Rito Francés Filosófico
El Rito Francés Filosófico, anteriormente llamado Rito Francés de la Rosa por su referencia al rosetón de las catedrales góticas, hecho de piedra y luz, fue aprobado por el Consejo de la Orden del Gran Oriente de Francia en sesión plenaria de 25 y 26 de enero de 2002. Se trata, pues, de un nuevo rito pero no de un rito nuevo.
Ha sido el guión de Trabajos particular de un Taller del Gran Oriente de Francia, la Respetable Logia Tolérance, al Oriente de París, que encendió sus Luces en 1950. La interesantísima particularidad de este ritual se corresponde con la de la propia Logia, que estuvo integrada en su mayoría por antiguos miembros de la resistencia francesa, entre ellos el gran impulsor de este rito en sus comienzos, André Grancoing, antiguo deportado de Dachau.
A lo largo de 33 años, una comisión de Hermanos de esta Logia trabajó reuniendo, sintetizando, analizando elementos rituales tradicionales, hasta llegar a la aprobación por parte del Consejo de la Orden. Investigación histórica y ritual, estudio de la numerosa documentación existente, para, sí, escribir un ritual pero, por encima de todo, para decir algo: ¿qué?
“Sabíamos que la mayoría éramos racionalistas –aseguran. Y cuando se tiene una concepción naturalista del mundo, no se está inclinado a interesarse por temas de connotación religiosa o esotérica, y quizá menos aún a auto investirse en consagrante de tiempo, búsqueda y reflexión”.
El Rito Francés Filosófico es, al decir de sus autores, genuinamente laico, o sea, no se trata de la deconstrucción de un rito que contuviera elementos religiosos sino que nació como laico, para dar cabida a todas las sensibilidades, a las que –estiman- un rito teñido de colorido religioso no es capaz de aglutinar. Se inscribe, pues, en el marco de una filosofía laica, con un armazón básico, “que cada masón, sean cuales sean sus motivaciones íntimas, puede libremente amueblar y completar según sus inspiraciones y aspiraciones”
“Hacía falta una idea directriz. Era necesaria –continúan- una parte teórica antes de elaborar una parte práctica. Antes de construir un texto, había que imaginar una arquitectura mental. Había que idear otro sistema, de acuerdo con la disposición de ánimo de los Hermanos de la Logia y de acuerdo con la filosofía del Gran Oriente de Francia”.
Búsqueda de simplicidad, pureza de formas, riqueza de fondo, búsqueda, así mismo, de belleza… eran condiciones que trataban de aunar en un rito cuya belleza es, efectivamente, innegable, si bien personalmente no puedo decir lo mismo respecto de su pretendida simplicidad.
Su línea directriz, la idea de construcción. Todo el Rito Francés Filosófico trabaja y se articula tomando como base el acto –la operación- de construir, con su fuerte carga simbólica. Mi pregunta es: ¿no les bastaba con el Rito Francés que conocían, centrado intensamente en la construcción? Contestan que dicho rito había sido despojado, por aquel entonces (años 50 del siglo XX), de gran parte de su fuerza simbólica. ¿Se hubiera construido hoy un Rito Francés Filosófico? Tal vez, no.
Sorprende, pues, que en grado de Aprendiz, por ejemplo, se añada determinada herramienta que en otros regímenes rituales corresponde a otros grados. Llaman la atención sus cuadros o tapices de Logia, de cierta complejidad comparados con los más conocidos. Suenan los oídos al escuchar distintas denominaciones de Oficios y Oficiales…
Termina la introducción al cuaderno ritual de primer grado, diciendo:
“El Rito Francés Filosófico no tiene ninguna pretensión. No es tradicional en el sentido en que normalmente solemos entender el término. Más bien se reivindica de otra tradición, la que nos inspira un pensamiento de Paul Valéry, que contempla la tradición no como un deseo de imitar lo que otros hicieron en el pasado, sino de conectar con la disposición espiritual que les permitió hacer lo que hicieron”.
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