EL SIMBOLISMO DEL CUERPO HUMANO
Por MANLY P. HALL
l más antiguo, el más profundo, el más universal de todos los símbolos es el cuerpo humano. Los griegos, los persas, los egipcios y los hindúes consideraban que el análisis filosófico de la naturaleza trina y una del hombre era una parte indispensable de las enseñanzas éticas y religiosas. Los Misterios de todas las naciones enseñaban que las leyes, elementos, y poderes del universo se resumían en la constitución humana; que todo lo que existía fuera del hombre tenía su análogo dentro del hombre.
El universo, siendo inmensurable en su inmensidad e inconcebible en su profundidad, estaba más allá de la estimación mortal. Hasta los mismos dioses comprendían solo una parte de su inaccesible gloria que era su fuente. Cuando está temporalmente impregnado con entusiasmo divino, el hombre puede trascender por un breve momento las limitaciones de su propia personalidad y contemplar en parte ese celestial resplandor en el que se baña toda la creación. Pero aún en sus períodos de mayor iluminación el hombre es incapaz de imprimir en la sustancia de su alma racional una imagen perfecta de la expresión multiforme de la actividad celestial.
Reconociendo la inutilidad de tratar de poder intelectualmente con aquello que transciende la comprensión de las facultades racionales, los primeros filósofos desviaron su atención de la inconcebible Divinidad al hombre en sí mismo, dentro de los estrechos confines de cuya naturaleza encontraron manifestados todos los misterios de las esferas externas.
Como resultado natural de esta práctica se fabrico un sistema teológico secreto en el cual se considero a Dios como el Gran Hombre y, viceversa, al hombre como el pequeño dios.
Continuando esta analogía, el universo fue considerado como un hombre y, por el contrario, el hombre como un universo en miniatura. El universo mayor fue denominado el Macrocosmo-el Gran Mundo o Cuerpo—y la Vida Divino o entidad espiritual que controla sus funciones fue llamada el Macroprosophus.
El cuerpo del hombre, o el universo humano individual, fue llamado el Microcosmo, y la Vida Divina o entidad espiritual que controla sus funciones fue llamada Microprosophus. Los Misterios paganos se ocupaban primariamente de instruir neófitos en la verdadera relación que existe entre el Macrocosmo y el Microcosmo, en otras palabras, entre Dios y el hombre. Por consiguiente, la clave de estas analogías entre los órganos y funciones del hombre Microcósmico y las del Macrocosmo constituyó la posesión más preciada de los primeros iniciados.
En Isis Sin Velo, H. P. Blavatsky resumió el concepto pagano del hombre de la siguiente manera:
“El hombre es un mundo pequeño -un microcosmo dentro del gran universo. Como un feto, está suspendido, por sus tres espíritus, en la matriz del macrocosmos; y mientras su cuerpo terrestre está en constante armonía con su madre tierra, su alma astral vive al unísono con el anima mundisideral. El es en ello, como ello es en él, ya que el elemento que penetra el mundo llena todo el espacio, y es el espacio mismo, sólo que ilimitado e infinito. Con respecto a su tercer espíritu, el divino, qué es sino un rayo infinitesimal, una de las incontables radiaciones que proceden directamente de la Más Alta Causa-la Luz Espiritual del Mundo? Esta es la trinidad de naturaleza orgánica e inorgánica-la espiritual y la física, que son tres en una, y de la cual Proclus dice: “La primera mónada es el Dios Eterno; la segunda, la eternidad; la tercera, el paradigma, o patrón del universo; los tres que constituyen la Triada Inteligible.”
Mucho antes de la implantación de la idolatría en la religión, los primeros sacerdotes hicieron que la estatua de un hombre se colocara en el santuario del templo. Esta figura humana simbolizaba el Poder Divino en todas sus intrincadas manifestaciones. De esta manera los sacerdotes de la antigüedad aceptaron al hombre como su libro de texto, y a través del estudio de el aprendieron a entender los misterios más grandes y más abstrusos del plan celestial del cual ellos eran una parte. No es improbable que esta figura misteriosa que vigilaba los altares primitivos fuera realizada algo así como un maniquí y, como ciertas manos emblemáticas en las escuelas de Misterios, fue cubierta con jeroglíficos tallados o pintados. La estatua puede haberse abierto, de manera que mostraba las posiciones relativas de los órganos, huesos, músculos, nervios, y otras partes.
Después de siglos de investigación, el maniquí se convirtió en una masa de jeroglíficos intricados y figuras simbólicas. Todas las partes tenían su significado secreto. Las medidas formaron un estándar básico por medio de las cuales era posible medir todas las partes del cosmos. Era un emblema glorioso compuesto por todo el conocimiento poseído por los sabios y hierofantes.
