Palabras
previas al Coloquio sobre "Francmasonería, Dignidad Humana
y Desarrollo Durable" celebrado en el marco del 10°
Aniversario de la Confederación Interamericana de Masonería Simbólica (CIMAS),
en el Or:. De Sao Paulo, Brasil, el día 21 de septiembre de 2012 (E:.
V:.)
Por Iván
Herrera Michel
(Saludos fraternales a 30
Obediencias y Organizaciones Masónicas
presentes).
Buenos días,
Como todos ustedes saben, es
un verdadero honor ocupar esta tribuna en Sao Paulo en el décimo aniversario de
la organización internacional de la Masonería liberal más antigua e incluyente
que existe en el hemisferio occidental.
Y aunque no tuve
el honor de haber participado en su fundación, si he sentido desde que conocí a
CIMAS un gran respeto por las reflexiones y el flujo de nuevas ideas que se han
presentado en sus Coloquios, así como por el trabajo adelantado por sus dos Presidentes Vera Facciollo y Elbio
Laxalte, quienes hoy deben sentirse las personas más felices y orgullosas del
mundo.
Ahora el “Espacio Masónico
Americano”, que estamos creando en Sao Paulo, representa una nueva
oportunidad para la ilusión de unir lo que está absurdamente disperso en la
Masonería progresista del continente.
Y si bien diez años no parecen
mucho tiempo, y durante ellos ha corrido mucha agua bajo los puentes y hemos
recibido críticas de que nuestra forma liberal de entender lo que nos rodea es
una claudicación frente a lo contemporáneo, la única verdad que tenemos para
mostrar es que no hemos hecho sino un simple retorno a los orígenes y a la forma
de pensar de quienes independizaron el continente americano hace dos siglos, que
vieron en la Masonería una función social, e incluyeron en sus vidas unas
valoraciones morales en calidad de principios, después haberse ungido de
Tolerancia anglicana y de Revolución Francesa, gracias a un alma liberal
colectiva dotada de un interés constructivo de autonomía.
Lo cual, es un claro ejemplo
de desarrollo sostenible de unos arquetipos que siguen generando propuestas
progresistas, como, por ejemplo, la que nos ocupa en este Coloquio, que busca
independizar la soberanía del ecosistema que sostiene la vida en la Tierra de
las dictaduras del consumo desbocado y la contaminación humana. O sea, que
ahora en medio de un “más de lo mismo” Masónico, estamos avocados
paradójicamente a la tarea de conquistar la independencia de aquello que hemos
querido siempre dominar, y no la nuestra en particular como individuo o como
sociedad.
Aunque viéndolo bien, y
mientras no nos hayamos ido a vivir a otro planeta como parecen aconsejar
nuestros científicos más imaginativos, el combate por la manumisión del
ineludible hábitat para la supervivencia de la humanidad incluye la necesaria
independencia de nuestra mente y de nuestros sentimientos de las presiones que
nos asedian, así como el asignarnos autónomamente un valor basado en el respeto
al ser humano en particular, y, en general en la inclusión plena en el marco de
la subsistencia de todas las formas de vida, ya no solamente humanas,
sino además la de los animales y los vegetales que ahora vemos con ojos de
parientes que comparten una misma red interconectada. Conceptos, que parecieran
ser de distintas temáticas pero que se entrecruzan en el común combate en pro de
la dignidad humana y contra los prejuicios y las inercias mentales que nos
gobiernan.
Es muy difícil definir lo que
podemos entender como dignidad humana. A mí en particular me gusta la tesis que
ofrece el filósofo alemán Robert Alexi cuando afirma que posee tres elementos:
a) Autonomía ética para ver un fin en sí mismo; b) un núcleo fuerte personal
que no puede ser objeto de restricciones; y c) la necesidad de un mínimo de
condiciones de existencia. Es un poco kantiana la definición, pero me parece
afortunada.
Hay muchas otras
formas de dignidad por la que podríamos preocuparnos en la construcción
actualizada de una familia humana más feliz, que es uno de los mandatos más
importantes del Rito Escocés Antiguo y Aceptado desde hace algo más de un par de
siglos. Está por ejemplo, la población victima de
desplazamiento forzado, la atención especial para la niñez, el adulto mayor y
las personas discapacitadas, los derechos a la verdad, la justicia, la
reparación integral y las garantías de no repetición, la protección de las
minorías étnicas, la población campesina, indígena y afro descendiente, la
desaparición de los paraísos fiscales, el derecho real a la libertad de
conciencia, el diálogo entre “centros” y “periferias”, una educación basada en
pensamientos sistémicos y complejos ligados a los derechos humanos culturales y
colectivos, y un largo etcétera.
