Desmontando mitos sobre la masonería
Uno dice masonería y se hace como un silencio de humo de cigarrillos importados del siglo XIX o el XX, el cafetín enmudece y los parroquianos ponen la oreja en modo parabólico. Ningún asunto recibe tanta atención como aquél que desea mantenerse en secreto, y la masonería es una institución iceberg cuya parte principal se mantiene bajo las aguas heladas del anonimato. De ahí que en los últimos años, pródigos en interés por el misterio, se haya hablando tanto de los masones. Desde el programa de Iker Jiménez hasta libros de los más variopintos especialistas y advenedizos han vertido la tinta de sus estilográficas en este cauce.
Los masones, entretanto, se mantenían en silencio. Pero últimamente algunos miembros destacados de la masonería han confesado su condición y abren las cortinas sobre un misterio que, como ocurre con todos los secretos guardados demasiado tiempo, resultará decepcionante para los más paranoicos.
A pesar de la providencial discreción de los masones, esta entrevista con un miembro muy reputado tiene lugar en un lugar público y populoso: el café Pepe Botella de Madrid, no entre humo de cigarrillos porque está prohibido pero sí rodeados de orejas dispuestas a la escucha. Ignacio Merino llega puntual y toma asiento. Es un hombre corpulento de mirada vivaz y voz grave de orador. Pese al gentío circundante, no le parece mal sitio para tener una charla.
La noche anterior tuvo lugar en el Ateneo de Madrid la presentación de su último libro,Palabras de Unión, Masonería y Modernidad, editado por Atanor. Un acto público al que asistieron muchos curiosos. No era para menos. El autor tiene una veintena de títulos publicados entre novelas históricas, libros de viaje y ensayos, y es un conocido periodista cultural. Vivió las cárceles del franquismo con dieciocho años, la contracultura de los 70 y los 80 en Madrid, Barcelona, Ámsterdam e Ibiza, fue jefe de prensa de la Embajada de España en Londres, corresponsal internacional para la agencia United World en Uruguay, Bulgaria, Checoslovaquia y Madeira y director del programa de radio Claves de la Historia en Radio Internacional. Pero además de todo esto, es un miembro de la masonería, concretamente Maestro del Rito Francés en la Gran Logia Simbólica Española.
La presentación del libro, como puede suponerse, tuvo algo de reunión masónica. Desde la mesa, en la que hizo de presentador Luis Algorri, director de cultura de la revista Tiempo, se pasaba en ocasiones sobre lo que “muchos de ustedes ya sabrán”, dando a entender que los masones eran una buena parte del público reunido. Pero allí no había rostros verdes ni colmillos, no había capas negras ni bastones con punta retráctil de cuchillo, y tampoco expresidentes de gobierno, banqueros o personas con aspecto de haber aparcado el yate en la esquina de la calle León con la Plaza Santa Ana. Masones o no, allí se hablaba con naturalidad de lo que durante más de doscientos años fueron secretos. Y el autor estuvo muy receptivo a conceder una entrevista al día siguiente.
Volvemos al café Pepe Botella. Tras pedir unos tés, comienza la charla.
Merino pertenece a la Gran Logia Simbólica Española (GLSE), liberal, mixta, adogmática “y más bien laica”. La otra gran rama de la masonería española es laGran Logia de España (GLE), de matiz anglosajón, que no admite mujeres y cuyos miembros son deístas. Merino dice que en España hay “unas cincuenta logias en la simbólica” y desconoce el número de logias de la GLE, pero “en cualquier caso son muchas menos que en Francia o Inglaterra.”
Dice Merino que en España, tras cuarenta años de franquismo, la masonería es débil, al contrario que en Norteamérica, donde grandes presidentes, incluso pioneros, eran masones; a diferencia de Francia, donde la masonería tiene un gran poder inmobiliario y algunos magnates como Strauss Kahn son masones. “Aquí es un club de pensadores. Tiene muy poco de sociedad secreta, que solían tener un fin revolucionario y no sólo iniciático sino instrumental y defensivo.”