Luego vino la era de la idolatría. Los Misterios decayeron desde adentro. Los secretos se perdieron y nadie conoció la identidad del hombre misterioso que vigilaba el altar. Se recordó solamente que la figura era un símbolo sagrado y glorioso del Poder Universal, y finalmente llegó a ser admirado como un dios-el Uno en cuya imagen se hizo el hombre.
Habiendo perdido el conocimiento del propósito por el cual se construyó originalmente el maniquí, los sacerdotes rindieron culto a esta efigie hasta que al final su falta de comprensión espiritual tumbó el templo en ruinas sobre sus cabezas y la estatua se desmoronó con la civilización que había olvidado su significado.
Originándose en esta suposición de los primeros teólogos que el hombre es realmente ideado a la imagen de Dios, las mentes iniciadas de edades pasadas erigieron la estupenda estructura de la teología sobre la base del cuerpo humano. El mundo religioso de hoy es casi totalmente ignorante del hecho de que la ciencia de la biología es la fuente primera de sus doctrinas y principios. Muchos de los códigos y leyes que los modernos divinos creen haber sido revelaciones directas de la Divinidad son en realidad el fruto de años de paciente ahondar en los intrincados detalles de la constitución humana y las maravillas infinitas reveladas por dicho estudio.
En casi todos los libros sagrados del mundo se puede rastrear una analogía anatómica. Esto es más evidente en sus mitos de la creación. Cualquiera que esté familiarizado con la embriología y obstetricia no tendrá dificultad en reconocer la base de la alegoría con respecto a Adán y Eva y el Jardín del Edén, los nueve grados de los Misterios Eleusinos, y la legenda brahmánica de las encarnaciones de Vishnu.
La historia del Huevo Universal, el mito escandinavo de Ginnungagap (la grieta oscura en el espacio en la cual se sembró la semilla del mundo), y el uso del pez como el emblema del poder generador paterno—todo muestra el verdadero origen de la especulación teológica. Los filósofos de la antigüedad se dieron cuenta que el hombre mismo era la clave del acertijo de la vida, porque era la imagen viva del Plan Divino, y en las eras futuras la humanidad también llegará darse cuenta más en detalle la importación solemne de aquellas antiguas palabras: “El verdadero estudio de la humanidad es el hombre.”
Tanto Dios como el hombre tienen una constitución doble, de la cual la parte superior es invisible y la inferior visible. En ambos hay también una esfera intermedia, marcando el punto donde esas naturalezas visible e invisible se tocan. Como la naturaleza espiritual de Dios controla Su forma universal objetiva—que es en realidad una idea cristalizada—así la naturaleza espiritual del hombre es la causa invisible y el poder controlador de su personalidad material visible. De esta manera es evidente que el espíritu del hombre guarda la misma relación con su cuerpo material que Dios guarda con el universo objetivo.
Los Misterios enseñaban que el espíritu, o la vida, era anterior a la forma y que lo que es anterior incluye todo lo que es posterior a sí mismo. El espíritu siendo anterior a la forma, la forma esta por lo tanto incluida dentro del reino del espíritu. Es también una declaración o creencia popular que el espíritu del hombre está dentro de su cuerpo. De acuerdo con las conclusiones de la filosofía y la teología, sin embargo, esta creencia es errónea, ya que el espíritu primero circunscribe un área y luego se manifiesta dentro de ella. Hablando filosóficamente, la forma, siendo una parte del espíritu, está dentro del espíritu; pero el espíritu es más que la suma de la forma, como la naturaleza material del hombre es en consecuencia dentro de la suma del espíritu, entonces la Naturaleza Universal, incluyendo todo el sistema sideral, está dentro de la esencia que todo lo penetra de Dios-el Espíritu Universal.
De Libri Apologetici de Böhme
El Tetragrámaton, o el Nombre de cuatro letras de Dios, aquí esta dispuesto como un tetractys dentro del corazón humano invertido. Abajo, el nombre Jehovah se muestra transformado en Jehoshua por la interpolación de la radiante letra hebrea סה , Shin. El dibujo en su conjunto representa el trono de Dios y Sus jerarquías dentro del corazón del hombre. En el primer libro de su Libri Apologetici, Jacobo Böhme describe de esta manera el significado del símbolo:
“A causa de que nosotros los hombres tenemos un libro en común que señala a Dios. Cada uno lo tiene dentro de sí mismo, que es el Nombre inapreciable de Dios.
Sus letras son las llamas de Su amor, que El de Su corazón en el Nombre inapreciable de Jesús ha revelado en nosotros.
Lean estas letras en sus corazones y espíritus y Uds. tienen suficientes libros. Todos los escritos de los hijos de Dios te dirigen a ese libro único, porque en él yacen todos los tesoros de la sabiduría. * * * “Este libro es Cristo en Uds.”
