica en uno mismo. El Masón que no practica el “Arte Real” solo llegara a las puertas del templo con un puñado de palabras huecas y sin valor… La divinidad del hombre debe conquistarse a travez del trabajo, pureza de sentimientos, y claridad de pensamientos. La intencionalidad del trabajo eleva o degrada al hombre… No importa cual sea el concepto que el hombre pueda concebir de Dios, cualesquiera que sea, ya científico, psicológico, social, místico, o religioso, Dios es el anhelo, el ideal más elevado que el hombre sobre la tierra puede concebir, Dios es el faro que nos guía en la oscuridad de la noche de la materia y de las exigencias del mundo profano, es este ideal el que nos lleva la perfección de la raza humana y hacia un nuevo amanecer más pleno de armonía y paz entre los hombres.
¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que le visites? Le has hecho poco menor que los Ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste bajo sus pies… ¡Oh Jehová, señor nuestro, Cuán grande es tu nombre en toda la tierra! Sal. 8:4-9.
Fraternalmente.
José David Belmontes Beltrán.
Soberano Príncipe Rosa Cruz 18°
Nota:
El presente, son, reflexiones y meditaciones personales, no necesariamente representan la opinión de la orden
Templo Masònico Rubén Enciso Yegros del Solar Aurora. Viernes 22 de Octubre de 2010 (e.·.v.·.)
Ten.·. Ord.·. de de la Aug.·. y Resp.·. Log.·. CABALLEROS DEL ARTE REAL Nº 162 del Ven.·. Maestr.·. Q.·.H.·. MIGUEL PALERMO y Obrs de la misma, quienes contaron con la excelsa visita del Seren.·. Gran Maestro de la Cent.·. Gran Logia Simbólica del Paraguay Q.·. H.·. CARLOS ALBERTO QUIÑONEZ, del Gran Secretario Q.·. H.·. AGUSTIN CACERES VOLPE; del Ven.·. Maestr.·. Q.·.H.·. NERY KUNZLE BENZA de la Aug.·. y Resp.·. Log.·. SOL NACIENTE Nº 2; del Ven.·. Maestr.·. Q.·.H.·. MIGUEL ANGEL PAREDES FASSIO de la Aug.·. y Resp.·. Log.·. LAUTARO Nº 125; del Ven.·. Maestr.·. Q.·.H.·. JOSE LUIS INSFRAN de la Aug.·. y Resp.·. Log.·. ALQUIMIA Nº 149 y del Ven.·. Maestr.·. Q.·.H.·. BENJAMIN SOSA MIRANDA de la Aug.·. y Resp.·. Log.·. KYBALION 777 Nº 166.
MASONERIA Y POLITICA
Plancha presentada por el M∴ R∴ H∴ JORGE A. VALLEJOS, Ex Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones, en ocasión de celebrarse la XXXVIII Asamblea de la Confederación Masónica Centroamericana, la XIII Asamblea de la Confederación Masónica Bolivariana y el IX Congreso Masónico Nacional de la Gran Logia de Panamá.
(1)
Quiero comenzar mi exposición agradeciendo a todos ustedes -y en especial al M.·. R.·. H.·. Enrique Lau Cortes- la invitación que me formularan para hacer uso de la palabra en este importante encuentro masónico. A lo largo de mi gestión como Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones, en el período 1999-2005, he aprendido a valorar reuniones como ésta, en las cuales, además de abocar nos a temas masónicos específicos y al tratamiento de propuestas para el ámbito profano, la proximidad intelectual y física nos permite conocernos y confraternizar en el ambiente de respeto y cordialidad que nos distingue. En todo caso, como lo afirmara un masón argentino en el primer año del siglo XX, somos conscientes de encarnar "la voluntad de un pensamiento permanente, como el de la masonería, que si no consigue hoy, ni mañana el triunfo de sus ideales, los transmite íntegros a la generación siguiente, porque somos los obreros efímeros de una obra de paciencia eterna". Y afortunadamente, en cada oportunidad en que tenemos el placer de encontrarnos e intercambiar nuestras respectivas experiencias, somos testigos de los cambios que, en el ínterin, se han producido en el plano de las realidades socio políticas y a las que los masones no somos ajenos.
