viernes, 23 de septiembre de 2011


¿Quién soy, de donde vengo y adonde voy? Parte I



V:.M:.. VICTOR SALAZAR 33°
R:.L:.S:. ST. JOHN N. 2 ORIENTE DE NEW YORK.
GRAN LOGIA HISPANA DE NORTEAMERICA - LAS VEGAS NEVADA.

Parte I
.
Algunos Q;.H;. Masones enérgicamente dicen, muchas veces, que la Masonería no es una organización política ni religiosa ni esotérica, que sólo se cree en lo que se puede demostrar científicamente—como diríamos “ver para creer”—pero, sin embargo, para ingresar a la Orden Masónica uno tiene que creer en un “Dios”—fuese cual fuese su creencia. Así de simple, sino crees en Dios no eres Masón; entonces, estamos hablando de creer en fe hacia un Ser Supremo. Los Masones le llamamos el “Gran Arquitecto del Universo:” G:.A:.D:.U:. ¿Y por qué G:.A:.D:.U:.? Porque el Masón es respetuoso de las creencias religiosas de cada hermano de la orden y del mundo profano.
.
El Masón es un ser libre y respetuoso del mundo que lo rodea; es amante de la LIBERTAD, IGUALDAD y de la FRATERNIDAD. Cultiva la filantropía y el estudio. Cada Masón debe estudiar y buscar las herramientas para poder trabajar su propia piedra informe, para poco a poco geometrizar su piedra para construir su propio templo: las grandes preguntas que siempre están presente en la mente del hombre que da los primeros pasos en el camino de la búsqueda eterna, el camino que lo lleva de retorno a su casa, al origen de todas las fuentes su creador G:.A:.D:U

Que nos debe motivar un propósito en nuestras vidas, aunque no alcancemos en esta vida el resultado, pero la esperanza debe ser nuestro triunfo en que el mañana será mejor y próspero.
.
Los grandes filósofos sabían que el hombre es parte de una gran unidad; que todo está unido que nada está separado, este conocimiento antiguamente era sólo para ciertas personas que tenían que pasar muchas pruebas iniciáticas, hasta en algunos casos les costaba la vida.
.
Hoy en día este conocimiento esta allí a tu mano, sólo depende de ti que tan consciente estés de esa realidad y del camino que buscan muchos hermanos son estudios de la filosofía de la ciencia, de la mística, para entender o tratar de entender esa realidad, pero necesita un detonador que lo dispare y tenga su propia experiencia mística.
.
El simbolismo y los ritos son elementos que tienen su efecto mágico que despiertan el subconsciente. El conocimiento ya fue dado y está allí esa es la fuente que la mayoría de las escuelas filosóficas apuntan hacia ese camino, esa ciencia que algunos llaman “esoterismo,” “misticismo” y kabala, ese conocimiento que fue dado al hombre para que él despierte y visualice su realidad.
.
Un pensamiento muy común es que siempre se dice que “cada ser es un mundo diferente a otro,” pero se olvida que todos vinimos de la misma fuente del Gran Arquitecto del Universo. ¿Y cuáles son los primeros pasos que hay que dar? Aprender a meditar, relajarse, armonizarse y a discernir.
.
Nuestra mala forma de pensar nos lleva a ciertos estados emocionales que a la larga enferman nuestro espíritu, luego nuestra mente y por lo tanto la salud de nuestro cuerpo físico decae.Hay que saber discernir entre lo bueno y lo malo, y dentro de lo bueno lo mas inmediato, lo mejor para este momento.
.
Las personas regularmente miran lo que está hacia su alrededor pero se olvida de ver qué es la cualidad real de la observación, porqué quieren enseñar cosas que sólo están en su mente y no dejan que hable su corazón.