De acuerdo con otro concepto de la sabiduría antigua, todos los cuerpos-sean espirituales o materiales-tienen tres centros, llamados por los griegos el centro superior, el centro medio, y el centro inferior. Se notará aquí una aparente ambigüedad. Es imposible diagramar o simbolizar apropiadamente las verdades mentales abstractas, porque la representación gráfica de un aspecto de las relaciones metafísicas puede ser una contradicción real de algunos otros aspectos. Mientras que eso que está arriba se considera generalmente superior en dignidad y poder, en realidad aquello que esta en el centro es superior y anterior tanto a aquello que se dice estar arriba y aquello que se dice estar abajo. En consecuencia, debe decirse que lo primero-que se considera que esta arriba-esta realmente en el centro, mientras que los otros (que se dice están arriba o abajo) están en realidad abajo.
Este punto puede ser simplificado más si el lector considerara arriba como que indica el grado de proximidad a la fuente y abajo como que indica el grado de distancia desde la fuente, la fuente que está situada en el centro real y distancia relativa que son los varios puntos a lo largo del radio desde el centro hacia la circunferencia. En asuntos concernientes a la filosofía y la teología, arriba puede considerarse hacia el centro y abajo hacia la circunferencia.
El centro es el espíritu; la circunferencia es la materia. En consecuencia, arriba está hacia el espíritu junto a una escala ascendente de espiritualidad; abajo está hacia la materia junto a una escala ascendente de materialismo. El último concepto está expresado en parte por el vértice de un cono que, cuando es visto desde arriba, se ve como un punto en el centro exacto de la circunferencia formada por la base del cono.
Estos tres centros universales-el arriba, el abajo, y el vinculo que los une-representan tres soles o tres aspectos de un sol-centros de resplandor. Estos también tienen sus analogías en los tres grandes centros del cuerpo humano, que, como el universo físico, es una fabricación demiúrgica. “El primero de estos [soles],” dice Thomas Taylor, “es análogo a la luz cuando se la ve subsistiendo en su fuente el sol; la segunda a la luz que inmediatamente procede del sol; y la tercera al esplendor comunicado a otras naturalezas por esta luz.”
Debido a que el centro superior (o espiritual) esta en el medio de los otros dos, su análogo en el cuerpo físico es el corazón-el órgano espiritual y misterioso en el cuerpo humano. El segundo centro (o el vínculo entre los mundos superior e inferior) se eleva a la posición de la más grande dignidad física-el cerebro. El tercer centro (o inferior) está relegado a la posición de menor dignidad física pero la mayor importancia física-el sistema generativo.
De esta manera el corazón es simbólicamente la fuente de vida; el cerebro el vínculo por el cual, a través de la inteligencia racional, se unifica la vida y la forma; y el sistema generativo—o creador infernal-la fuente de ese poder por el cual se producen los organismos físicos. Los ideales y aspiraciones del individuo dependen en gran medida sobre los cuales estos tres centros de poder predominan en alcance y actividad de expresión. En el materialista el centro inferior es el mas fuerte, en el intelectualista el centro superior; pero en el iniciado el centro medio-bañando los dos extremos en una inundación de resplandor espiritual-controla saludablemente tanto la mente como el cuerpo.
Como la luz da testimonio de vida-que es su fuente-así la mente da testimonio del espíritu, y la actividad en un plano aún más inferior es testigo de la inteligencia. De esta manera la mente da testimonio del corazón, mientras que el sistema generativo, a su vez, da testimonio de la mente. Por consiguiente, la naturaleza espiritual es simbolizada más comúnmente por el corazón; el poder intelectual por un ojo abierto, que simboliza la glándula pineal o el ojo cíclope, que es el Jano de dos caras de los Misterios paganos; y el sistema generativo por una flor, un cayado, una copa, o una mano.
Mientras que todos los Misterios reconocían al corazón como el centro de la conciencia espiritual, con frecuencia decididamente ignoraron este concepto y usaron el corazón en su sentido exotérico como el símbolo de la naturaleza emocional. En esta disposición el centro generativo representaba el cuerpo físico, el corazón el cuerpo emocional, y el cerebro el cuerpo mental. El cerebro representaba la esfera superior, pero después de que los iniciados hubiesen pasado a través de los grados más bajos, se les instruía que el cerebro era el poder de la llama espiritual que vive en los recovecos más recónditos del corazón.
El estudiante de esoterismo descubre antes que pase mucho tiempo que los antiguos con frecuencia recurrían a varios subterfugios para esconder las verdaderas interpretaciones de sus Misterios. La sustitución del cerebro por el corazón era una de esos subterfugios.