Tenemos clara conciencia por cierto, del factor fundamental que nos une bajo nuestras banderas de Libertad, Igualdad y Fraternidad. La progresiva realización de un hombre libre y digno, librepensador y tolerante, solidario en lo social y democrático en lo político, defensor de los derechos humanos y factor de cambio en su vida de relación, encuentra en la Masonería, en sus tradiciones y rituales, en el ejercicio de la fraternidad y el respeto mutuo, el campo apropiado para su plena realización.
En realidad, la condición de masón adquiere hoy más que nunca -en un mundo que adolece de valores- el carácter de una cruzada por la reconstrucción de la vida social sobre la base cierta de un nuevo paradigma. No vivimos el mundo que soñamos, y precisamente por eso cabe preguntarnos sobre algunas de las razones que han llevado a ello y bosquejar, si es posible, caminos de superación que los masones podamos transitar.
(2)
Diríamos entonces, como se ha señalado ya en reuniones anteriores de la Confederación Masónica Interamericana, que por diversas razones se ha producido un desfasaje esencial entre el desarrollo científico-tecnológico y el marco ético y moral que lo contiene. En la explicitación del Nuevo Humanismo que la Gran Logia de la Argentina ha levantado como bandera hace ya varios años, hemos enfatizado el des encuentro entre las disponibilidades materiales y las responsabilidades sociales en el usufructo de los bienes producidos. Contrariando pronósticos y promesas, la mayor abundancia de bienes no sólo no ha beneficiado al conjunto de las personas, sino que ha determinado el brutal empobrecimiento de muy amplios sectores de la sociedad.
Pocos meses atrás, el japonés Koichiro Matsuura, director general de la UNESCO, refiriendose al orden mundial nos decía que "cada sociedad enfrenta los retos de transformarse en una sociedad del aprendizaje. La educación básica es la fuerza motriz de este proceso y debe movilizar a la sociedad. Los 113 millones de niños sin acceso a la enseñanza primaria y los 875 millones de adultos analfabetos evidencian el tamaño y la complejidad del problema". Es claro que estos datos involucran a los países de América Latina, por lo que es pertinente citar otra frase del discurso del mismo funcionario. Decía éste: "La UNESCO recomienda destinar el 6% del presupuesto nacional a la educación y los países pobres no destinan ni el 2%. Los japoneses (escuchemos esto) le destinaron el 33% en el período de post-guerra y hemos visto -dice Matsuura- lo que eso significó para el crecimiento del país".
No escapa a nosotros que la educación y la capacitación técnica están en la base del crecimiento económico, pero tampoco ignoramos que este crecimiento sólo se convierte en desarrollo cuando está acompañado de una sostenida política de equidad en la distribución de los ingresos. En el caso concreto de nuestra región, las finalidades sociales del desarrollo se desdibujaron en la década de los 90, a punto tal que ni el más ardoroso defensor de esa ortodoxia podría decir hoy que sus resultados han concluido con un mundo más justo y más seguro Fracasada la teoría del derrame, por la cual el puro crecimiento material redundaría en beneficio del conjunto, las consecuencias dolorosamente visibles muestran un mundo más injusto aún que en el pasado, cubierto de miserias culturales, pero también y sobre todo de desocupados, marginados, excluidos y enfermos, sin horizontes posibles de superación.
