viernes, 24 de agosto de 2012

EL SILENCIO MASONICO
Najum Perl, V:.M:.P:.

Logia LA FRATERNIDAD 62 – Tel Aviv - Israel


Aldo Lavagnini en su Manual del Aprendiz nos dice: "La disciplina del silencio es una de las enseñanzas fundamentales de la Masonería. Quien habla mucho, piensa poco, ligera y superficialmente. Generalmente, su visión de las cosas será estrecha e inflexible y por consiguiente, no tendrá elementos para valorar nuevas ideas u horizontes. Por eso, la Masonería busca que sus adeptos se hagan mejores pensadores que oradores."
Al pedir silencio el Venerable Maestro cuando abre los trabajos de la Logia, nos está aislando de preocupaciones externas y establece en nuestra mente, las condiciones del silencio interior, tan necesarias para absorber las enseñanzas de la Augusta Orden. A su vez, nos permitirá desarrollar con mayor claridad las ideas y conceptos que exponemos en las tenidas. Saber callar no es menos importante que saber hablar. El arte de la palabra hablada no se podrá apreciar, si antes no hemos aprendido el valor del silencio. Nuestras expresiones verbales deberán ser siempre pasadas por la escuadra de la reflexión, a fin de que sean provechosas para quien las escucha. La única manera de saber expresar palabras sabias, es antes haberlas meditado a través del silencio. Los más grandes logros del pensamiento humano, han sido fruto de su investigación en el silencio interior, que todo hombre debe saber desarrollar.


Ejemplificare solo con dos casos: Cervantes recluido en un calabozo, escribió las páginas de su inmortal Don Quijote, que por cierto, el mismo dijo que esa no era su mejor obra.



BEETHOVEN, aislado en su mundo interior, en el silencio forzado que su sordera le impuso, concibió las mas maravillosas notas musicales que en su momento creó para la humanidad, y a pesar de eso, pudo hacer correcciones a sus músicos cuando se equivocaban a la hora de leer su partitura.
Algunos aspectos históricos respecto del silencio es que desde las primeras civilizaciones, sobre todo en donde hay indicios de organizaciones iniciáticas, el silencio represento un importante elemento cultural, impuesto drásticamente para salvaguardar los secretos de esas órdenes. Así mismo, su representación clásica desde aquellos tiempos, es con los dedos de la mano derecha sobre los labios. En Egipto, el dios Harpocrates fue representado en esta posición. Entre los magos y sacerdotes egipcios, los iniciados asumían un estado de silencio total
mental y físico, para que los iniciados comprendieran la importancia de los sublimes secretos que iban a estudiar, siendo esta postura la que rigió a todas las sociedades iniciáticas posteriormente.


En el año 500, A. C., BUDA también valorizaba el silencio como condición obligatoria para la contemplación. Los esenios tenían como principal símbolo un triangulo, en donde su principio esotérico y exotérico, fue enseñar que por la boca todo lo que va, viene de regreso y que cada una de las puntas, contenía los principios de perfección trinitaria. Dentro de los misterios griegos, encontramos el de Orfeo, que con magia de sus canticos y el de su música ejecutada en su lira, silenciaba a la naturaleza y todo se magnetizaba. Eurípides, en su verso
470 de su obra ?Os Bacantes? dice que la luz de los misterios, contienen el dulce sonido del silencio, entendiendo la palabra misterio derivada de la griega ? myein?, que significa ?boca cerrada?.


PITÁGORAS creo su escuela Iniciática y sus discípulos se distinguían en tres grados, siendo el primero el acústico, así llamado para aprender a silenciar la mente. Para los masones operativos, el secreto del silencio sobre su arte era un principio de sobre vivencia, y que a veces constituía en sí mismo, un salvo conducto para los viajeros. La Gran Logia de Inglaterra adopto una leyenda trinitaria que dice en latín ¿AUDI, VIDE, TACE?, o sea ? Oír, ver y callar?.
Como podemos percibir, existen todavía muchos más ejemplos que los mencionados, para demostrar la importancia del silencio a través de la historia. En el aspecto constitucional de la Orden, en los primeros catecismos masónicos del seculo XVIII, decían que los tres puntos particulares que distinguen a un masón eran Fraternidad, Fidelidad a ser callado (que representa al amor incondicional), y ayuda verdadera entre masones. En los Antiguos usos y costumbres, el que predominaba era el del silencio, para compostura de los hermanos en los trabajos litúrgicos. En la Constitución de Anderson, se pregonaba la prudencia del silencio, sobre todo cuando hay presencia de profanos. En los Landmarks de Mackey, el del numero veintitrés se refiere al del sigilo que un masón debe conservar sobre todo en los conocimientos que le son transmitidos en los trabajos de logia, siendo así que las cartas constitutivas de todas las obediencias contienen referencias en este sentido.
En el aspecto simbólico de la Ley Iniciática del silencio, esta se enfoca en el ejercicio del pensamiento ágil y ordenado. Callar no consiste en no decir nada, sino constatar la realidad con las acciones a tomar y hacer conciencia del progreso en que las cosas se van a convertir. Es ir más allá de lo tangible, estar un paso adelante y en la dirección de la verdad, cualquiera que esta sea. El masón busca así, lograr la iluminación y ligar su ser con el universo, así como diferenciar la justicia y las buenas costumbres, de acciones de inercia y oscurantismo que a la larga, perjudiquen a la humanidad y a sí mismo. Según esta Ley de orden obligatorio para todos los masones, un hombre capaz de guardar silencio, será disciplinado en todos los aspectos de su ser, para lograr entregarse libremente a la meditación y el autoconocimiento. Esta virtud enseña así, a ser tolerante y prudente con las limitaciones propias y ajenas al individuo. Nada hay más peligroso que la verdad mal comprendida.
Fraternalmente, el Venerable Maestro avisa al Aprendiz en el inicio de los trabajos, que deberá guardar silencio en su mente, hasta que llegue al Sublime grado de Maestro: con ello, solamente se da continuidad a uno de los hábitos más antiguos de las sociedades iniciáticas. Vuelto en sí mismo, callado, en reflexión y escuchando, el Aprendiz dista de estar en situación de pasividad, y muy por lo contrario, sus sentidos están atentos a todo lo que pasa a su alrededor en Logia. Ver, oír, sentir, recibir, reflexionar y callar, procurando reunir todas esas informaciones en su mente, informaciones que son diferentes a todo lo que antes conocía, obteniendo las conclusiones que le permiten posiciones de mayor elevación de conocimiento. Esta debe ser la mayor atención del Iniciado.