Los tres grados de los Misterios antiguos eran dados, con pocas excepciones, en cámaras que representaban los tres grandes centros de los cuerpos humano y Universal. Si era posible, el templo mismo era construido con la forma del cuerpo humano.
El candidato entraba entre los pies y recibía el grado más alto en el punto correspondiente al cerebro.
De esta manera el primer grado era el misterio material y su símbolo era el sistema generativo; elevaba al candidato a través de varios grados de pensamiento concreto.
El segundo grado se daba en la cámara correspondiente al corazón, pero representaba el poder medio que era el vínculo mental. Aquí el candidato era iniciado en los misterios del pensamiento abstracto y se elevaba tan alto como la mente era capaz de penetrar.
Luego pasaba a la tercera cámara, que, análoga al cerebro, ocupaba la posición más alta en el templo pero, análoga al corazón, era de la mayor dignidad. En la cámara del cerebro se daba el misterio del corazón. Aquí el iniciado primera vez comprendía el significado de esas palabras inmortales: “Como un hombre piensa en su corazón, así es él.”
Como hay siete corazones en el cerebro así hay siete cerebros en el corazón, pero este es un asunto de suprafísica de lo cual poco se puede decir en el momento actual.
Proclus escribe sobre este tema en el primer libro de Sobre al Teología de Platón: “En realidad, Sócrates en el (Primer) Alcibiades correctamente observa, que el alma que entra dentro sí misma contemplará todas las otras cosas, y la deidad misma. Por tender a su propia unión, y al centro de toda la vida, dejando de lado la multitud, y la variedad de todos los poderes múltiples que ella contiene, asciende a los ofrecimientos de la atalaya más alta.
Y como en el más santo de los misterios, dicen, que los místicos al principio se encontraron con la multiforme, y muchos géneros de formas, que son lanzados ante los dioses, pero al ingresar al templo, impasibles, y custodiados por los ritos místicos, genuinamente recibían en sus pechos [corazón] iluminación divina, y despojados de sus vestimentas, como ellos dirían, participaban de una naturaleza divina; el mismo modo, como me parece a mi, sucede en la especulación de los todos.
Para el alma cuando mira las cosas posteriores a sí misma, contempla las sombras e imágenes de seres, pero cuando ella misma se convierte en ella misma evoluciona su propia esencia, y las razones que contiene.
Y al principio realmente, ella es como si solamente se contempla a sí misma; pero, cuando penetra más profundamente en el conocimiento de sí misma, encuentra en sí misma tanto el intelecto como los órdenes de los seres. Cuando ella sin embargo, procede en sus recovecos interiores, y dentro del ádito como si fuera del alma, percibe con el ojo cerrado [sin la ayuda de su mente inferior], el género los dioses, y las unidades de los seres. Ya que todas las cosas están en nosotros físicamente, y a través de esto somos naturalmente capaces de conocer todas las cosas, excitando los poderes y las imágenes de todos que contenemos.”
De un grabado antiguo, cortesía de Carl Oscar Borg.
Sobre las doce falanges de los dedos, aparecen las imágenes de los Apóstoles, cada una portando su propio símbolo.
En el caso de aquellos que sufrieron el martirio el símbolo significa el instrumento de muerte. De esta manera, el símbolo de San Andrés es una cruz; de Santo Tomas, una jabalina o una escuadra de constructor; de Santiago el Menor, una maza de batanero; de San Felipe, una cruz; de San Bartolomé, un cuchillo largo o cimitarra; de San Mateo, una espada o lanza (a veces un monedero); de San Simón, una maza o un serrucho; de San Matías, un hacha; y de San. Judas, una alabarda.
Los Apóstoles cuyos símbolos no exaltan su martirio son San Pedro, que lleva dos llaves cruzadas, una de oro y una de plata; Santiago el Mayor, que lleva el cayado de un peregrino y un caparazón de una venera; y San Juan, que sostiene una copa de la cual parte milagrosamente el veneno en forma de serpiente. (Ver Manual de Simbolismo Cristiano.)
La figura de Cristo sobre la segunda falange del pulgar no sigue el sistema pagano de asignar la primera Persona de la Triada Creativa a esta Posición. Dios el Padre debería ocupar la segunda Falange, Dios el Hijo la primera falange, mientras que a Dios el Espíritu Santo se asigna la base del pulgar.- También, de acuerdo con la disposición filosófica, la Virgen debería ocupar la base del pulgar, que es consagrado a la luna.
Los iniciados de antes advertían a sus discípulos que una imagen no es una realidad sino meramente la objetivación de una idea subjetiva. La imagen, de los dioses no fue diseñada para ser objetos de culto sino eran para ser considerados meramente emblemas o recordatorios de poderes y principios invisibles.
