LA PLOMADA
Por Iván Herrera Michel
Para
los obreros europeos de la construcción del siglo XVII, una plomada
consistía en una pieza de plomo, o en su defecto de una aleación de este
metal, de conformación troncocónica o cilíndrica colgada verticalmente
de una cuerda de algodón trenzado, que servía para verificar la rectitud
de un muro y se utilizaba cada vez que se levantaban cinco o seis
hiladas de piedras.
Junto
con el nivel y la escuadra, la plomada era uno de los tres instrumentos
de control más importante que acompañaba al albañil a lo largo de su
carrera. No era una herramienta de construcción como la llana, ni una
de preparación como el cincel y el mazo, ni tampoco una de diseño como
el compás.
En
materia Masónica, al igual que en la construcción de un muro, la
plomada no interviene al principio del trabajo sino cuando ya va
adelantado y se usa para ir verificando si posee la rectitud correcta,
con el fin de corregir las desviaciones o errores que pudieren haberse
presentado en el avance de la obra.
Suspendida en el centro de la Logia, la plomada desciende simbólicamente en el hemisferio septentrional desde la Estrella Polar. Es decir, desde el Polo Norte celeste . O desde el Polo Sur celeste en el hemisferio meridional,
determinado a partir de la Cruz del Sur. Que son puntos imaginarios
alrededor de los cuales parece que giraran las estrellas de este a oeste
para un observador ubicado en la superficie del planeta debido al
movimiento de rotación. Ellos servían a los navegantes como “puntos fijos” a la hora de comprobar su posición.
De
la misma manera, la plomada y la cuerda que la sostiene ayudan al Masón
a ubicar su lugar en relación con el eje central Masónico y los polos
de moralidad que deben guiar su acción, sus palabras y sus pensamientos.
De allí derivan expresiones tales como “Estar a Plomo” o “Aplomar”,
que son de común uso en la cotidianidad de las Logias para manifestar
que una situación está orientada al deber ser o conforme con las
obligaciones contraídas.
La
cuerda descendente de la plomada simboliza la relación y los deberes
que asume un Masón con el Taller, con su conciencia moral y con la
sociedad en general, así como la alianza de su pensamiento con sus
actos, por lo que es afortunado que en las Logias se encuentre ubicada
frente a todos los asistentes, sin importar cargos ni Grados, para
recordar con su verticalidad inmóvil que continuamente se deben revisar
los trabajos para detectar los errores en la construcción que partiendo
del universo de las ideas gobierna la acción planeada.
Por
su lado, el plomo suspendido de la bóveda estrellada simboliza al
hombre en la búsqueda de un devenir ajustado a las leyes, principios y
referentes que aplica autónomamente a la transformación de su realidad.
En este orden de ideas, la presión de la fuerza de gravedad que empuja
al plomo hacia el interior de sí mismo y de la humanidad es proporcional
al tamaño y la cantidad de materia moral, intelectual y solidaria de su
comprensión de las “buenas costumbres”, de las leyes justas y de
la tradición Masónica, en una alianza que ofrece la sensación abstracta
de unión entre moral y normativa al momento de optar entre varias
posibilidades o valores, en un marco constructivo.
Dicho
sea de paso, una ley es justa cuando, observando la razón, busca el
bien común y no desconoce los derechos humanos, ni privilegia a unos
sobre otros. Para los iusnaturalistas, una ley es justa cuando es
universal y consulta los valores innatos del ser humano. Para los
iuspositivistas, lo es cuando fue creada de acuerdo con los
procedimientos legales preestablecidos.
A
su vez, la tradición Masónica impone una interpretación de sus símbolos
y alegorías a lomo de caballo de la geografía, la historia y la
sociología para comprender mejor el contexto en el que fueron concebidos
originalmente, su evolución en tres siglos y su funcionalidad
especulativa actual.
En
los espacios progresistas de la Orden, un Masón avoca sus referentes
normativos y morales desde el horizonte ontológico que surge de una
permanente actitud constructiva dirigida al individuo y a la comunidad.
La
plomada en el lenguaje Masónico nos invita a reflexionar sobre los
deberes y obligaciones que tienen los Masones, en una deontología que
relaciona la libertad individual con el compromiso que dicta la
conciencia.
Implica equilibrio y estabilidad. Abona solidez y durabilidad al proyecto.
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