jueves, 13 de junio de 2013
INICIACION MASONICA
VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
M.·.M.·.
El rito de iniciación produce en nuestro yo “interno” y en nuestra naturaleza, una revolución tan profunda como la que produce en el yo “externo” con el estudio de una profesión liberal. La Masonería siempre ha sostenido que el humano necesita para su desarrollo de esta ruta de disciplina y esfuerzo, ya que el éxito no es fruto de la casualidad sino de la tenacidad y la constancia.
El humano es un ser social y por lo tanto, por regla general, debe integrarse en un grupo para avanzar en el camino de la perfección individual, a pesar de que esta afirmación puede resultar paradójica o contradictoria. El humano encarna en este mundo físico con su nacimiento. Comienza la carrera de su vida como un ser dual. Tiene la conciencia doble. Es un ser físico unido a otro ser que es el alma. Tiene en realidad dos cuerpos: un cuerpo material, físico, terrenal; y dentro de él un cuerpo espiritual o del alma. Si existe alguna duda sobre esta aseveración, un estudio más avanzado descubrirá la verdad sobre esta ley. Lo más sorprendente es que cada uno de estos dos cuerpos tiene una mente o intelecto propio, y por esta razón, el humano viene a este mundo con una conciencia dual.
La ciencia moderna empieza a aceptar esta verdad como única explicación a muchos fenómenos, pero los iniciados ya la conocían desde hace siglos. La ciencia moderna del psicoanálisis y de la regresión hipnótica está basada en el descubrimiento hecho por la ciencia de la dualidad del intelecto y de la con ciencia del humano. Y aunque esta ciencia pueda parecer compleja o difícil de manejar, es simplemente porque los científicos no conocen todas las leyes y las manejan como principios incidentales, en tanto que las lecciones que debe recibir el iniciado en el taller, harán esa ciencia tan sencilla que se podrán dominar todos sus principios en poco tiempo. Muchas escuelas filosóficas dan distintos nombres a estos dos intelectos o formas duales de la conciencia del humano, pero la Masonería emplea términos sencillos y muy comprensibles en el uso diario: A) Al nacer, el humano llega a este mundo con dos mentalidades, dos formas de conciencia B) Mientras es niño de pocos meses, el humano no tiene conciencia de esta existencia dual que está dentro de él y en torno a él. C) Durante la infancia, a medida que la sensibilidad se desarrolla en el niño, se produce en su existencia un mundo visionario, un mundo de hadas. esto se debe a que el niño ve y oye visiones y sonidos tan diferentes de los acostumbrados que puede hacer una distinción entre ellos.
Pero cuando el niño empieza a hablar de estas experiencias, los mayores ordinariamente le dicen que son cosas de la imaginación o de la fantasía y que no debe dar importancia a esas impresiones. Todos nosotros hemos pasado por esta etapa en la que se nos “educa” para confiar tan sólo en lo que pueden percibir nuestros sentidos externos y objetivos. Esta educación nos transforma en materialistas, nos hace escépticos y seres inseguros, lleno de dudas. Como corolario, expulsamos todas las impresiones de la conciencia interna intuitiva y desarrollamos la otra material para lograr una expresión dominante.
Cuáles son estas formas de la conciencia?
Una es la mente espiritual del humano, que es parte de la conciencia y de la mente universal, donde actúan las fuerzas del cosmos para regular en perfecta armonía la sabiduría de la naturaleza de cada objeto que se mueve o se crea.