De manera similar, el cuerpo del hombre no debe ser considerado como el individuo sino solamente como la casa del individuo, de la misma manera que el templo era la Casa de Dios. En un estado de pesadez y perversión el cuerpo del hombre es la tumba o prisión de un principio divino, en un estado de desarrollo y regeneración es la Casa o Santuario de la Deidad por cuyos poderes creativos fue ideado. “La personalidad está suspendida en un hilo de la naturaleza del Ser,” declara el trabajo secreto.
El hombre es en esencia un principio permanente e inmortal; solamente sus cuerpos pasan a través del ciclo de nacimiento y muerte. Lo inmortal es la realidad; lo mortal es la irrealidad. Durante cada período de vida terrestre, la realidad de esta manera mora en la irrealidad, para ser liberada de ella temporalmente por la muerte y permanentemente por la iluminación.
Mientras que en general se los consideraba politeístas, los paganos ganaron esta reputación no porque rendían culto a más de un Dios sino mas bien porque personificaban los atributos de este Dios, creando de tal modo un panteón de deidades posteriores cada una manifestando una parte de lo que el Dios Único manifestaba como un todo.
Los varios panteones de las religiones antiguas en consecuencia realmente representaban los atributos catalogados y personificados de la Deidad. En cuanto a esto se corresponden con las jerarquías de los Cabalistas Hebreos.
Todos los dioses y diosas de la antigüedad consecuentemente tienen sus analogías en el cuerpo humano, como también lo tienen los elementos, planetas, y constelaciones que fueron asignadas como vehículos adecuados para estos celestiales. Se asignan cuatro centros corporales a los elementos, los siete órganos vitales a los planetas, las doce partes y miembros principales al zodiaco, las partes invisibles de la naturaleza divina del hombre a varias deidades supermundanas, mientras que se declaraba que el Dios escondido se manifestaba a través de la médula en los huesos.
Para muchos es difícil darse cuenta de que ellos son universos reales; que sus cuerpos físicos son una naturaleza visible a través de la estructura de la cual incontables ondas de vida que evolucionaba están desarrollando sus potencialidades latentes. Sin embargo a través del cuerpo físico del hombre no solo son un mineral, una planta, y un reino animal evolucionando, sino también clasificaciones y divisiones de vida espiritual invisible desconocidas, lo mismo que las células son unidades infinitesimales en la estructura del hombre, así el hombre es una unidad infinitesimal en la estructura del universo.
Una teología basada en el conocimiento y apreciación de estas relaciones es tan profundamente justa como es profundamente verdadera.
Como el cuerpo físico del hombre tiene cinco extremidades distintas e importantes-dos piernas, dos brazos, y una cabeza, de las cuales la última gobierna las primeras cuatro-la número 5 ha sido aceptada como el símbolo del hombre. Por sus cuatro esquinas la pirámide simboliza los brazos y las piernas, y por su vértice la cabeza, de esta manera indicando que un poder racional controla cuatro esquinas irracionales. Las manos y los pies se usan para representar los cuatro elementos, de los cuales los dos pies son tierra y agua, y las dos manos fuego y aire.
El cerebro entonces simboliza el quinto elemento sagrado—éter—que controla y unifica los otros cuatro. Si los pies son colocados juntos y los brazos extendidos, el hombre entonces simboliza la cruz con el intelecto racional como la cabeza o miembro superior.
Los dedos de la mano y de los pies también tienen una importancia especial. Los dedos de los pies representan los Diez Mandamientos de la ley física y los dedos de la mano los Diez Mandamientos de la ley espiritual. Los cuatro dedos de cada mano representan los cuatro elementos y las tres falanges de cada dedo representan las divisiones del elemento, de manera que en cada mano hay doce partes de los dedos, que son análogas a los signos del zodiaco, mientras que las dos falanges y la base de cada pulgar suponen la triple Deidad. La primera falange corresponde al aspecto creativo, la segunda al aspecto preservativo, y la base al aspecto generativo y destructivo. Cuando se juntan las manos, el resultado es los veinticuatro Mayores y los seis Días de la Creación.
En el simbolismo el cuerpo está dividido verticalmente en mitades, la mitad derecha se considera la luz y la mitad izquierda la oscuridad. Para aquello no familiarizados con los verdaderos significados de luz y oscuridad, la mitad de la luz fue denominada espiritual y la mitad izquierda material.
La luz es el símbolo de la objetividad; la oscuridad de la subjetividad.
La luz es una manifestación de la vida y es en consecuencia posterior a la vida. Aquello que es anterior a la luz es oscuridad, en la cual la luz existe temporalmente pero la oscuridad permanentemente. Como la vida precede a la luz, su único símbolo es la oscuridad, y la oscuridad es considerada el velo que debe esconder eternamente la verdadera naturaleza del Ser abstracto e indiferenciado.