Como una cruel paradoja y en términos absolutamente concretos, en algunos casos hasta es posible hablar de países "desdesarrollados", aquellos que han involucionado de modo radical con respecto a su propio pasado. El presidente de la República Federativa del Brasil ha dicho recientemente, en opinión que compartimos, que "sólo habrá paz en el siglo XXI si hay reconciliación entre el equilibrio macroeconómico y la justicia social". Dicho de otro modo, cambiar el sesgo regresivo y discriminatorio de la distribución de los ingresos. Cierto es que no todas las situaciones nacionales en la región son idénticas y se podría argumentar que en tales y cuales casos se han producido avances positivos en algunas áreas del quehacer político o económico. De esto no tenemos dudas. Sin embargo, es indiscutible que la región como tal sufre la mayor inequidad distributiva en el orden mundial, que las corrupciones estructurales y las ineficiencias operativas castigan a los estados nacionales, que el narcotráfico y las violencias urbanas y rurales están presentes en el día a día, que la debilidad de las políticas integracionistas y las gigantescas deudas monetarias internas y externas condicionan el futuro de los pueblos, y que, en conjunto, tales causas conforman una explosiva mezcla de factores desestabilizantes para el proceso democrático regional.
Deben creernos QQ∴ HH∴, si les decimos que no ha sido nuestra intención agobiarlos con datos y citas que, por supuesto, ustedes conocen tan bien como nosotros. En realidad, el interés subyacente radica en abordar sobre bases ciertas, concretas, irrefutables, el accionar de la masonería y los masones como factores imprescindibles del cambio social. Y para ser actores de ese cambio, atento a que la sociedad no puede prescindir del pensamiento y la acción masónica en su devenir, es necesario acercarse al campo específico de la política.
(3)
Veamos en cuatro puntos las definiciones sobre las que afirmamos nuestra visión del problema.
1. Desde nosotros mismos cabe distinguir dos campos de actuación política. Uno superior y doctrinario para la institución masónica como tal; otro contingente individual para cada masón en la realización de su vida personal.
2. Los principios políticos básicos de la democracia han sido siempre bandera de la Masonería Universal. Es nuestra misión hoy, cuando son Patrimonio de la Humanidad, no abandonarlos a prácticas e instrumentaciones inmorales que degraden o tergiversen su sentido último.
3. Ergo, debemos asumir la responsabilidad del quehacer político, a la luz, por supuesto, de las nuevas condiciones histórico sociales.
4. En esos términos, no están en cuestión los Antiguos Linderos ni los Principios Filosóficos de la Orden. Por el contrario, se complementan y realizan en el único mundo en el que pueden ser.
Hagamos ahora una aclaración que nos parece pertinente. Hay HH∴ que pretenden hacer de la Orden un partido político y hay otros que la entienden como una cofradía religiosa. En ambos casos, lo que prima es una interpretación sectaria y excluyente, por sobre la pluralidad y la inclusión masónicas.
Nuestra opinión del quehacer político es otra, y está basada en las responsabilidades sociales de los hombres que labran su perfil personal en los principios de la Orden y que asumen éstos con una profunda vocación de servicio al bien común.
No es posible mantener cerrados los ojos y el corazón a las crecientes miserias del mundo que nos rodea, ni tampoco a la necesidad de ser factores centrales en el proceso del desarrollo equilibrado de la ciencia y la moral.
Y por ello, por la complejidad del desafío, ratificamos nuestra apuesta por la democracia como sistema idóneo para la representación del interés popular, atendiendo a que el concepto conlleva, en nuestra opinión, una evidente carga de valor.
Para los masones, la reivindicación de la democracia implica reconocer su carácter perfectible, es decir, vivirla como un proceso de realización permanente, cotidiana, intransferible, de cada ciudadano, en todos los aspectos de su vida personal y social. Es obvio que una sociedad que asuma como propios y en consecuencia legalice los procedimientos formales de la democracia electoral, tendrá gobiernos y gobernantes elegidos por el voto popular. Es útil, sin embargo, recordar que tremendas dictaduras se han establecido a partir del voto masivo "libremente" emitido.
