viernes, 22 de junio de 2012

San Juan Bautista, la fiesta del fuego y el simbolismo del agua.



San Juan ha sido desde siempre un símbolo de la Masonería y loencontramos presente en muchas ocasiones y situaciones.
Así nuestra Logia es una Logia de San Juan y como todos los masones tenemos por patrones a los dos santos juanes. Toda la Masonería especulativa, en todo el mundo, celebra las dos fiestas solsticiales de los dos sanjuanes: el de verano, que toca ahora: el San Juan Bautista, y el de invierno, en diciembre: el San Juan Evangelista.
La celebración de esta fiesta se cree que es una herencia de los antiguos Collegia Fabrorum, gremios de constructores de la antigua Roma, más tarde transmitida a los gremios de constructores medievales, los masones operativos, manteniendo el carácter iniciático de los constructores romanos. Los Collegia Fabrorum celebraban la fiesta del dios Jano en los dos solsticios, era el dios que cerraba y abría las puertas solsticiales en el ciclo anual.
Esta historia nos hace entrar plenamente dentro del territorio mitológico, el cual junto con los sistemas simbólico y social, son los tres sistemas propios de la vida humana. Estos tres sistemas siempre van juntos y se manifiestan en cualquier actuación humana, pero más concretamente se ponen de relevo en todos los actos rituales. Los rituales masónicos son una prueba de la interacción de los tres sistemas mencionados.
En toda Europa y desde tiempos inmemoriales los campesinos tienen la costumbre de encender hogueras en ciertas fechas del año y bailando junto a ellas o saltando por encima. La época del año en que estas fiestas de fuego se han celebrado en todas partes más generalmente es en el solsticio de verano. De acuerdo con Frazer hay dos hipótesis por la interpretación de estos rituales ígneos. La primera es la hipótesis solar, según la cual durante los festivales ígneos se enciende la hoguera como un hechizo para asegurar un abundante acopio de rayos solares para hombres, animales y plantas. La segunda hipótesis hace referencia al hecho de que estos rituales ígneos no se usarían como agente creador, si no como agente destructor y purificador de hombres, animales y plantas, quemando y consumiendo los elementos nocivos, bien sean materiales o espirituales, que amenazan a todos los seres vivientes con las enfermedades y la muerte, es decir, las fuerzas del mal.
Con el cristianismo las dos fiestas de Jano pasaron a ser las de los dos santos Juanes, y todavía se siguen celebrando en las mismas fechas, en las inmediaciones de los dos solsticios. (Véase la Estrella Flamígera, 3: 22-28). Pero la fiesta del Bautista es doble, pues el 24 de Junio se celebra su nacimiento, mientras que el 29 de Agosto vuelve a aparecer en el santoral para conmemorar su degollación.
San Juan Bautista, a diferencia del Evangelista, tiene una biografía transparente, la cual casi nos permite seguir sus pasos, sospechar su iniciación entre los esenios y conocer los detalles de su famoso martirio.
Es probable que existiera una estrecha relación entre los esenios y Juan Bautista y que la primera comunidad cristiana adoptara ciertos elementos esenios. Cómo es sabido, los esenios fueron una secta judía de Palestina formada probablemente por una escisión de la secta farisaica en el siglo II aC (150 a C-132 dC). El centro geográfico de los esenios fue el NW del mar Muerto, cerca de las actuales ruinas del Qumram. Se habían separado de las autoridades religiosas y del culto oficial del templo de Jerusalén y tenían reglas propias de comportamiento. Vivían en comunidades monásticas y renunciaban a la propiedad privada, obedecían a un superior responsable, imponían un periodo de prueba a los recién llegados y celebraban ágapes comunitarios y baños rituales para los iniciados; estudiaban la Ley en sus mínimos detalles y practicaban la plegaria común y el trabajo manual. En su celo por una vida austera, los esenios practicaban, además, el celibato. Su principal interés era conservarse puros y mantener la santidad requerida a todo buen judío.
Juan Bautista es considerado dentro del cristianismo como el precursor de Jesús. La misión de Jesús empieza precisamente cuando es bautizado por Juan Bautista. Joseph Campbell y otros mitólogos han visto antiguos temas mitológicos detrás de esta historia. Campbell nos dice que el rito del bautismo era antiguo y provenía de la antigua ciudad sumeria de Eridú, del dios del agua Ea, el dios de la Casa del agua. En el periodo helenístico, Ea era llamado Oannes, que en griego es Ioannes, en latín Johannes, en hebreo Yohanan, en catalán Joan y en castellano Juan. En vista de esto, varios estudiosos han sugerido que no existieron nunca Juan ni Jesús, sino tan sólo un dios del agua y un dios del Sol o del fuego.