En tiempos antiguos los hombres peleaban con sus brazos derechos y defendían sus centros vitales con sus brazos izquierdos, sobre los cuales llevaban el escudo protector. La mitad derecha era considerada por lo tanto ofensiva y la mitad izquierda defensiva.
Por esta razón también el lado derecho del cuerpo era considerado masculino y el lado izquierdo femenino.
Varias autoridades son de la opinión de que el actual uso generalizado de la mano derecha en la raza es el resultado de la costumbre de sostener la mano izquierda limitada a propósitos defensivos. Además, como la fuente del Ser esta en la oscuridad primordial que precedía la luz, si la naturaleza espiritual del hombre está en la parte oscura de su ser, ya que el corazón esta en el lado izquierdo.
Entre las curiosas ideas equivocadas que surgen de la falsa práctica de asociar la oscuridad con el mal hay una por la cual varias naciones antiguas usaban la mano derecha para todas las labores constructivas y la mano izquierda sólo para aquellos propósitos denominados impuros e impropios para la vista de los dioses.
Por la misma razón con frecuencia se refería a la magia negra como el sendero de la izquierda, y se decía que el cielo estaba a la derecha y el infierno a la izquierda. Algunos filósofos además declaraban que había dos métodos de escritura: uno de izquierda a derecha, que era considerado el método exotérico; el otro de derecha a izquierda, que era considerado esotérico. La escritura exotérica era aquella que se hacia hacía fuera o alejándose del corazón, mientras que la escritura esotérica era aquella que-como el hebreo antiguo-se escribía hacia el corazón.
La doctrina secreta declara que todas las partes y miembros del cuerpo están resumidos en el cerebro y, a su vez, que todo lo que esta en el cerebro esta resumido en el corazón. En el simbolismo la cabeza se usa con frecuencia para representar la inteligencia y el auto-conocimiento.
Como el cuerpo humano en su totalidad es el producto mas perfecto conocido en la evolución de la tierra, fue empleado para representar a la Divinidad-el estado o condición apreciable más alta. Los artistas, al tratar de retratar la Divinidad, con frecuencia sólo muestran una mano emergiendo de una nube impenetrable. La nube supone la Divinidad Incognoscible-ocultada del hombre por limitación humana.
La mano significa la actividad Divina, la única parte de Dios que es conocible a los sentidos inferiores.
Redibujado de Theosophia Práctica de Gichtel.
Johann Georg Gichtel, un profundo Filósofo y místico, el más iluminado de los discípulos de Jacobo Böhme, secretamente circuló los diagramas anteriores entre un pequeño grupo de amigos y estudiantes devotos.
Gichtel volvió a publicar los escritos de Böhme, ilustrándolos con numerosas figuras notables. De acuerdo con Gichtel, los diagramas anteriores, representan la anatomía del hombre divino (o interno), y estableció gráficamente su condición durante sus estados humano, infernal, y divino. Las placas en la edición de William Law de los trabajos de Böhme están basadas aparentemente en los diagramas de Gichtel, que siguen en todos los esenciales.
Gichtel no da una descripción detallada de sus figuras, y las letras en los diagramas originales aquí traducidas del alemán es la única pista para la interpretación de los diagramas.
Las dos figuras del extremo representan el anverso y reverse del mismo diagrama y son denominadas Tabla Tres.
Son “diseñadas para mostrar la Condición del Hombre en su totalidad, con respecto a sus tres Partes esenciales, Espíritu, Alma, y Cuerpo, en su Estado Regenerado.” La tercer figura de la izquierda se llama Segunda Tabla, y establece “la Condición del Hombre en su Estado anterior, caído, y corrupto; sin ningún respeto a, o consideración de su renovación por regeneración.” La tercera figura, sin embargo, no corresponde a la Primera Tabla de William Law. La Primera Tabla presumiblemente representa la condición de la humanidad antes de la Caída, pero la placa de Gichtel pertenece al tercer estado, o estado regenerado de la humanidad.
William Law de esta manera describe el propósito de los diagramas, y los símbolos sobre ellos: “Estas tres tablas se diseñaron para representar al Hombre en su triple Estado diferente: el Primero antes de su Caída, en Pureza, Dominio, y Gloria: el Segundo después de su Caída, en Contaminación y Perdición: y el Tercero en su ascenso de la Caída, o en el Camino de la regeneración, en la Santificación y Tendencia a su última Perfección.” El estudiante de Orientalismo reconocerá inmediatamente en los símbolos sobre las figuras los chakras hindús, o centros de fuerza espiritual, las mociones y aspectos varios que revelan la condición de la naturaleza divina interna del discípulo.
