El código de la logia: Dan Brown cuenta la relación que le une con la masonería
El escritor Dan Brown posa delante del Vaticano, donde es considerado persona non grata. (Reuters)
Dan Brown, el autor de El código Da Vinci, uno de los libros más exitosos de la historia (se han despachado más de 80 millones de copias), es un tipo extravagante. Se suele levantar a las cuatro de la mañana para escribir, sin necesidad de usar un despertador, y cuando no se siente demasiado inspirado se ata los pies a una tabla que guarda en el gimnasio de su casa y la gira hasta que está cabeza abajo. Es lo menos que podrías esperar de alguien que escribe sobre sociedades secretas.
Aunque ha recibido millones de críticas sobre su particular recreación histórica del cristianismo, y su retrato de grupos religiosos como el Opus Dei –quienes no salen muy bien parados en la historia que cuenta El código Da Vinci–, Brown sigue considerándose un experto en la historia e ideología cristiana, e insiste en que su retrato de sociedades como el propio Opus Dei, los Illuminati o los masones (que protagonizaron su penúltimo libro, El símbolo perdido) es fiel a la realidad. Pero independientemente de la veracidad histórica, queda claro quiénes son sus favoritos. Los católicos, son los malos; los masones, los buenos.
“Sólo tengo admiración para los masones”
No son pocos los que han insistido en que Dan Brown era masón, algo que el escritor estadounidense siempre ha negado. Ahora, quizás para dar vidilla a la promoción de su nuevo libro, Inferno (que salió a la venta la semana pasada en todo el mundo) Brown se ha retratado. Aunque en la novela, que vuelve a protagonizar el profesor de simbología Robert Langdon, los masones no juegan ningún papel especial –lo hace El Consorcio, una nueva organización secreta que el escritor, asegura, es una amalgama de grupos reales– Brown ha decidido realizar la presentación de su libro en Reino Unido en la sede de La Gran Logia Unida de Inglaterra, en Londres, una de las asociaciones masónicas más importantes del mundo, referente de la corriente regular (la que no admite mujeres en sus filas).
La única duda del autor sobre ser masón es que tendría que guardar silencio, y no podría utilizar sus conocimientos sobre la masonería en futuras novelasEn una entrevista previa al evento, concedida al diario The Independent, Brown ha reconocido que sería un honor para él ser masón e insinúa que lo está considerando: “No recibes una invitación de los masones, pero me han enviado un mensaje claro de que la puerta está abierta si alguna vez me quiero unir”.
Brown reconoce ahora que la masonería encaja en su visión del mundo. El escritor sólo tiene palabras elogiosas para la organización: “No tengo más que admiración para una organización que, esencialmente, une a las personas de diferentes religiones". Brown cree que la masonería no es una religión, sino un lugar de encuentro para que la personas con inquietudes espirituales vayan más allá de sus propias creencias. “En vez de decir ‘tenemos que encontrar un nombre a Dios’”, explica el escritor, “usan símbolos para que todo el mundo pueda estar unido”. Todos menos las mujeres, claro, que no están admitidas en gran parte de las sociedades masónicas, algo que Brown reconoce, “es un poco contradictorio”, pero a lo que no da demasiada importancia: “Hay organizaciones sólo para mujeres y creo que no hay problema por que haya un sitio donde los hombres se reúnan solos”.
Según ha reconocido al diario británico, la única duda del autor antes de emprender el famoso ritual de iniciación masónica es que tendría que tomar un “voto secreto” y no podría utilizar sus conocimientos sobre la masonería en futuras novelas. ¿Estará dispuesto Brown a matar a la gallina de los huevos de oro?
A tortas con la Iglesia, una vez más
La obra de Dan Brown es un batiburrillo, la mayor parte de las veces inconexo, entre hechos supuestamente históricos, acción hollywoodiense y esoterismo. Mucho esoterismo. Y viendo la biografía del escritor, es comprensible que se sienta atraído por esto último. Su madre era una persona muy religiosa, cristiana evangelista compositora de música sacra. Su padre un científico. Algo que, según ha explicado el propio Brown en una entrevista con The Sunday Times –la única concedida antes de las presentaciones del libro–, hizo que todo lo que pensaba fuera contradictorio.
Dan Brown cree que su interpretación de la historia de Cristo es la menos chocanteCuando se dio cuenta de que el cristianismo no le convencía lo pasó mal: “Asumo que todos nosotros, yo incluido, tenemos un sentido de que hay algo más. Muchos sentimos que hay un Dios, o al menos lo anhelamos y queremos creer que hay alguien conduciendo el autobús. Fueron años difíciles. Según me sumergía en el estudio científico me daba cuenta de que la religión y la ciencia son dos lenguajes distintos tratando de contar la misma historia”.
Desde entonces, no ha desaprovechado ninguna oportunidad para atacar a la Iglesia Católica, algo que le ha llevado a ser considerado persona non grata por el Vaticano. A día de hoy, pese a todas las críticas que ha recibido, sigue defendiendo que la historia central de El código Da Vinci, que Jesús y María Magdalena eran pareja, tuvieron hijos, y sus descendientes siguen vivos hoy en día es, a grandes rasgos, real: “Mi interpretación de la historia de Cristo es la menos chocante. Decir que Dios bajó a la Tierra, preñó a una virgen y tuvieron un hijo con poderes mágicos me parece más chocante. En El código Da Vinci no quería impresionar, quería humanizar una historia que me cuesta aceptar”.
Con Inferno, su pugna con la Iglesia Católica promete reavivarse. En el libro sugiere que una nueva Peste Negra, la pandemia más devastadora de la historia que acabó en el siglo XIV con 25 millones de personas en Europa y entre 40 y 60 millones en Asia, podría solucionar una crisis demográfica que el autor cree inminente. “Es un gran problema que requiere una gran solución y esta podría ser una de ellas”, ha reconocido el autor a The Indepedent. “Podemos querer intervenir y hacerlo de una forma más humana que la naturaleza”. El autor asegura que sólo se refiere al Vaticano una vez en el libro, y es para criticar su mensaje sobre los anticonceptivos, “una política peligrosa que nos dice que no debemos preocuparnos por los números”.
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