Al examinar la historia de Juan Bautista y la de Jesús, queda claro que nos encontramos en territorio mitológico. Las dos historias parece como si se reflejaran la una en la otra. Ambas nos hablan de nacimientos milagrosos. Juan nace de una mujer vieja. Jesús nace de una mujer joven. La madre de Juan es estéril. La madre de Jesús no es fecundada. Juan nace en el solsticio de verano, cual el sol empieza a menguar. Jesús nace seis meses después, en el solsticio de invierno, cuando el sol empieza a crecer otra vez. De aquí que el Bautista, refiriéndose a Jesús, dije: “es preciso que él crezca y que yo disminuya” (Juan, 3, 30). Juan nace bajo el signo de Cáncer, que para los antiguos representaba la puerta que cruzaban las almas cuando salían de la encarnación y entraban en la inmortalidad. Juan bautiza con agua, y Jesús, con fuego y espíritu. El nacimiento de Jesús se celebra en la fiesta pagana del sol que regresa, el 25 de diciembre. El de Juan Bautista se celebra en junio y sustituye una fiesta pagana del agua que se celebraba en el solsticio de verano.
El bautismo era un rito fundamental a las religiones mistéricas. Ya en los himnos homéricos se dice que la pureza ritual era la condición para lograr la salvación y que se bautizaba a las personas para borrar todos sus pecados anteriores. En los textos de las pirámides vemos que el faraón egipcio era objeto de un bautismo ceremonial antes de que tuviera lugar su nacimiento ritual como encarnación de Osiris. En algunos ritos mistéricos el bautismo se simbolizaba simplemente mojando con agua bendita. En otros implicaba la inmersión total. Se han encontrado piscinas bautismales en salones de iniciación y santuarios.
En Eleusis los iniciados se purificaban ritualmente en el mar. Durante la ceremonia de su iniciación Lucio Apuleyo recibió un baño purificador y después fue bautizado siendo rociado con agua. En los misterios de Mitra se bautizaba varias veces a los iniciados para borrar sus pecados. Estas iniciaciones tenían lugar en marzo/abril, exactamente a la misma época en que, en siglos posteriores, también los cristianos bautizarían a las personas que se habían convertido, los llamados catecúmenos.
El parecido entre los ritos cristianos y los paganos eran obvios a los ojos de los cristianos primitivos. Tertuliano nos dice: “en ciertos misterios las personas se inician mediante el bautismo e imaginan que el resultado de este bautismo es la regeneración y la remisión de las penas por sus pecados”.
Según San Pablo, en un bautismo consistente en la inmersión total hay tres acciones simbólicas. Entrar al agua significa la muerte, la inmersión representa la sepultura y salir de ella, la resurrección. Esta interpretación alegórica del bautismo concuerda por completo con los ritos mistéricos, los cuales también representaban la muerte y la resurrección místicas. En la iglesia primitiva, se vestía a los recién bautizados con túnicas blancas, se les daba un nombre nuevo y se los ofrecía miel para comer. Del mismo modo, en los misterios de Mitra, a los iniciados que renacían espiritualmente les ponían miel en las manos y se la ponían en la lengua, como se acostumbraba a hacer con los bebés.
En los antiguos misterios, la purificación por el bautismo no la efectuaba solamente el agua, sino también el aire y el fuego. Apuleyo nos dice que antes de que lo consideraran digno de acercarse a la divinidad tuvo que viajar a través de todos los elementos. Los evangelios también nos hablan de un bautismo en el cual intervendrían tres elementos: el agua, el soplo santo y el fuego.
El dios del agua y el dios del fuego son los dos elementos aristotélicos encontrados que también simboliza la cabeza del dios Jano bifronte: la dualidad. La dualidad del fuego y el agua, del blanco y el negro, del bien y el mal, de la ignorancia y la sabiduría, del miedo y el valor. Y,…, de la ignorancia viene el miedo y del miedo vienen los dioses, aunque sean los del fuego o del agua.
Barcelona, San Juan de Verano
Ramon Llull

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