La cara consiste en una trinidad natural: los ojos que representan el poder espiritual que comprende; los orificios nasales que representan el poder preservativo y vivificante; y la boca y las orejas que representan el poder demiúrgico del mundo inferior.
La primera esfera es eternamente existente y es creativa; la segunda esfera pertenece al misterio de la ruptura creativa; y la tercera esfera a la palabra creativa. Por la Palabra de Dios el universo material fue fabricado, y los siete poderes creativos, o sonidos vocales-que habían sido traídos a la existencia por la expresión de la Palabra-se convirtieron en los siete Elohim o Deidades por cuyo poder y ministerio se organizó el mundo inferior. Ocasionalmente la Deidad es simbolizada por un ojo, una oreja, una nariz, o una boca. Por la primera, se da significado a la conciencia Divina; por la segunda, al interés Divino; por la tercera, a la vitalidad Divina; y por la cuarta, a la orden Divina.
Los antiguos no creían que la espiritualidad hacia a los hombres justos o racionales, sino más bien que la justicia y la racionalidad hacían espirituales a los hombres. Los Misterios enseñaban que la iluminación espiritual se lograba solamente trayendo la naturaleza inferior hasta determinado estándar de eficiencia y pureza. Los Misterios por lo tanto fueron establecidos con el propósito de desarrollar la naturaleza del hombre de acuerdo con ciertas reglas fijas que, cuando se seguían fielmente, elevaban la conciencia humana hasta un punto donde era capaz de conocer su propia constitución y el verdadero propósito de la existencia.
Este conocimiento de cómo la constitución múltiple del hombre podía ser regenerada más rápida y completamente al punto de que la iluminación espiritual constituía la doctrina secreta, o esotérica, de la antigüedad. Determinados órganos y centros físicos son en realidad los velos o envolturas de los centros espirituales. Cuáles eran y cómo podían ser desarrolladas nunca fue revelado al no regenerado, porque los filósofos se dieron cuenta que una vez que entiende el funcionamiento complete de cualquier sistema, un hombre puede lograr un fin prescrito sin estar calificado para manipular y controlar los efectos que ha producido. Por esta razón se impusieron largos períodos de prueba, para que el conocimiento de como convertirse como los dioses pudiera permanecer como la única posesión de los merecedores.
Para que ese conocimiento no se perdiera, sin embargo, fue ocultado en alegorías y mitos que no tenían sentido para el profano pero eran obvios para aquellos familiarizados con esa teoría de redención personal que fue el fundamento de la teología filosófica.
Se puede citar al mismo Cristianismo como ejemplo. Todo el Nuevo Testamento es en realidad una exposición ingeniosamente ocultada de los procesos secretos de la regeneración humana.
Los personajes por tanto tiempo considerados hombres y mujeres históricas son realmente la personificación de ciertos procesos que tienen lugar en el cuerpo humano cuando el hombre comienza la tarea de liberarse conscientemente de la esclavitud de la ignorancia y la muerte.
Las vestimentas y ornamentaciones supuestamente usadas por los dioses también son claves, porque en los Misterios la ropa era considerada sinónimo de forma. El grado de espiritualidad o materialismo de los organismos se denotaba por la calidad, belleza, y valor de las vestimentas usadas. El cuerpo físico del hombre era admirado como la toga de su naturaleza espiritual; en consecuencia, cuanto más desarrollados eran sus poderes supersubstanciales más glorioso era su ropa. Por supuesto, la ropa era usada originariamente como adorno más que como protección, y dicha práctica aún prevalece entre muchos pueblos primitivos.
Los Misterios entendían que los únicos ornamentos duraderos del hombre eran sus virtudes y sus características valiosas; que se vestía en sus propios logros y se adornaba con sus logros. De esta manera la toga blanca era simbólica de pureza, la toga roja de sacrificio y amor, y la toga azul de altruismo e integridad. Ya que se decía que el cuerpo era la toga del espíritu, las deformidades mentales o morales eran descriptas como deformidades del cuerpo.
Considerando el cuerpo del hombre como la regla de medición del universo, los filósofos declararon que todas las cosas se parecen en constitución-si no en forma-al cuerpo humano. Los griegos, por ejemplo, declararon a Delfos el ombligo de la tierra, ya que el planeta físico era admirado como un ser humano gigantesco que estaba enrollado en la forma de una pelota.
En contra distinción a la creencia de la Cristiandad que la tierra es una cosa inanimada, los paganos consideraban no sólo a la tierra sino también a todos los cuerpos siderales criaturas individuales que poseían inteligencias individuales.