Aceptado esto, aparece clara la necesidad de transformar los sistemas participativos que están en la base de la democracia y, sobre todo, elevar el nivel educativo y moral de los ciudadanos. Con razón ha dicho en fecha reciente un politólogo argentino que, en realidad, cabe ".percatarse de que probablemente los regímenes democráticos se encuentran ante nuevos desafíos que no pueden ser sobrellevados con respuestas convencionales".
(4)
¿Siendo la democracia el instrumento de la voluntad popular y opuesta, por lo menos teóricamente, a formas dictatoriales o totalitarias de gobierno, implica la opción masónica por ella una forma de hacer política? Nuestra respuesta es claramente afirmativa, en tanto reconocemos que la política es el campo en que por acción u omisión, como individuos o en grupos, los hombres participan fatalmente en la construcción de su destino. A partir de esta premisa, y con sobrados títulos por cierto, la orden masónica ha reclamado para sí el mérito de haber sido factor principal en el proceso de modernización y secularización que alumbró a la democracia en el mundo occidental. Sus principios y doctrinas constituyeron el sustrato sobre el cual se elevó el mundo moderno; sería insensato alejarnos hoy de los desarrollos que las sociedades produjeron en su curso histórico, cuando nuestras ideas están en los cimientos fundacionales de las mismas.
Por nuestra parte, en nuestro V Congreso realizado en 1995, dijimos que "la Masonería no está en el mundo sólo para conservar el pasado sino para construir el futuro", y una vez más ratificamos ese aserto de los masones argentinos, con más fuerza hoy en que la anomia que nos invade exige de nosotros un decidido involucramiento en las políticas de cambio, no sólo como expresión de compromiso personal en la acción política, sino como generadores de opciones morales para las futuras generaciones.
Como surge de lo expuesto, no existe contrasentido alguno entre la "neutralidad" política de la institución masónica y el accionar político de sus miembros. En primer lugar, por cuanto la institución no es neutral políticamente desde que sostiene principios y valores que, así como hacen mérito de la dignidad de la persona, abominan del autoritarismo, las dictaduras, la discriminación y la injusticia. En segundo término, la presencia política de los masones busca alcanzar aquello que, tomando como medida el bien común de la sociedad, es razonable, aunque ello no significa querer imponer una política específicamente masónica. Ha de insistir sí, en la protección contra toda clase de religión política o fundamentalismo, contra toda perversión del poder y contra la cínica justificación de los medios empleados para manipular al hombre, sea la tortura, la corrupción, las drogas, la miseria, la desinformación o la ignorancia.
Dicho en otros términos, una es la posición superior, conceptual, doctrinaria y filosófica de la Orden frente a la política. Otra cosa, aunque sus contenidos teóricos surjan de aquellos, es la acción política "partidaria", es decir, la acción independiente, libre, voluntaria y vocacional de algunos de sus miembros. Dos planos distintos e inconfundibles, aunque convergentes en un objetivo común
(5)
Estamos persuadidos que la historia de nuestros países no tiene explicación posible sin el reconocimiento expreso de la rotunda participación de los masones en su desarrollo. Desde aquellos lejanos tiempos, las ideas de progreso, tolerancia, libertad de conciencia y fraternidad, elaboradas en nuestros templos, han contribuido centralmente a alumbrar un mundo nuevo. No sin errores, es cierto, pero llevadas adelante lealmente, hasta con el sacrificio de las vidas de nuestros hermanos.
Han cambiado los tiempos, pero no el marco de nuestras responsabilidades. Sin arrogancias intelectuales, más propias de fanáticos que de libres pensadores, debemos abocarnos con humildad a la consideración y elaboración de propuestas concretas que, por vía de los masones, encaren la difícil realidad que antes esbozamos.
