EL KYBALIÓN
LOS TRES INICIADOS
Hace
tiempo llego a nuestras manos un libro titulado El Kybalión, el cual en
su momento lo intentamos leer muchas veces, pero sin saber porque nunca
lo terminamos. Parece ser, como más adelante se indica, que solo
aquellas personas que están preparadas pueden llegar a su término y
comprensión. Guarda, a nuestro entender, las enseñanzas fundamentales
para comprender toda la existencia y posibilita la evolución al adquirir
conciencia de todo aquello que creemos es Transcendental. Son temas
sumamente profundos y maravillosos que nos dan una idea, y nos explican
el porque de las cosas y de todo aquello que nos rodea.
Las Siete
Leyes Universales o Kybalión, se atribuyen a la más rica filosofía y
enseñanza mística de Grecia y Egipto. A unos les constará más que a
otros la comprensión de las mismas. Este libro dicen que fue escrito por
Los Tres Iniciados, ignorándose realmente la personalidad de los
mismos. Ellos lo que hacen, es trasladar las enseñanzas herméticas que
nos legó Hermes Trimegistro (El Tres Veces Grande), también conocido
como Thot, el Atlante. A él se le atribuyen la invención de la escritura
jeroglífica, de la ciencia, de las artes, fundador de la astrología y
descubridor de la alquimia.
Cuentan que vivió más de
trescientos años y que tiempo después de su muerte, en Grecia, lo
llamaron, "Hermes, el dios de la sabiduría" y basaron sus filosofías o
afiliaciones estudiosos como Pitágoras, Arquelao, Sócrates, Empédocles,
Platón, Aristóteles, Hipócrates, entre otros tantos respetables sabios
del mundo inspirado de la Acrópolis. Tanto los egipcios como los griegos
veneraron su memoria, denominándole el "inspirado de los dioses", y
añadiéndole el nombre de "Trimegisto" que significa tres veces grande.
Thot
dejó su legado en cristales y metal, el cual fue guardado en una arca, y
es lo que hoy se conoce como "Las Tablas Esmeralda", en la cual se
inscriben Siete Leyes Universales, que resume en dicho número los
principios de la verdad....
Verdad o ficción, la
sabiduría del Kybalión se ha construido en la piedra angular de todo
sincero buscador de la verdad. Y tal como advierte el enigmático Thot al
inicio del libro, "Los principios de la verdad son siete. El que
comprende esto perfectamente, posee la clave mágica ante la cual todas
la puertas del templo se abrirán de par en par... Esperamos, como todo
aquello que os trasladamos, sea de vuestro agrado y disfrutéis de ello
tanto como nosotros.
INTRODUCCIÓN
Mucho
placer nos causa el poder presentar este trabajo a la atención de los
estudiantes e investigadores de las Doctrinas Secretas, obra que está
basada en las antiquísimas enseñanzas herméticas. Se ha escrito tan poca
cosa sobre este asunto, a pesar de las innumerables referencias que se
han hecho de estas enseñanzas en muchos de los trabajos sobre ocultismo,
que los investigadores de las verdades arcanas habrán, sin dudas,
presentido la aparición de este libro.
El propósito de
éste no es la enunciación de una filosofía o doctrina especial, sino más
bien el de dar al estudiante una exégesis de la verdad, que le sirva
para conciliar los muchos tópicos de los conocimientos ocultos que puede
ya haber adquirido, pero que, aparentemente, son contradictorios y
paradójicos, lo que a menudo desanima y disgusta al principiante.
Nuestro intento no es el de erigir un nuevo templo de sabiduría, sino el
de colocar en manos del investigador una clave maestra con la cual
pueda abrir las numerosas puertas internas que conducen al Templo del
Misterio.
Ningún conocimiento oculto ha sido tan
celosamente guardado como los fragmentos de las enseñanzas herméticas,
los que han llegado hasta nosotros a través de las centurias
transcurridas desde los tiempos del Gran Fundador, Hermes Trismegisto,
«el elegido de los dioses», quien murió en el antiguo Egipto, cuando la
raza actual estaba en su infancia. Contemporáneo de Abraham, y, si la
leyenda no miente, instructor de aquel venerable sabio, Hermes fue y es
el Gran Sol Central del Ocultismo, cuyos rayos han iluminado todos los
conocimientos que han sido impartidos desde entonces. Todas las bases
fundamentales de las enseñanzas esotéricas que en cualquier tiempo han
sido impartidas a la raza son originarias, en esencia, de las formuladas
por Hermes. Aun las más antiguas doctrinas de la India han tenido su
fuente en las enseñanzas herméticas.
Desde la tierra
del Ganges muchos ocultistas avanzados se dirigieron hacia el Egipto
para postrarse a los pies del Maestro. De él obtuvieron la clave
maestra, que, al par que explicaba, reconciliaba sus diferentes puntos
de vista, estableciéndose así firmemente la Doctrina Secreta. De todas
partes del globo vinieron discípulos y neófitos que miraban a Hermes
como el Maestro de los Maestros, y su influencia fue tan grande que, a
pesar de las negativas de los centenares de instructores que había en
los diferentes países, se puede fácilmente encontrar en las enseñanzas
de estos últimos las bases fundamentales en las que se asentaban las
doctrinas herméticas. El estudiante de religiones comparadas puede
fácilmente percibir la influencia tan grande que las enseñanzas
herméticas han ejercido en todas las religiones, sea cual fuere el
nombre con que se les conozca ahora, bien en las religiones muertas o
bien en las actualmente existentes. La analogía salta a la vista, a
pesar de los puntos aparentemente contradictorios, y las enseñanzas
herméticas son como un conciliador de ellas.
