lunes, 9 de octubre de 2017

Los masones y la independencia del Perú




Los masones y la independencia del Perú – I


Herbert Oré Belsuzarri

LOS MASONES Y LA INDEPENDENCIA DEL PERU ( I )

Resulta curioso que para la historiografía en general, los masones y la Masonería sean prácticamente ignorados en hechos trascendentes de los últimos trescientos años. Así, por ejemplo, cuando se traza la historia de la Revolución Francesa, la Independencia de Estados Unidos o la liberación de las naciones americanas de la dominación española, nada se dice o solo se explica de manera fragmentaria la filosofía masónica y/o la presencia de masones en las filas que impulsaron esos cambios. (MASONES EXCLUIDOS DEL ESTUDIO DE LA HISTORIA, Suplemento Masonería Net Revista Electrónica De La Gran Logia de Argentina de Libres y Aceptados Masones Año 1 Nº 9, Mayo de 2011, Pág. 2).

I.- LOS PRECURSORES DE LA INDEPENDENCIA.

Muchos precursores fueron influenciados por la masonería, así: El mestizo cusqueño Juan Santos Atahualpa, políglota muy instruido, fue enviado a Europa por los jesuitas, donde recibió la influencia de la francmasonería inglesa.



JUAN SANTOS ATAHUALPA.

De regreso al Perú, desde la montaña de Huanta, se internó en la selva central para establecerse inicialmente en Chanchamayo. En mayo de 1742 se entrevista con el cacique Santabangori, con lo cual logra la adhesión de los Ashánincas, que lo proclamaron Apu Inca por ser descendiente de Atahualpa.

El Vice Almirante Jorge Anson, al mando de cinco buques de guerra ingleses, fue comisionado por su Gobierno, para entrar al Pacífico y perseguir todas las naves, y bloquear todos los puertos subyugados a España… (Anson, era parte del equipo de marinos británicos que sostenían la guerra con España en sus colonias desde 1740. Otro era el Almirante Vernon que disponía de 50 naves de guerra, 130 de transporte y cerca de 13 mil hombres de desembarco, que asolaban las aguas del Caribe). Anson pasando el Estrecho de Magallanes, fue a fondear en la isla de Juan Fernández el 7 de junio de 1741. Desde allí atalayaba los mares de Chile, Perú y Ecuador. En septiembre del mismo año apresó al navío español “Monte Carmelo” que iba del Callao a Valparaíso, apoderándose de más de veinte mil pesos y muchas mercancías. Luego anduvo de correría de sur a norte, capturando y hundiendo navíos, asolando y saqueando pueblos de la costa, por más de medio año, al no tener noticia de levantamiento alguno en el virreinato del Perú, decidió alejarse, rumbo al Asia.

José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II, fue otro masón, que se sublevó contra la encomienda y el abuso. A su muerte, le sucedieron en su obra masónica y revolucionaria en el altiplano los tres hermanos Catari.



Fue masón también el seminarista jesuita Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, quien apoyado por la masonería italiana recorrió Europa solicitando ayuda para la América sojuzgada. Célebre es la Carta a los españoles americanos y el Plan para la Independencia del Perú, documento último que asumió la masonería inglesa y lo hizo conocer a través de sus logias a criollos como San Martín, Bolívar, O’Higgins y a otros hermanos masones.

En 1797 en Londres el prócer venezolano Francisco de Miranda y Rodríguez, fundala Logia“Gran Reunión Americana” que en Madrid se denominó Junta de las Ciudades y Provincias dela América Meridional, o la “Logia Mirandina” en honor a su fundador, a la que pertenecerían Bolívar y el peruano Pablo Antonio José Olavide y Jáuregui cofundador de estas, de el se ha dicho que es el Prócer Olvidado, por que no hay un tema o estudio concienzudo que trate sobre este Gran Masón peruano.

II. LA SITUACION MILITAR ESPAÑOLA EN LAS COLONIAS.

Desde la llegada de San Martín el ejército del virreinato español se defendía acorralado en las inhóspitas cumbres de los Andes. Argentina, Chile, Ecuador, Colombia y Venezuela, no podían consolidar su independencia sin acabar con la amenaza del ejército realista del Perú. España misma les había dado la espalda disgustada por el derrocamiento del virrey Pezuela en enero de 1821 y por las ideas liberales de sus principales jefes, La Serna, Canterac y Valdés.

Los tiempos en la península eran revueltos, Fernando VII, se defendía a duras penas en su trono. La invasión de Francia había dejado al descubierto la fragilidad del antiguo imperio español. En 1824 España no era más que un tigre de papel frente a las potencias mundiales. El interés geopolítico de Inglaterra y Francia, necesitaban los mercados para comercializar sus productos y tener acceso a la riqueza de esa región.

La independencia fue impuesta por extranjeros. Primero, por la expedición libertadora de San Martín, y luego por Bolívar, ambos jefes vistos con buenos ojos por Inglaterra y ayudados por ella con préstamos para financiar las campañas.

El descuido de América por parte de España no era reciente, décadas antes el conde de Aranda, un importante ministro tanto de Carlos III como de su hijo, Carlos IV, ya había advertido la situación: “me temo que no podamos sostener el peso de nuestras colonias, ni por su extensión, ni por su disposición de alguna parte de ellas, como el Perú y Chile, tan distantes de nuestras fuerzas”. Aranda llegó a proponer un plan para impedir lo que estaba claro que iba a suceder. Recomendó al rey la creación de tres reinos americanos, México, Perú y Tierra firme, con un príncipe español a la cabeza, y el rey de España como emperador. De esta manera, creía él, los americanos tendrían la soñada independencia y no se destruiría la influencia española.

Junto a las razones ya dadas, había, una necesidad económica perentoria para acabar con la guerra, y esto era la dificultad que tenían las minas peruanas y sobre todo las del Alto Perú para exportar sus productos a Europa, ya sea desde los puertos peruanos o argentinos. Serían los mismos mineros españoles y criollos los que hubieran conspirado junto con los comerciantes de la costa para terminar con el aislamiento regional y restablecer las rutas tradicionales de exportación. (Herbert Morote, Bolívar Libertador y Enemigo Nº 1 del Perú, Jaime Campodónico Editor, Lima Perú, Cuarta Edición digitalizada, octubre 2009, Pág. 23).

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