LAS LEYENDAS
SUS ORIGENES
Kyle Brown

El vocablo leyenda viene por sí mismo rebosante de evocaciones, al tiempo que sugiere aromas de siglos perfumados por la pátina del tiempo, sabor popular, aconteceres sensacionales en ambientes tan idóneos como adecuados. Surgen en las leyendas,, con igual maestría que un cortometraje de dibujos animados de Walt Disney, las princesas en sus castillos, los príncipes amorosos que las cortejan, los hechizos, los embrujos, los dragones, los bosques y los lagos, los nenúfares y las azucenas, los monjes, las abadesas, los comentarios con sus sombríos y estirados cipreses… Toda una interminable liturgia contenida en la sabiduría, la imaginación y la fantasía populares.

Todos entendemos lo que se nos dice cuando se nos dice que algo es legendario. Pero si ninguno pasa de entenderlo como una vaga condición exótica, antigua y maravillosa. Por el contrario, la leyenda es algo definido concretamente: una narración tradicional, fantástica, que combina en sorprendente contraste unos hechos extraordinarios con una referencia de lugar y personas bien sean históricas o imaginarias.

La leyenda, como la poesía y el teatro, tiene su génesis en la religión. Nace de las creencias totémicas y animistas de los albores de las razas y de los pueblos primitivos. Por eso trata en tantas ocasiones de hechizos y talismanes o de virtudes y hechos fantásticos que se refieren a ciertos animales, plantas u objetos. Así ocurre en las leyendas tan frecuentes sobre encarnaciones de personas en bestias y de transformaciones de éstas, por obra del amor, en príncipes llenos de gallardía, ternura y seductora fineza.

Un gran número de leyendas tienen también su origen en mitologías paganas unas veces, como ocurre de manera especial con las de Grecia y Roma; en tal caso resulta difícil saber dónde concluye el mito y comienza la leyenda propiamente dicha. Buda, Confucio y Mahoma, por otra parte, han inspirado centenares de relatos fantásticos que solo tangencialmente tienen que ver con su historia y doctrina. Por su parte, en dos mil años de historia, el cristianismo ha dado pábulo infatigablemente a la leyenda. Leyenda cristiana que se nutre de la Biblia, de la vida de Cristo, formando narraciones más allá de lo que permiten los datos evangélicos sobre la Virgen, inspiradora de numerosa literatura legendaria a base de milagros históricos e/o imaginarios, de las historias de santos, en fin, subrayando y exagerando unos hechos prodigiosos realizados en vida y después de muertos, o inventándolos.

Los temas de procedencia inmediata o remotamente religiosa forman un núcleo muy importante que da a la leyenda, como género, una tónica muy elevada y noble. Se inició, pues, la leyenda por un camino digno que ha predispuesto a la humanidad, con el paso del tiempo, a incorporarle los motivos más serios, aquellos casos que suponía merecedores de ser enaltecidos y perpetuados: el origen de los pueblos, la fundación de reinos y ciudades, los principios de los ilustres linajes, los hechos cumbre de la historia y sus grandes protagonistas.

La leyenda a la historia. Penetramos con ello en un terreno en que la leyenda se encuentra en un mismo segmento que la historia. La guerra de Troya, la batalla de Roncesvalles, las hazañas del Cid Campeador, interesan por igual a ambas. La leyenda ha pasado en todos estos avatares por gemina historia durante un cierto tiempo, hasta el extremo de haber sido fuente en la que han ido a beber los propios historiadores. En la actualidad, obviamente, no es posible la confusión. Queda claro que para la leyenda la realidad histórica sirve unos datos sobre los que opera, novelándolos, exagerándolos, dotándoles de un cariz extraordinario, maravilloso y poético. Es la cuenta que el corazón y la inspiración llevan de los hechos. Es sustancia que nutre la tradición, memoria de los pueblos, en que éstos esbozan y definen su personalidad.

