domingo, 19 de agosto de 2012


FUNDACION DE LA GRAN HERMANDAD BLANCA


Cuando Sanat Kumara se ofreció a asumir el Cargo de Señor del Mundo, los Señores del Karma – quienes representan la Ley cósmica que gobierna los asuntos del planeta Tierra y la Evolución de la humanidad - le dieron la plena y absoluta autoridad sobre la vida y progreso de los hijos de los hombres.

Debido a que estos Señores de Amor habían ofrecido a la Ley Cósmica Sus propias auras de Luz, a fin de hacerle frente a los requerimientos de la Ley de que la Tierra contribuyera con algo de Luz al sistema solar –o, de lo contrario, ser disuelta de la cadena -, se hizo inmediatamente a fin de enseñarle a los hijos de los hombres cómo expandir su propia chispa de divinidad; y, con el correr del tiempo, convertirse en Señores de la Llama e iluminar su planeta sin la ayuda de otras estrellas.

A fin de prepararse para este día, Sanat Kumara y su Consejo en Shamballa establecieron una gran orden espiritual de Seres Divinos – conocida como la Gran Hermandad Blanca, cuyos deberes y servicio era INTERESAR, ENSEÑAR, GUIAR Y PROTEGER A LOS HIJOS DE LA TIERRA y, eventualmente , atraerlos a la Hermandad y dejarlos asumir los cargos y responsabilidades originalmente ocupados por los seres voluntarios que vinieron desde mundos más evolucionados.

Mediante Su propio gran amor y radiación, esta Hermandad comenzó a despertar la Luz Espiritual en las almas de algunos pocos miembros de la raza. Estos egos comenzaron a estremecerse en el sueño de su alma, y a responder a la Presencia y Llama del Amor de Sanat Kumara. De entre la gran masa de durmientes, comenzaron a estirarse hacia arriba en conciencia, y los Maestros, alcanzando hacia abajo, efectuaron el primer encuentro entre la Tierra y el Cielo. Las primeras dos almas que de esta manera respondieron habrìan de ser, en vidas mucho tiempo después, el Señor Gautama Budha y el Señor Maitreya. Ellos fueron los dos primeros seres humanos que solicitaron admisión al Concejo de Shamballa, y que solicitaron entrenamiento y asistencia a fin de auto-prepararse para unirse a la gran obra de convertirse en portadores de la Luz para el mundo de los hombres.

¿Oh, cuán grande fue el regocijo en Shamballa cuando estos dos espíritus frescos y ansiosos, respondiendo a la Presencia de Amor, probaron que la Sabiduría y el sacrificio de los Señores de la Llama habían valido la pena, ya que de dos que habían venido, seguramente vendrían más. Y así ha sido, hasta que actualmente miles se han inscrito en la nómina del Concejo Cósmico, y los hijos de la tierra han asumido la gran parte de los cargos anteriormente ocupados por seres de otras esferas. Algún día, los mismísimos Kumaras encontrarán que los hijos de la Tierra los han liberado de su exilio – asumido, y en el brillo de la Tierra podrán partir, tal cual vinieron, con amor dulce y paciente.

Desde aquel momento en que el señor Buddha y el Señor Maitreya se presentaron ante el gran Sanat Kumara – llamado “El Anciano de los Días” debido a la duración de Su servicio – hasta el momento en que pudieron asumir su cargo como Instructores Mundiales, centuria tras centuria de auto- disciplina, auto-negación y automaestría fueron escritas en el pergamino del tiempo, encarnando los hermanos una y otra vez , atravesando todas las experiencias que el Concejo Cósmico consideró instaurarìan en sus almas la Fortaleza, la Constancia y el Amor requeridos para poder realizar su papel cósmico con crédito, y con la certeza de la Victoria. Tal cual el mismo Señor Buddha tan bellamente escribió acerca de su largo y agotador sendero:

“Son muchas las cosas de vida que me han acogido - siempre buscando más arriba quien había traído sobre mì estas prisiones de los sentidos. ¡Dura fue mi lucha incesante! Pero ahora, oh, tù, constructor de este tabernáculo …tù! ¡A ti yo te conozco! Nunca volveràs a construir de nuevo estas paredes de dolor, ni elevarás la casa del árbol de engaños, ni pondrás bandejas frescas en la arcilla. ¡Despedazada està tu casa, y partida la cumbrera! El engaño lo construyó. Ahora te paso sin peligro alguno, para obtener la Liberación.”

(Tomado del libro El Puente a la Libertad – Sanat Kumara – Serapisbey Editores).

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