miércoles, 20 de octubre de 2010


De lo esotérico en la masonería

Joaquín A. Zuñiga Ceballos
Logia Luz de la Verdad Nº 46
Santa Marta - Colombia

La masonería, se ha dicho hasta la saciedad que no es una religión, tampoco es un partido político, en síntesis no es un ismo, es una praxis y sólo en ella es comprensible. No tiene dogma alguno y el que podría considerarse como único dogma, la existencia de un principio creador está ampliamente comprendido por la formula o clave G.·. A.·. D:. U.·. (Gran Arquitecto del Universo). Dentro de ésta caben todas las concepciones, incluidas las del ateísmo o del materialismo.

No es nada fácil definir la masonería, sin embargo se ha dicho de ella que es una escuela de moral velada por símbolos. Escuela, por cuanto en cierta manera es centro de formación de los individuos hacia un ser mejor, pero totalmente opuesta en cuanto su método a la escuela conocida ordinariamente. La cámara de reflexión, el templo, los símbolos individuales, las alegorías y la liturgia se ofrecen al iniciado para que en silencio observe, medite y reflexione. Como diría algún filósofo, sólo rumiando y rumiando aflora de su interior el conocimiento.
La meta del iniciado es el conocimiento de sí mismo, base para su propia transformación. Y éste sólo se produce en él por su perseverante trabajo interior. Nadie puede hacerlo por él. Nadie puede entrenarlo para hacerlo. Éste es, considero, el verdadero esoterismo masónico.

Ante el masón (según su grado), se erige el templo con todos los símbolos correspondientes y las liturgias respectivas. Allí están encerrados a la vista de todos los “misterios” de la Orden que, como dijo Aristóteles, son para experimentar, pero no para aprender. “El que tenga ojos que vea y el que tenga oídos que oiga”.

Cuando al neófito se le sienta sobre la piedra bruta en actitud meditativa, se le está induciendo al proceso alquímico del paso de la piedra bruta a la cúbica, alegoría de la proyección de su propio ser. Y si se observan y analizan cuidadosamente cada uno de los pasos señalados por la liturgia, se comprenderá que en ésta está contenido todo el fundamento de la formación masónica y la transformación en un nuevo ser.

No obstante, en el transcurrir del tiempo he visto cómo muchos hermanos ignoran esta circunstancia. Algunos porque su interés en la Orden no está en armonía con los propósitos de ésta y simplemente se encojen de hombros ante la posibilidad de la búsqueda mientras otros dan bandazos desorientados porque no encontraron al guía que los indujera y de parte de ellos mismos no han puesto el suficiente empeño.

Es notable ver que hermanos, algunos de grados superiores, obviamente en pleno ejercicio de su libertad de discernimiento se afanan en la búsqueda por otros caminos diferentes. Esos hermanos desafortunadamente no se han percatado de la sabiduría que la Orden ofrece en el Templo, los símbolos y alegorías que contienen el verdadero esoterismo masónico.

Algo se perdió en la noche de los tiempos, es mi opinión. Nos quedamos en el recuerdo de masones gloriados por la historia y de hechos pasados. Pero cargamos con un gran vacío del presente. La experiencia de las últimas décadas de la Masonería en Suramérica llama a explorar las razones de algunos desaciertos lamentables.

Señalo arriba que la masonería es una praxis y ésta ha de desarrollarse con imaginación creativa y pensamiento constructor.

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