Cómo se forman las leyendas. Pero, ¿es el pueblo así, en abstracto, quien crea la leyenda? Éste es un matiz largamente controvertido. No parece asequible de una forma radical que la leyenda haya surgido como por generación espontánea y que se produzca de una manera por completo anónima. Existe siempre una persona concreta que imagina y crea. Ni aún los géneros más populares pueden reducirse en última instancia a un asunto narrativo y a unas imágenes básicas que alguien ha fijado. La leyenda se considera, pues, popular más bien en el sentido de que el creador intuye en ella aquellos grandes temas con que el pueblo puede sentirse identificado. Existe siempre un creador personal de las leyendas. Sea un aedo, un mendigo medio ciego, medio poeta de la corte –como el que se describe en La Odisea-, un doncel que recitaba y cantaba trovas en los castillos feudales o un juglar maestro en poesía y a la vez caminante y prestidigitador en plazas públicas. O los mismos monjes, que en la paz de sus celdas elaboraban pacientemente voluminosos códices de pergamino e intentaban -¿inventaban? - leyendas y episodios sobre el santo tutelar de su monasterio. Es el caso de la leyenda de Carlomagno, que se forjó y encontró calor en una serie de monasterios que lo santificaron.

La leyenda, patrimonio popular. Una vez creada, la leyenda, si acierta a dar en algo que se imprime con fijeza en el corazón del pueblo, éste la toma y adopta amorosamente como cosa suya. Se la pasan unos a otros y, además, la miman y la pulen; centran la atención en este o aquel personaje que les es más agradable y amplían o reducen los episodios.

Entonces la leyenda ya es patrimonio popular. Se hace conseja para ancianas que las cuentan junto al hogar, romance que se tararea en la plaza pública, letrilla para acompasar y acompañar el trabajo. O poema y narración que el clérigo, el literato o el gran señor escriben en las horas de ocio junto a anaqueles bien repletos de libros. Porque llega un momento en que la leyenda se hace obra culta. Con ello muchas veces vuelve a los ambientes de donde procede.

La leyenda va estrechamente vinculada a un pueblo concreto, a un país o religión. Viene al mundo de la mano de la fantasía enraizada a un ambiente, a un poso de creencias, a determinada condiciones étnicas, históricas o psicológicas de una colectividad. Muchas veces nace en cultos locales a antepasados que un grupo humano venera: a una roca cuya forma dispara la imaginación de las gentes sugiriendo la idea de un gigante encadenado o de un animal fantástico; a una fuente de aguas a las que se atribuyen virtudes maravillosas; a un boque que por el terror que infunde a los viajeros se supone lugar repleto de espíritus en donde han sucedido hechos terribles; a un árbol, a un río, a un monasterio, a un castillo, a una torre en ruinas, a una princesa convertida en sapo, a cualquier motivo, en fin, que, a la vista de un pueblo durante generaciones, le asombra e incita su capacidad de fantasía.

La leyenda, patrimonio común de la humanidad. Tiene por tanto la leyenda ese paladar, ese sabor de cosa ligada a tierra y raza. Pero sucede que, con el paso del tiempo, los pueblos, países y regiones entran en contacto, intercambian su patrimonio particular, y con sus creencias e ideas, los hallazgos de sus fantasías. Y España hace a Carlomagno nacido en Toledo y Ulises se convierte en el fundador de Lisboa (Ulisibona) o Eneas el troyano, de Roma. Leyendas nacidas a orillas del Ganges pasan a Persia y de ella trotan a la grupa de los corceles de los invasores árabes a todo el norte de África, a España, a Italia, a Francia…

Se produce entonces una gran conexión. Temas, protagonistas y ambientes se entrecruzan y combinan. La leyenda pasa a ser patrimonio común de toda la humanidad. Así se da este aparecer de motivos iguales en tan diferentes épocas y regiones que da pie a establecer unas genealogías de leyendas buscando filiación o paternidad entre ellas. Pero en un buen número de ocasiones tales vínculos son falsos, pues sucede que hay un fondo de creencias, de situaciones, de recursos y de fuentes inspiradoras de carácter legendario que ocasionan leyendas sumamente parecidas sin que existan entre ellas una real interdependencia.

No hay comentarios: