La masonería, un camino iniciático de experimentación
La primera y mas importante de nuestras iniciaciones es la vida. Iniciatico, según la RAE, es lo relativo a una experiencia decisiva o a la iniciación en un rito…
La naturaleza de la Iniciación, la definió René Guénon como la transmisión de una influencia espiritual, con marcados efectos tanto en el orden espiritual como psicológico y físico. Esta transmisión supone ante todo un Linaje Iniciático que asegura la denominada regularidad iniciática, pues nadie puede transmitir válida y eficazmente iniciaciones que no haya a su vez recibido él mismo. La posibilidad de tal transmisión no debe discutirse a nivel meramente racional con profanos (no iniciados) pues esta es esencialmente una cuestión no de dogma sino de experiencia personal. La Iniciación no es solo símbolo de una nueva vida (el caso de las denominadas iniciaciones simbólicas) sino que cuando es real y efectiva conduce a vivencias interiores inefables muy concretas que nos posibilitan alcanzar en grado sumo Paz, Amor y Sabiduría.
El Dr. Carlos Ratzin manifiesta que: “..lo que persigue la Vía Iniciática es el Conocimiento. Esta palabra es demasiado seria como para emplearla a la ligera sin pruebas decisivas y concluyentes y aquí estas pruebas vienen dadas por la experiencia metafísica. Se trata de la percepción directa de la Verdad y el Ser, mucho más allá de todo proceso sensorial, psicológico o silogístico-racional. Y, desde luego, lo metafísico solo podrá alcanzarse así, por medio de lo que ha sido denominada la intuición intelectual, la que se halla más allá de la razón y los sentidos. Aquella y estos fracasan al intentar llegar a tales cumbres. Pero quien se conforma con tales instrumentos debe al menos cuidarse en distinguir entre lo que significa Saber y lo que es simplemente creer. Y para atravesar por la experiencia metafísica no hay otro modo que hacer uno mismo el viaje”.
Nuestra iniciación masónica supone el principio de un trabajo espiritual.
En la antigüedad, las escuelas filosóficas dispusieron de un cuerpo de normas a través de las cuales difundieron sus enseñanzas en un halo mistérico a veces secreto, en el convencimiento de que solo con el rigor del estudio y el desarrollo del aprendizaje, con silencio y paciencia, conducirían al pensador a una apertura de mente capaz de buscar, analizar, imaginar vías y caminos que le proporcionarían explicaciones a preguntas transcendentales, universales, fuera de las inquietudes al uso de la sociedad despreocupada y ufana.
El acceso a una Orden Iniciatica ha supuesto desde siempre una selección basada en la calidad de los aspirantes. El mundo antiguo tenía bien claro esta premisa y solo los más aptos y dignos eran recibidos en los Misterios Iniciaticos. Los no calificados desembocaban a lo sumo en los cultos religiosos exotéricos donde el ingreso era ya entonces irrestricto, abierto a todos. La religión corriente fue siempre parte del Reino de la Cantidad, para emplear una vez más la terminología ya clásica de Guénon (“Aperçus sur l’ Initiation”, Cap.I.).
La fraternidad masónica es una escuela deseable en lo que concierne a la espiritualización de las existencias individuales y la mejora de la sociedad humana en su conjunto (la que, inevitablemente, está subordinada al mejoramiento efectivo de los individuos). La enseñanza es, por excelencia, simbólica y sapiencial ambas son altas posibilidades humanas en lo tocante al orden metafísico.
Nada tiene en común con el saber profano ordinario (como es el caso del conocimiento científico) precisamente porque la experiencia metafísica corresponde a estados superiores del Ser a los que la mente racional y las emociones no pueden alcanzar. El dogmatismo y la creencia están ausentes del discurrir iniciatico masónico, pues en este nuestro camino no se trata de creer sino de realizar. El masón debe despojar su conciencia de prejuicios históricos. Tampoco debe el masón, como libre pensador, quedar detenido en una serie de afirmaciones de escuela. Debe profundizar en el lenguaje simbólico y ritual y extraer los mensajes que allí residen con una adecuada perspectiva plural y positiva.
El masón debe huir de la ignorancia y los miedos. Aquellos son, elementos negativos y poderosos que también actúan y a los que Erich Fromm se ha referido en sus tratados. Nos referimos al miedo a la libertad de pensar por cuenta propia (o de que otros lo hagan), miedo a pensar analítica y racionalmente, de intentar trazar nuestro propio camino hacia la Verdad sin tener que recorrer forzosamente las huellas ya trilladas. El miedo inhibe las capacidades de pensar, decidir y actuar y por ello, se cabe el riesgo de renunciar para siempre a la maravilla y dignidad del filosofar, para lograr luces más altas. El ser humano, como decía el filosofo Schopenhauer “cuanto mas vulgar e ignorante es, menos enigmático le parece el mundo”.
En definitiva, debemos ser estudiosos y transitar sin miedo el camino hacia el conocimiento y ese camino, pasa por el GADU.
La vía iniciática se distingue de la mística en que ésta última esta circunscrita preferentemente al ámbito cristiano como camino de contemplación “pasiva” del hombre respecto a Dios. En palabras de Santa Teresa de Jesús es la forma más espiritual y sublime del amor: es contemplación y arrobamiento y éxtasis. El individuo se limita simplemente a recibir lo que se le presenta, y tal como se le presenta, sin que él mismo actúe para nada.
En diferente plano, la senda iniciática es experimentación “activa” del hombre respecto a lo Universal (la ley básica de la Unidad es el Amor y la Fraternidad). Lo busca y cuando lo percibe, experimenta. Es al individuo a quien corresponde la iniciativa de una “realización” que se perseguirá metódicamente, bajo un control riguroso e incesante, y que deberá normalmente conducir a superar las posibilidades mismas del individuo como tal; sin embargo es demasiado evidente que el individuo no puede superarse a sí mismo por sus propios medios, pero, es la via iniciatica la que constituye obligatoriamente el punto de partida de toda “realización” para el iniciado.
La puerta espiritual abierta que supone la iniciación, la podemos sentir en nuestro ser y aprehenderla a través de la intuición (“La intuición y no la razón atesora la clave de las verdades fundamentales” dijo Buda). Esta vía sensorial y decisiva, verdadera alquimia interior que transmuta al individuo apto para ello, alejada del método racional, constituye un método iniciático y comprende en su significado, todo aquello que el hombre en su microcosmos, como sujeto único e independiente, puede realizar a través de la creatividad, la espontaneidad, la libertad…
Trazado Gentileza del M.·.M.·. Sarastro
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