La segunda es la conciencia mundana que está relacionada con el cerebro del cuerpo humano. La mente espiritual entra en el cuerpo al nacer. Está impregnada con la esencia del alma y posee la divina sabiduría universal. Este conocimiento se refiere a todas las leyes fundamentales, morales y éticas del universo y a las leyes del amor y la justicia. Esta mente o conciencia espiritual es perfecta en su sabiduría del manejo debido de todas las partes del cuerpo, a fin de conservar la vida y de guiarnos y dirigirnos en muchas de nuestras emociones, como son las emociones del amor, del afecto por ejemplo a los padres, de la devoción, en este caso a los hijos y a nuestros hermanos. La conciencia material del humano, que es parte del cerebro, comienza su ciclo al nacer, en completa ignorancia. Esta conciencia con su órgano de expresión que es el cerebro, se ocupa de las leyes hechas por el humano y del conocimiento que se debe al él, como es leer, escribir, manifestarse en el arte, la música, los idiomas, aprender la historia, la recreación y la dramatización de las circunstancias de la vida como se lo hace a través del teatro, la danza y la mímica y por supuesto los principios de nuestros asuntos cotidianos que vamos adquiriendo en forma de reglas.
Estos son conocimientos y no pueden denominarse sabiduría. Son parte de la instrucción gradual que se recibe a partir del nacimiento. Se alimentan también con las experiencias diarias que van agregando conocimientos a la conciencia objetiva y al cerebro.
En cambio, toda experiencia espiritual nos hace comprender algo más la mente o conciencia espiritual.
Sabemos que el cerebro está estrictamente limitado en lo que puede ver y aprender. Con facilidad nos engañamos acerca de los grados de calor o frío, de los colores, sonidos, movimientos, gustos y olores. Con la iniciación comenzamos a comprender este fraude constante de nuestros sentidos y entonces nos asombramos porque nos damos cuenta que la mayor parte de nuestra vida hemos estado apartándonos de un mundo mayor y más fidedigno en el que podemos ver las distancias ilimitadas, oler, gustar y oír sin que nos limiten el espacio o el tiempo. Por tanto, la importancia de ese primer paso que hemos dado radica en que está encaminado a despertar el gran intelecto interior, la gran conciencia interior y a trabajar como verdaderos seres duales, como la naturaleza y su regla de armonía así lo dispuso. Esta es la gran obra del trabajo con la piedra interior que vamos labrando. Es la obra más maravillosa y creadora que el humano puede hacer para su propia restauración y para el goce de su legítima herencia. Esta es su redención. Esta es la verdadera opción que ofrece la masonería al iniciado. Naturalmente este trabajo requiere tiempo. Durante muchas décadas, la mayoría de nosotros ha consumido tiempo y esfuerzo en el camino equivocado de ignorar o derrocar al intelecto y la con ciencia interior, por ello estamos adormecidos y casi atrofiados. Será necesario un gran esfuerzo individual o colectivo para llevarnos a recuperar toda su fuerza. No podemos precipitar este proceso, es necesario desarrollar lentamente nuestros centros psíquicos y nerviosos que han debido estar desarrollados durante esos años en que lo hemos ignorado. Es necesario emplear un sistema y tener el cuidado de conservarlo en actividad.
Cada tenida para el masón debe ser un paso más para vencer la oscuridad que le rodea y alumbrarse en la luz de la razón, aprendiendo la virtud de vencerse a sí mismo. Y así paso a paso, escalón a escalón irá descubriendo y aprendiendo a desarrollar ciertos poderes escondidos o adormecidos, para encontrarnos gradualmente como dueños de las cosas que en el pasado fueron obstáculos, misterios, pruebas y tribulaciones. Veremos que nuestra naturaleza cambia y que todos sus miembros son testigos de ese cambio. Estamos pues en el umbral de la renovación. Somos pocos entre millones de seres humanos que hemos sido escogidos para ser guiados a conocer una sabiduría. Pero este cambio no está únicamente en golpear nuestros templos e ingresar a ella a través de este rito de iniciación, sino que debemos llevar los mejores propósitos para fundar tales esperanzas, y es en la razón de ser una persona libre y de buenas costumbres, dispuesta a luchar tesoneramente por la verdad, el bien y el propósito de vencer las pasiones y practicar la virtud y allí las puertas del templo le serán franqueadas; pero si por el contrario pretende perturbar esta Sociedad, introduciendo en ella errores y debilidades que se agitan en el mundo profano, que se retire de nosotros.
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