Merino, historiador, describe esta tendencia combativa y pasada. “Durante la ocupación francesa en España existe una masonería conspirativa contra el régimen napoleónico, germen del Partido Liberal. Aquello sí eran sociedades secretas.” Funcionaba por triángulos, que eran la antigua base de la masonería, con un germen de tres personas que conectaban, cada una, con otro triángulo, “y así como los hexágonos de un panal se acababa formando una logia.”
En esas logias primitivas funcionaba la clandestinidad, una acción guerrillera, revolucionaria. “Éstas eran sociedades secretas, como la que tuvo Garibaldi, otro masón. Ahora mantenemos una identidad más discreta que secreta, aunque cada vez menos discreta, porque no tiene ya mucho sentido. Lo que sí son secretos son los contenidos iniciáticos de cada grado.” Se refiere a los grados de aprendizaje, sobre los que se basa la jerarquía interna de las logias masónicas. Sorbe el té y suelta una risa irónica: “Aunque… están todos en la red, claro. Internet ha acabado con el secreto masónico más que cualquier espía.”
Merino admite que algunos miembros de la masonería no ven esta transparencia con buenos ojos. ¿Acaso siguen temiendo amenazas? “No, no, en todo caso campañas de prensa en contra.” El escritor opina que la Iglesia sigue viendo a la masonería como si fuera el Anticristo, cuando algunas logias son deístas. ¿Católicas? “No exactamente. En el templo masónico tiene que haber un libro sagrado, que puede ser la Biblia, el Corán o el de Confucio, pero en mi logia el libro sagrado sobre el que se hacen los juramentos y sobre el que se abren las Tenidas es la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU.”
La Tenidas son las reuniones masónicas, sobre las que hablaremos más adelante.
Merino también desmiente que las logias sigan funcionando como lobbys de poder, “al menos en España y según la información de que dispongo, pero un masón jamás señala a otro masón”. Los miembros, explica, se ayudan a un nivel espiritual y pedagógico. Habla de la logia como si fuera una universidad, palabra que acaba pronunciando al hablar de su nuevo libro. “Palabras de unión no es una respuesta a la antimasonería del tipo César Vidal, sino a la necesidad de que los masones estén más formados. A hacer esa universidad que queremos hacer, de la que me considero parte. Tengo una triple responsabilidad como masón, como pedagogo y como escritor. La masonería, ahora mismo, es en gran parte pedagogía.”
¿Cómo funciona entonces la logia, principal cuerpo masónico? Ampara la celebración de Tenidas, reuniones periódicas donde los masones comparten las Planchas, que son textos parecidos a ensayos sobre los temas en los que cada masón decida trabajar dedicando su esfuerzo intelectual. En las Tenidas se celebran rituales “secretos para el profano” y se canaliza la reflexión de los individuos hacia el bien común, “como en una reunión de estudiosos.” Los masones celebran también las Tenidas Blancas en las que, despojado el rito de algunos de sus símbolos, se invita aprofanos, especialmente familiares y amigos, a que participen.
Aunque Merino insiste en que la masonería no es proselitista, interesa saber cómo llegó él a contactar con esta organización escurridiza. Lo cuenta sin problemas: “Yo soy de la primera generación de internet. A finales del Siglo XX, en el 99 o el 2000, localicé alguna de las logias en Madrid y sigo estando en una de ellas, la logia Hermes Tolerancia de la GLSE, la más antigua de Madrid”. Respecto a las barreras de entrada, Merino desvía la mirada y dice que los Grados son uno de los asuntos secretos de la masonería, pero explica que no resulta difícil quedarse en la organización si el individuo tiene interés, se esfuerza en aprender y se compromete con sus hermanos.
Merino insiste en que cada masón vive la masonería a su modo, pues la filosofía de base es un respeto a la individualidad. Llevando por ahí la entrevista, hay un asunto concreto en la biografía de Merino que llama la atención. Él escribió el libro Serrano Súñer, historia de una conducta, biografía del cuñado de Franco y gran persecutor de masones. Sin embargo…
P: Usted se dio a conocer con libro sobre Serrano Súñer, y no era precisamente un retrato demonizante.