La obra de
Hermes parece haberse dirigido en el sentido de sembrar la gran verdad
que se ha desarrollado y germinado en tantas y tan extrañas formas, más
bien que en el de establecer una escuela de la filosofía que dominara el
pensamiento del mundo. Sin embargo, la verdad original enseñada por él
ha sido guardada intacta, en su pureza primitiva, por un reducido número
de hombres en cada época, los cuales, rehusando gran número de
aficionados y de estudiantes poco desarrollados, siguieron el proceder
hermético y reservaron su conocimiento para los pocos que estaban
prontos para comprenderlo y dominarlo. De los labios a los oídos fue
transmitido este conocimiento entre esos pocos. Siempre han existido en
cada generación y en los diversos países de la tierra algunos iniciados
que conservaron viva la sagrada llama de las enseñanzas herméticas, y
que siempre han deseado emplear sus lámparas para encender las lámparas
menores de los del mundo profano, cuando la luz de la verdad languidecía
y se anublaba por su negligencia, o cuando su pabilo se ensuciaba con
materias extrañas. Han existido siempre los pocos que cuidaron el altar
de la verdad, sobre el cual conservaron siempre ardiendo la lámpara
perpetua de la Sabiduría. Esos hombres dedicaron su vida a esa labor de
amor que el poeta describiera en estas líneas:
Ø “O,
let not the flame die out! Cherished age after age in its dark cavern
—in its holy temples cherished. Fed by pure ministers of love— let not
the flame die out!”
Ø «¡Oh, no dejes extinguirse la
llama! Sustentada por generación tras generación en su oscura caverna
—en sus templos sagrados sustentada. Nutrida por puros sacerdotes de
amor— ¡no dejes extinguirse la llama!»
Estos hombres no
buscaron nunca ni la aprobación popular ni acaparar gran número de
prosélitos. Son indiferentes a esas cosas, pues saben de sobra cuán
pocos hay en cada generación, capaces de recibir la verdad, o de
reconocerla si se les presentara. Ellos «reservan la carne para los
hombres», mientras que los demás «dan leche a los niños», conservan sus
perlas de sabiduría para los pocos elegidos capaces de apreciar su valor
y de llevarlas en sus coronas, en vez de echárselas a los cerdos que
las mancillarían y pisotearían en el cieno de sus chiqueros. Mas estos
hombres no han olvidado aún los preceptos de Hermes respecto a la
transmisión de estas enseñanzas a los que estén preparados para
recibirlas, acerca de lo cual dice El KYBALIÓN: «Dondequiera que estén
las huellas del Maestro, allí, los oídos del que está pronto para
recibir sus enseñanzas se abren de par en par». Y además: «Cuando el
oído es capaz de oír, entonces vienen los labios que han de llenarlos
con sabiduría». Pero su actitud habitual ha estado siempre estrictamente
de acuerdo con otro aforismo, de El KYBALIÓN también, que dice que «los
labios de la Sabiduría permanecen cerrados, excepto para el oído capaz
de comprender.»
Y esos oídos incapaces de comprender
son los que han criticado esta actitud de los hermetista y los que se
han lamentado públicamente de que aquellos no hayan expresado nunca
claramente el verdadero espíritu de sus enseñanzas, sin reservas ni
reticencias. Pero una mirada retrospectiva en las páginas de la historia
demostrará la sabiduría de los maestros, quienes conocían la locura que
era intentar enseñar al mundo lo que éste no deseaba ni estaba
preparado para recibir. Los hermetista nunca han deseado ser mártires,
sino que, por el contrario, han permanecido retirados, silenciosos y
sonrientes ante los esfuerzos de algunos que se imaginaban, en su
ardiente entusiasmo, que podían forzar a una raza de bárbaros a admitir
verdades que sólo pueden comprender los que han avanzado mucho en el
Sendero. El espíritu de persecución no ha muerto aún en la tierra. Hay
ciertas enseñanzas herméticas que, si se divulgaran, atraerían sobre sus
divulgadores un griterío de odio y el desprecio de las multitudes, las
que volverían a gritar de nuevo: ¡Crucificadlo!… ¡Crucificadlo!…
En
esta obra hemos tratado de daros una idea de las enseñanzas
fundamentales de El KYBALIÓN, indicando todo cuanto se refiere a los
principios actuales, dejándoos el trabajo de estudiarlos, más bien que
el de tratarlos nosotros mismos en detalle. Si sois verdaderos
estudiantes o discípulos, comprenderéis y podréis aplicar estos
principios; si no, debéis desarrollarlos, pues de otra manera las
enseñanzas herméticas no serán para vosotros sino «palabras, palabras,
palabras».
No hay comentarios:
Publicar un comentario