lunes, 24 de septiembre de 2012

LA VIRTUD ESTÁ LIBRE DE AUTORIDAD
Por: JIDDU KRISHNAMURTI

ALBERTO DULANTO PARDO FIGUEROA
B:.R:.L:.S:. Sol del Perú No 73 del Perú



¿Puede la mente estar libre de la autoridad, lo cual implica que está libre del temor; y por lo tanto, ya no es susceptible de seguir a nadie? En tal caso, ello pone fin a la imitación, que es algo mecánico. Al fin y al cabo; la virtud y la ética, no son una repetición de lo bueno. Pues en el momento en que la virtud se torna mecánica, deja de ser virtud. La virtud, es algo que debe existir de instante en instante, como la humildad. La humildad, no puede ser cultivada; y una mente que carece de humildad, es incapaz de aprender. De modo que la virtud, está libre de autoridad. La moralidad social no es moralidad en absoluto; es inmoral, porque admite la competencia, la codicia y la ambición. Por tanto, la sociedad alienta la inmoralidad. La virtud, es algo que trasciende la moralidad. Sin virtud, no hay orden; y el orden no es tal conforme a un patrón, a una fórmula. La mente que sigue una fórmula disciplinándose para alcanzar la virtud; origina para sí misma, problemas de inmoralidad.



Una autoridad externa; aparte de la autoridad de la ley, que la mente la proyecta como Dios o como moral, etc., se torna destructiva cuando esa mente está buscando comprender qué es la verdadera virtud. Cada uno de nosotros tiene su propia autoridad; como experiencia y conocimiento y trata, de seguirla. Existe ésta constante repetición, ésta imitación que todos conocemos. La autoridad psicológica, no la autoridad de la ley. La autoridad del policía que cuida el orden; que cada uno tiene, se vuelve destructiva de la virtud, dado que la virtud es algo viviente y en movimiento. Tal como no podemos cultivar la humildad ni podemos cultivar el amor, así tampoco la virtud puede ser cultivada; y en ello, hay una gran belleza. La virtud jamás es mecánica; y sin virtud, no hay base para el claro pensar.


LA VIEJA MENTE SE HALLA ATADA POR LA AUTORIDAD.
El problema es; entonces, el siguiente: ¿Es posible para la mente que ha sido tan condicionada; educada en innumerables sectas, religiones y en toda clase de supersticiones y temores, romper consigo misma y de tal modo, dar origen a una mente nueva? [...]. La vieja mente es; en esencia, la mente que se halla atada por la autoridad. No estoy usando la palabra autoridad en el sentido legalista; entiendo por la palabra
autoridad como tradición, conocimiento y experiencia. La autoridad como el medio de encontrar la seguridad y permanecer en esa seguridad; externa e internamente, ya que después de todo, eso es lo que la mente está buscando siempre: Un lugar donde pueda sentirse segura, y donde no se la perturbe. Tal autoridad, puede ser la autoridad de una idea autoimpuesta o la así llamada idea religiosa de Dios; la cual no tiene realidad alguna, para la persona religiosa. Una idea no es un hecho, es una ficción. La idea de Dios es una ficción; ustedes pueden creer en ella, pero sigue siendo una ficción. Para encontrar a Dios, uno debe destruir por completo la ficción; porque la vieja mente, es la mente temerosa y ambiciosa, la que tiene miedo de la muerte, del vivir y de la relación (Consciente o inconscientemente), que está siempre buscando permanencia y seguridad.


LIBRES DESDE EL PRINCIPIO MISMO.

Si podemos comprender la compulsión, que hay detrás de nuestro deseo de dominar o de ser dominados; entonces, quizá podremos liberarnos de los efectos mutiladores de la autoridad. Anhelamos estar seguros, tener razón, éxito, saber; y este deseo de certidumbre y de permanencia, se desarrolla dentro de nosotros la autoridad de la experiencia personal. Mientras que exteriormente crea la autoridad de lo social, de la familia, de la religión y demás. Pero el mero ignorar la autoridad; zafarse de sus símbolos exteriores, significa muy poco.



Romper con una tradición y amoldarse a otra, abandonar a este líder y seguir a aquél, no es sino un gesto superficial. Si hemos de percibir inteligentemente todo el proceso de la autoridad; si hemos de ver su naturaleza intrínseca, si hemos de comprender y trascender el deseo de certidumbre, entonces debemos tener una percepción y un discernimiento muy amplios, debemos ser libres; libres no al final, sino desde el principio.



LIBERARSE DE LA IGNORANCIA, DEL DOLOR.

Nosotros escuchamos con esperanza y miedo; buscamos la luz de otro, pero no estamos pasivamente alerta a fin de poder comprender. Si el liberado parece satisfacer nuestros deseos, lo aceptamos; si no, continuamos buscando a alguien que lo haga. Lo que ansía la mayoría de nosotros, es gratificación en diferentes niveles. Lo importante no es cómo reconocer a alguien que está liberado, sino cómo comprendernos a nosotros mismos. Ninguna autoridad; ni aquí ni en el más allá, puede darle a uno el conocimiento de sí mismo. Sin ése conocimiento propio, no es posible liberarse de la ignorancia, del dolor.

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