Los Masones en realidad hemos
construido más que una reglamentación universal, un principio sustancial,
referente e interpretativo de la realidad humana, que nos señala un camino.
Solo con un abordaje crítico de nuestras diferencias, alejándonos del carácter
lineal de nuestras estructuras culturales e interrogando nuestros paradigmas con
una perspectiva solidaria podemos hacer sostenible, “In Crescendo”,
aquello de una humanidad feliz a la que nos debemos.
Las sociedades, al igual que
los seres vivos, son medios dinámicos no rectilíneos, más bien anárquicos frente
a las tendencias que les alteran su estabilidad y las rigen en su evolución
hacía puntos críticos a partir de los cuales hay un antes y un después, además
de una singularidad completamente nueva con estructuras disipativas, muchas
veces impensadas, en lo que podríamos llamar un “efecto mariposa”, cuando
no un “Big Bang” sociológico.
Llegado a este punto, es fácil
darse cuenta de que es larga y exigente la tarea de reflexión sobre el rol que
podría desarrollar la Masonería, dividida en diferentes dimensiones doctrinales,
para abocar la temática de la dignidad humana en el marco del desarrollo
sostenible. Pero lo que sí es seguro, es que todos tenemos la obligación de
continuar ocupándonos del ser humano en sus estructuras ideológicas, políticas y
económicas, así como en sus costumbres, creencias y relaciones de las sociedades
tribales y complejas con el ecosistema.
Los entendidos han descrito
cinco tipos principales de sostenibilidad para que el concepto no se torne
ambiguo e ingenuo. Ellas son, la social, la económica, la ecológica, la
geográfica y la cultural, y todas suponen el establecimiento de un modelo
estable de gestión humana.
No obstante, para una
institución Iniciática que se define como especulativa, como lo es la Masonería
desde hace tres siglos, el desarrollo sostenible más importante que puede
emprender es el de las ideas progresistas responsables. Es decir, el de las
iniciativas preconcebidas a partir de modelos arquetípicos que envuelvan
principios, valores y reglas.
Quiero contarles que hace tan
solo unas pocas horas he viajado fascinado como siempre, mirando por la
ventanilla de un avión, desde el Mar Caribe colombiano hasta Sao Paulo,
atravesando tres cordilleras andinas y la selva amazónica, durante más de doce
horas, y una vez más he podido comprobar la inmensa responsabilidad que tenemos
con el planeta los que vivimos de este lado del mundo.
Y también deseo contarles,
que, una vez más, ha venido a mi mente la necesidad que existe de aprender de
esas personas que viven allí abajo en las montañas y en las selvas como
integrarnos sin traumas al concierto de la vida en la Tierra.
Ojalá pudiéramos desarrollar
un sistema educativo en nuestras ciudades que incluya una estancia de nuestros
niños o adolescentes en sus hábitats. O que por lo menos tienda a asociar con
argumentos a favor de una base ecológica sostenible su comportamiento personal y
colectivo.
O que podamos, por otra parte,
hacer realizable un arquetipo que admita el emprendimiento de una acción que
muchos estados no están dispuestos a ejecutar, pues implica una gran inversión,
un gran esfuerzo, una disminución de sus ganancias de acuerdo al modelo
económico vigente y una nueva conciencia planetaria, que son cosas muy difíciles
de adoptar. Por que, entre otras cosas, debemos reconocer que el tema de los
límites del potencial de recursos del planeta y el de la fragilidad de su
equilibrio ecológico, a pesar de su urgencia evidente, todavía cuenta con
conceptos tutelares en construcción que están siendo afectados negativamente por
presiones políticas, económicas e ideológicas.
Ahora estoy en Sao Paulo,
entre hombres y mujeres que han venido de cerca y de lejos, con diferentes
sensibilidades, pero unidos en lo disperso, para compartir y conocer reflexiones
y propuestas sobre el tema.
Por lo tanto, yo estoy seguro
de que para mí serán de mucho provecho las próximas horas entre ustedes, y de
que a mi regreso a casa llevaré varias iniciativas para compartir con mis
Queridos Hermanos y Hermanas, mis alumnos y colegas de la Universidad, mis
amigos habituales y mi familia.
Por último, no puedo dejar de
presentar excusas por no haber leído estas líneas en el bello idioma portugués.
Siempre me deleito con sus sonidos, pero solo he aprendido a entenderlo en poca
medida en su versión conocida como “portoñol”, aunque sí tengo la suerte
de haber aprendido a decir en portugués desde el fondo de mi corazón Masónico:
“Muito obrigado, irmãos e irmãs. Eu sou um homem muito feliz de estar com
você”
IHM
Sao Pulo,
Brasil
Septiembre 21/12
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