En tal sentido, evocamos de inmediato la insuficiente dinámica de las integraciones regionales, el tratamiento demorado y elitista de las propuestas culturales, las asimetrías comerciales y las inapropiadas confrontaciones políticas entre gobiernos que deberían consolidar una visión estratégica común. En todos estos campos, y en muchos más involucrados en los mismos, la acción virtuosa de los masones debe hacerse presente para dinamizar y transparentar los comportamientos de las clases dirigentes, rechazando "in totum" cualquier posibilidad de corruptelas y negociados atentatorios del bien común.
Si es cierto aquello de que "el poder corrompe y el poder absoluto corrompe mucho más", cabe definir nuestro quehacer como orientado con firmeza a cooperar al perfeccionamiento moral y espiritual de los individuos, y a la vez, contribuir decididamente a la transformación progresista de la sociedad.
En estos objetivos, lealmente interpretados, encontramos los puntos de emulación con aquellos prohombres que, en las precarias condiciones del siglo XIX, dieron a luz las patrias que hoy nos cobijan.
De aquellos estadistas -capaces de marcar un rumbo y poner la vida en alcanzarlo- a estos dirigentes -pequeños voceros del populismo y la demagogia- hay un mundo de distancia.
No obstante, ni la Política ni la Democracia están en cuestión. Sí los hombres, los procedimientos, los comportamientos morales de los mismos, el olvido sistemático de sus obligaciones para con la sociedad, la vinculación más o menos estrecha de muchos de ellos con la corrupción y la violencia, así como la premeditada confusión que mantienen entre defensa de los pobres y defensa de la pobreza.
Es en el marco de esta crisis de valores que los masones tenemos la oportunidad y el deber de actuar, en el sentido de afirmar definitivamente la práctica de los derechos y los deberes humanos, la superación de las flagrantes injusticias sociales, la ratificación de la ciencia como factor del progreso, y la defensa inclaudicable de la democracia y las instituciones del régimen republicano. Tengamos presente que tal como lo afirmara años atrás el filósofo español José Luís Aranguren ".quienes se consideran sin oportunidades, condenados a la inmovilidad, a un imposible ascenso social, se inclinan, normalmente, al disconformismo radical y, por tanto, a la repulsa de una democracia que, para ellos, no es tal". En el estrecho sendero que la vida nos depara, y con los objetivos citados, la acción política de los masones es un verdadero imperativo moral.
(6)
Claro está que el involucramiento de los masones en la actividad política tiene como base dos principios de singular importancia. Por un lado la formación masónica de los actores: nada bueno es de esperar si el prolegómeno o cuando menos la simultaneidad en los hechos, no es una sólida formación en los principios éticos y las enseñanzas contenidas en el simbolismo masónico. Por ello, estamos convencidos que el masón que actúe políticamente debe estar motivado "desde dentro" por su propia conciencia, concebida ésta y desarrollada, como lo hacemos cotidianamente, en el ámbito de los talleres masónicos. Es una exigencia moral intransferible que garantiza no caer en el conformismo y la complacencia fácil, asumiendo por el contrario su responsabilidad ética en la batalla por una sociedad mejor. En este sentido, nos parece pertinente reiterar una vez más, como inexcusable axioma, la importancia de la ética individual como modelo y sustento de una ética social.
De allí entonces que el segundo requerimiento exija la búsqueda de una adecuada complementación entre lo que Max Weber definía como las éticas de la convicción y la responsabilidad. En aquellas se juzgan las intenciones de los hechos, generalmente la visión personal que nutre el pensamiento y la acción individual. La ética de la responsabilidad, por el contrario, es juzgada por sus consecuencias, es decir, por los resultados que una determinada acción individual produce en los otros. A una ética que considera primariamente lo personal se contrapone, en la acción política, una ética que debe atender a las consecuencias de decisiones que obran sobre el conjunto de la sociedad.
Estamos convencidos que en el difícil encuentro de la intención y la consecuencia, de la convicción y la responsabilidad, en ese terreno arduo y conflictivo pero necesario, se ubica el centro del compromiso del masón en su vida pública.
