martes, 27 de octubre de 2009

LA INICIACION DE VOLTAIRE


LA INICIACIÓN DE VOLTAIRE
Francisco María Arouet, mejor conocido como VOLTAIRE, ingresó en la Francmasonería a los 80 años de su edad, luego de atacar durante toda su vida los errores de la Orden, sin saber lo que ella era. En efecto, sin conocer los principios de la masonería, la supuso inspirada en el misticismo gárrulo y hasta la maltrató en su Diccionario Filosófico con ironías y sarcasmos injustos. Pero como los masones luchaba contra el fanatismo y la tiranía, y estos eran también los enemigos contra los que luchaba Voltaire, se encontró un día rodeado de hombres que perseguían los mismos ideales y en defensa de la misma causa y se sorprendió de que fuesen masones y que sus ideales coincidieran con los que él enarbolaba.

Franklin —a la vez que impresor, físico y legislador— Court-de Gebelin, hombre de generales conocimientos, Lalande, gran astrónomo, Dixmerie y el Abate Cordier de Saint Fermin, ambos literatos notables, eran miembros de la Logia Les Neuf Soeurs, fundada bajo la inspiración de Helvetius, quien murió antes de verla instalada, y ellos fueron los que propusieron a VOLTAIRE la iniciación. Éste se sintió sobresaltado al oír a tales hombres proponerle penetrar en la Orden, él desconocía que las tendencias eran muy serias y él se detuvo en reflexiones al ver que hombres como Benjamín Franklin y Joseph Lalande, se servían de la Institución para propagar sus ideas.

VOLTAIRE, al tener conocimiento de que las Logias trabajaban para disipar las tinieblas y extinguir la superstición —objetivos que él siempre había perseguido— aceptó la Iniciación, y el 7 de junio de 1778 fue conducido a la Logia Les Neuf Soeurs (Las nueve hermanas), y presentado por Cordier de Saint Fermin, quienes fueron recibidos en el pórtico por los hermanos Meslay, Lort, Bignon, Remy, Mercier, Fabrony, Dufresne y después fue introducido por el caballero de Willars. La Logia estaba presidida por Lalande; y el Gran Poeta y Filósofo de la Ilustración se apoyaba en los brazos de Benjamín Franklin y de Court de Gebelin, quien le habían ofrecido apoyarle, siguiéndoles el caballero de Cubiers.

Se suprimieron las pruebas físicas porque todos conocían al filósofo que había expuesto en sus escritos en fondo mismo de su corazón; él había combatido a los enemigos de la humanidad que son, al mismo tiempo, los enemigos de la Francmasonería; él había dado a conocer en sus escritos las mismas doctrinas que practica la Orden. La recepción masónica debe ser el puente que separa la vida de lucha de la vida de calma, y para Voltaire, la Iniciación era el coronamiento. Las prueban a las que se le sometió le permitieron al Poeta exponer sus ideas. Uno de los hermanos que asistieron a la ceremonia expresó: “Es para nosotros la lección, no para él”.

Cuando llegó el momento de entregarle las insignias, Lalande le dio el Mandil, símbolo del Trabajo: era el mandil que había usado Helvetius, y VOLTAIRE al estrecharlo entre sus manos lo llevó espontáneamente a sus labios honrando con esta demostración a uno de los más sabios y enérgicos masones de aquella época.

Lamentablemente, algunos meses después de celebrada esta recepción tan grata, la misma Logia Les Neuf Soeurs, rendía los honores fúnebres a aquél que la Francia había de transportar al Templo de los Grandes Hombres.

Lalande, que presidió la ceremonia de Iniciación del VOLTAIRE, también presidió la ceremonia mortuoria; los hermanos Benjamín Franklin y el conde Strogonof, cubrían los puestos de Vigilantes; el hermano Lechangeux ocupaba el trono del Orador. Doscientos visitantes asistieron a la Tenida fúnebre; la orquesta se componía de los mejores artistas de París, y para evitar una invasión mundana acordó la Logia que las señoras Denis y la Marquesa de Villete se presentaran como por asalto a presenciar las ceremonias; y en efecto, ambas damas llegaron, la primera conducida por el hermano marqués de Villevielle.

Todo lo que la historia puede referir de las ceremonias de Iniciación y Fúnebre del Gran VOLTAIRE, sólo puede entenderse si se comprende la enorme presencia moral e intelectual que hombres como Helvetius, Diderot, Montesquieu, Rosseou, Cambaceres, Lalande, Franklin, Parny, Lafayett, Washington y otros muchos, tuvieron en la sociedad y en el destino de los pueblos.

Muchos hermanos, no sin ironía, afirman que la Francmasonería actual vive de su pasado, puesto que hoy la acción masónica les parece confinada a «las cuatro paredes» de sus templos. Ignoran estos hermanos que las condiciones cambian y que los escenarios de lucha son otros. Pero lo que más desconocen nuestros hermanos es que, como afirmó H.G. Wells, la historia humana es en esencia una historia de ideas, no de personas, y por lo tanto, la acción de la Masonería sigue vigente porque su ideario constituye parte integrante de las Instituciones políticas contemporáneas.

Creemos que en todo caso, el cuestionamiento más correcto sería no qué hace la Masonería, sino más bien qué hacemos los masones presentes. Hoy en día, sin embargo, la buena Masonería sigue haciendo lo que siempre ha hecho: hacer masones, y éstos, en sus respectivos radios de acción, en sus medios de influencia, siembran la buena semilla, trabajan, son pacientes y esperan.
Aquéllos “masones” que quieren ver a la Orden convertida en una suerte de partido político, o de organización no gubernamental, desempeñando un activismo social y profano, o bien desconocen lo que la masonería ES, o claramente tienen intereses y afanes protagónicos que mucho se alejan del verdadero espíritu, objeto y objetivo de la Augusta Orden Fraternal.

Más vale que reflexionen y que decidan su pertenencia a la Institución, pues desconocen uno de los principios fundamentales de la enseñanza masónica que dice:

“La Masonería comienza su obra en los hermanos, y por consecuencia lenta, pero eficaz y profunda, la termina en la sociedad profana”.
MASONES DE LA LENGUA ESPAÑOLA NEW YORK
VICTOR SALAZAR

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