Así es.
P: Él redactó la ley contra los masones a la diestra de Franco.
En efecto.
P: ¿Tuvo acceso a algún material contra la masonería cuando fue biógrafo de Ramón Serrano Súñer?
Afortunadamente no. Estuve muchos años hablando con él y tuvimos una relación estrecha. Yo conocí a Don Ramón en el 89 para hacerle una entrevista en una revista de la época, y aquella entrevista dio pie a ese libro, por la imprevisible conexión personal con Serrano Súñer y por el interés que me despertaba aquel hombre tan díscolo de la historia. Escribí el libro en el 95 y no me hice masón hasta 2002. Pero yo creo que el propio Don Ramón se arrepentía de esta persecución. Igual que de la que protagonizó contra la Institución Libre de Enseñanza e igual que el rechazo visceral que tuvo hacia la República por sus excesos anticatólicos.
Aunque Merino ha dejado claro que los masones, al menos en su logia, no forman unlobby de poder, interesa saber si al menos comparten información privilegiada. Al escuchar la pregunta sonríe. Dice que quiere salir a fumar un cigarrillo. Le pido que responda primero y después de beber un poco de té pregunta: “¿Si compartimos información privilegiada, como quién será el próximo presidente o quién nos sacará de la crisis? Mire, no. No”. Irónicamente dice que ésa es una leyenda dorada “a la que podría seguir dando brillo, pero prefiero no hacerlo”.
Después explica que incluso dentro de la masonería existe el mito nunca desmentido de los Superiores Invisibles, “hermanos con información privilegiada a los que ni los masones conocemos, algo tan inasible… En momentos de convulsión histórica tuvo que haberlos. Pero la realidad es que ahora no los hay. Pero toda esta idea de los gobiernos en la sombra, de los grupos de poder, es una falsedad o como mínimo una exageración.”
Al hilo de este tema, Merino recuerda el famoso contubernio que unía a comunistas con judíos y masones “para hacer el mal, como si eso diera dividendos. La realidad es que los clubs que intentan controlar el poder no pertenecen directamente a la masonería.”
Pone el ejemplo de la ya mencionada masonería francesa, que sí es “un grupo de poder, progresista, con mucho dinero, compuesto por liberales que se lo pasan muy bien, son todo hombres y luego contratan señoritas, en fin… Vividores. Para lo que los masones siempre se han reunido en secreto es para sacarle más jugo a la vida. Por eso Casanova era masón”.
Vista así, la masonería parece algo menos anguloso de lo que se piensa.
P: ¿Le parece que es bueno desmitificar la masonería?
Sí. Absolutamente.
P: ¿Por qué?
Porque se le han ido pegando muchas lapas, y su forma y su estructura son muy bellas y su madera es muy noble. Esas lapas la afean. No hay necesidad. Puede tener su gracia pero no hay necesidad.
Entonces ¿para usted no fue una decepción entrar en la masonería y ver que no era lo que pintaban?
Bueno, yo no esperaba tanto. Sabía que el templo no sería suntuoso como me hubiera gustado, como una catedral católica, sabía que no tenía poder en España, y sin embargo me sorprendió y me sigue sorprendiendo el fervor de la mayoría de los que estamos allí, que somos gente rebotada de muchos sitios. Hay mucho escéptico en lo social, en lo político… Pero dentro de la masonería creen en lo que hacemos y he encontrado una escuela de optimismo.
Después de esta respuesta, el té y la entrevista llegan a su final. Las conversaciones de los parroquianos continúan. Nadie ha escuchado o a nadie le interesa. El masón vuelve a pedir permiso para ir a fumar, pero justo cuando se levanta, llega la última pregunta.
P: ¿Cuánto ha callado usted durante esta entrevista?
(Ríe) Sólo un… cinco por ciento fundamental.
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