La Ley Iniciática del Silencio, comienza cuando el individuo profano entra a la Cámara de las Reflexiones, en donde permanece solo, rodeado de símbolos, frases y palabras que le estimulan a penetrar en su interior. Es en el silencio de la meditación, donde encontrará a su yo, y podrá escudriñar en su alma. Es por esos procesos que el Aprendiz lograra transformar sus deseos incontrolables, apartándose poco a poco de sus pasiones y logrando adquirir la virtud y el dominio de sí mismo, la tolerancia y la prudencia. Es en el silencio de la introspección, que el candidato observa las palabras ?Vigilancia?, ?Perseverancia?, y estas palabras se convierten a su tiempo, en actitudes constantes durante la etapa de observación. Callar no es solo nada decir, sino también, dejar de hacer reflexiones internas cuando se escucha a alguien hablar. Esta actitud es una forma saludable de disciplina pues así, no se corre el riesgo de cometer el error de negar, aun antes de dar oportunidad a que lleguen a nuestra mente, las ideas de otros. Pero hay de silencios a silencios. El que es impuesto por la fuerza y que nace del temor, el que valiéndose de la represión amordaza nuestras palabras y no deja expresar libremente nuestros pensamientos, arrebata al hombre una de sus más preciadas conquistas: la de expresar libremente sus ideas.
La Masonería nos enseña a darle justo valor al silencio; en nuestros deberes, figura como una de sus principales recomendaciones. El silencio bien entendido, se eleva al rango de virtud, gracias a la cual se corrigen muchos defectos, por lo mismo que se aprende a ser prudente e indulgente con las fallas observadas. Por eso, nuestra Augusta Orden simboliza que con la llana, debemos extender en silencio, una capa sobre los defectos de nuestros semejantes y dirigir con la vara de la rectitud, las imperfecciones de su construcción. Todos los escritores masónicos recomiendan al silencio, como necesario al orden y seriedad a que se debe la inmensa diferencia que existe entre las reuniones Ritualísticas y las profanas.
Se debe hablar únicamente cuando por medio de la palabra inteligente se hace labor constructiva, contribuyendo a corregir errores o a esclarecer conceptos; solo entonces es que la palabra cumple su cabal y perfecta misión, llevando consuelo y luz a las almas. Pero en ocasiones, el silencio puede contribuir a encubrir, solapar malas acciones o pensamientos torcidos, y en ese caso, deberá ser desterrado valiente e inteligentemente para encender la luz de la verdad con nuestras palabras. Si a pesar de estos conocimientos tan claros vertidos aquí, hay algunos H:.H:. que piensan que la práctica de ellos, es muy fácil, esperen a leer esta leyenda referente a este tema: Los Cuatro Monjes.


Cuatro monjes se retiraron a un monasterio, en la cima de una alejada montaña, para llevar a cabo un entrenamiento espiritual intensivo. Se establecieron en sus celdas y pidieron que nadie les molestase a lo largo de los siete días de retiro. Se autoimpusieron el voto de silencio durante esas jornadas. Bajo ningún concepto despegarían los labios. Un novicio les serviría esos días como asistente. Llegó la primera noche y los cuatro monjes acudieron al santuario a meditar. El silencio era impresionante. Ardían vacilantes las lamparillas de manteca de yak. Olía a incienso. Los monjes se sentaron en meditación. Transcurrieron dos horas y de repente pareció que una de las lamparillas iba a apagarse.

· Uno de los monjes, dirigiéndose al asistente, dijo: Estate atento, muchachito, no vayas a dejar que la lamparilla se apague.
Entonces uno de los otros tres monjes le llamó la atención: No olvides que no hay que hablar durante siete días y menos en la sala de meditación
Indignado, otro de los monjes dijo: ¡Parece mentira! ¿No recordáis que habéis hecho voto de silencio?
Entonces el cuarto monje miró recriminatoriamente a sus compañeros y exclamó: ¡Qué lástima! Soy el único que observa el voto de silencio

Es que, señores, este ejercicio no es fácil, pero tampoco imposible, porque debiéramos ser los dueños de tres cosas:
1- Nuestra voluntad. Para decidir que una parte de nuestro tiempo dedicaremos para estar con nuestro Ser Interno.
2- Nuestro tiempo. Eligiendo dentro de un orden de prioridades que trozo usaremos, para esta actividad.
3- Nuestros pensamientos. Esta es la parte mas difícil, porque entran en nuestra mente con o sin nuestro permiso, debiendo nosotros aquietarlos para lograr el relajamiento máximo. Para ello existen distintas técnicas.


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