Ellos fueron tan lejos como para ver los varios reinos de la Naturaleza como entidades individuales. El reino animal, por ejemplo, considerado como un ser-un compuesto de todas las criaturas que componen ese reino. Esta bestia prototípica era personificación mosaica de todas las inclinaciones animales y dentro de su naturaleza existía todo el mundo animal como la especie humana existe dentro de la constitución del Adán prototípico.
De la misma manera, las razas, las naciones, las tribus, las religiones, los estados, las comunidades, y las ciudades eran vistas como entidades compuestas, cada una constituida por números variables de unidades individuales. Todas las comunidades tienen una individualidad que es la suma de las actitudes individuales de sus habitantes.
Todas las religiones son un individuo cuyo cuerpo está constituido por una jerarquía y una vasta multitud de adoradores individuales. La organización de cualquier religión representa su cuerpo físico, y sus miembros individuales la vida celular que constituye este organismo.
Por consiguiente, las religiones, las razas, y las comunidades–como los individuos– atraviesan las Siete Edades de Shakespeare, ya que la vida del hombre es un estándar por el cual se estima la perpetuidad de todas las cosas.
De acuerdo con la doctrina secreta, el hombre, a través del refinamiento gradual de sus vehículos y la siempre creciente sensibilidad resultante de ese refinamiento, esta gradualmente superando las limitaciones de la materia y se esta desenredando de su rollo mortal. Cuando la humanidad haya completado su evolución física, la cáscara vacía del materialismo dejada atrás será usada por otras ondas de vida como escalones para su propia liberación. La tendencia del crecimiento evolutivo del hombre es siempre hacia su propia Personalidad esencial.
En el punto de materialismo más profundo, en consecuencia, el hombre está a la distancia más grande de Sí mismo. De acuerdo con las enseñanzas de los Misterios, no toda la naturaleza espiritual del hombre encarna en la materia. El espíritu del hombre se muestra gráficamente como un triángulo equilátero con una punta hacia abajo.
Este punto inferior, que es un tercio de la naturaleza espiritual pero en comparación a la dignidad de los otros dos es mucho menos que un tercio, desciende a la ilusión de la existencia material por un breve espacio de tiempo.
Aquello que nunca se viste en la envoltura de la materia es el Anthropos Hermético-el Hombre Superior- análogo a los Cíclopes o demonios guardianes de los griegos, el ángel de Jacobo Böhme, y la Supra- Alma de Emerson, “esa Unidad, esa Supra-Alma, dentro de la cual está contenido el ser particular de todos los hombres y se hace uno con todo lo otro.”
En el nacimiento solamente una tercera parte de la Naturaleza Divina del hombre se disocia temporalmente de su propia inmortalidad y se encarga del sueno del nacimiento y la existencia física, animando con su propio entusiasmo celestial un vehículo compuesto de elementos materiales, parte de y atado a la esfera material. En la muerte esta parte encarnada despierta del sueño de existencia física y se reúne una vez más con su condición eterna.
Este descenso periódico del espíritu en la material se denomina la rueda de la vida y la muerte, y los principios desarrollados son tratados en detalle por los filósofos bajo el tema de metempsicosis. Por la iniciación en los Misterios y un cierto proceso conocido como teología operativa, transciende esta ley de nacimiento y muerte, y durante el curso de la existencia física esa parte del espíritu que está dormida en forma se despierta sin la intervención de la muerte—el Iniciador inevitable-y es conscientemente reunificada con el Anthropos, o la sustancia dominante de sí mismo. Este es al mismo tiempo el propósito primario y el logro consumado de los Misterios: que el hombre se haga consciente y conscientemente se reunifique con la fuente divina de sí mismo sin probar la disolución física.
De las Figures de Law de Jacobo Böhme.
Así como el diagrama que representa la vista de frente del hombre ilustra sus principios divinos en su estado regenerado, así la vista de atrás de la misma figura establece la condición inferior, o “noche,” del sol. Desde la Esfera de la Mente Astral una línea asciende a través de la Esfera de la razón en aquella de los Sentidos.
La Esfera de la Mente Astral y de los Sentidos está llena de estrellas para significar la condición nocturna de sus naturalezas. En la esfera de la razón, lo superior y lo inferior están reconciliados, la Razón en el hombre mortal correspondiente al Entendimiento Iluminado en el hombre espiritual.
De las Figures de Law de Jacobo Böhme.
Un árbol con sus raíces en el corazón se eleva del Espejo de la Deidad a través de la Esfera del Entendimiento para ramificarse en la Esfera de los Sentidos. Las raíces y el tronco de este árbol representan la naturaleza divina del hombre y puede llamarse suespiritualidad; las ramas del árbol son las partes separadas de la constitución divina y puede equipararse a la individualidad; y las hojas-debido a su naturaleza efímera-corresponden a la personalidad, que no comparte nada de la permanencia de su fuente divina.
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