Cierto es que, al exponer sobre Masonería y Política, no escapan a nosotros las particularidades de cada una de las Obediencias Masónicas Hermanas. Más aún; estamos persuadidos que sus determinaciones concretas sobre el particular, cualesquiera sean, estarán siempre teñidas por la historia y las circunstancias de momento de cada una de ellas. La consideración que hagan tanto de sus entornos sociales y políticos, cuanto culturales, merecen nuestro absoluto respeto, porque sólo ellas están en condiciones de aportar los elementos conceptuales y fácticos necesarios para posicionarse, socialmente, como una fuerza insoslayable en la construcción de los futuros nacionales.
(7)
Dijimos más arriba que ni la Democracia ni la Política están en cuestión. Sin embargo, es útil acotar que no desconocemos los riesgos que la acción política conlleva en el plano moral. A título de ejemplo, no nos parece posible abordar una característica principal de la política que es la eficacia, si paralelamente no tomamos en consideración el mundo que la rodea y condiciona. Tal como el politólogo italiano Giovanni Sartori lo definió, la política no es un "valor" sino un "ejercicio", y por eso mismo necesita una valoración, una actividad que la identifique, un objetivo trascendente que le fije rumbos y la valorice como ámbito para las asociaciones virtuosas que la distingan.
Por nuestra parte, no somos ajenos a la reflexión que esta cuestión tan importante nos plantea. Sabemos, como masones, de la virtud y el honor. Tenemos claro la significación de cada uno de estos conceptos, tanto en la vida personal como en sus manifestaciones en la sociedad. Por estas razones, hemos dedicado nuestros trabajos anuales a la reivindicación palmaria del Honor y hemos realizado recientemente nuestro IX Congreso del Simbolismo, bajo el significativo título de "Nuestro Legado: el Honor". Y lo hemos hecho como una consecuencia natural de nuestra toma de posición ante la realidad. Sería criminal de nuestra parte asumir posturas comprometidas con el quehacer político si aspiráramos al poder por el poder mismo, justificado en manifestaciones relativistas, carentes de un sustrato ético que lo dignifiquen ante los pueblos. Así, al abrir los trabajos anuales y en consonancia con esto, hemos dedicado el año "a la reflexión sobre uno de esos principios que -al haberse abandonado- produjo el deterioro de la sociedad, de sus valores y su destino. Nos referimos al Honor, un concepto tan antiguo como la sociedad civilizada, el cual puede resumirse como el conjunto de actitudes que hacen digna a una persona. Digna ante sí misma en primer lugar, y digna ante sus hijos y ante la historia en último término. El honor es el conjuro de la indecencia y en tal sentido salvaguardia de la recta acción. En la medida que nos apartamos de la recta acción perdemos la dignidad y con ella el honor.
¿Por qué el Honor? El ejercicio del poder está condicionado por la virtud del honor, puesto que el poder sin él sólo puede asegurarnos el envilecimiento, el egoísmo, el enriquecimiento ilícito, el uso indebido de las atribuciones, la nefasta prebenda y el veneno de la corrupción. Sólo un profundo sentido del honor nos hará capaces de construir un país honorable, condición indispensable para alcanzar el objetivo de cada generación: la construcción de un legado digno a nuestros hijos, que marque con el ejemplo qué clase de hombres fuimos y hasta dónde pudimos alcanzar la meta de nuestras aspiraciones.
Finalmente, y con estos presupuestos, la Masonería Argentina reitera su compromiso con el Estado de Derecho en un momento harto difícil para la región, consciente que los pueblos esperan de nosotros un liderazgo firme y decidido en el sentido de la regeneración de la política. No es un cometido fácil, es cierto, pero es el nuestro, el de nuestro tiempo, el que, en nuestra modesta opinión, nos permitirá ser dignos de aquellos esforzados hermanos que tanto citamos y hoy queremos emular. !Ojalá que así sea!
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