La Transición de Compañero a Maestro
El hombre ha evolucionado. No es el mismo que hace veinte o cincuenta mil años. Una analogía comparativa entre el Compañero Masón y el Maestro Masón es que el hombre está aprendiendo a hacer como el segundo, a no esperar, como el primero, que la evolución le ocurra sino a dirigir él su propia evolución. En el mundo le la luz hay ciertas leyes que se deben seguir, porque, de otra manera, se pierde la luz, la guía, se aleja uno de la fuente de donde emana toda Sabiduría.
Se trata de aprender a vivir creativamente cultivando la filosofía de la Orden. El Maestro busca su propia evolución, trabaja arduamente y carga sobre los hombros una pesada carga de deberes ineludibles. El Compañero está en la senda correcta, pero apenas emprende esta búsqueda tendiente al más rápido progreso. Siempre ha habido hombres que se adelantaron a su tiempo como Sócrates o Leonardo da Vinci que vivieron mil años adelantados de su época. El Maestro es un visionario del progreso mientras el compañero intenta aun comprender en qué consiste ese progreso viviendo creativamente y cultivando en su ser las artes y las ciencias de su grado.
La mente del Maestro se desenvuelve en una síntesis filosófica y concreta, la mente del compañero solamente en el análisis. ¿Qué quiere decir eso? Quiere decir que el deber y tarea del Compañero es el estudio y la práctica analizando detenidamente, abrevando información en general. El Maestro, conocedor y dominador de este conocimiento construye un concepto final, síntesis de un significado, simbolismo de lo que esconde el misterio detrás de la apariencia.
El Compañero desarrolla el pensamiento racional, aprende que el instinto, la intuición, la afectividad son importantes también. Pero la filosofía y el simbolismo masónico no son solo cosa del cerebro. Al cerebro del Maestro lo guía el deber y el corazón.
El Maestro eleva su vivir sobre las cosas para entrar en sentimientos de fraternidad y amor a sus semejantes. Sabe que sus deberes son inefables y pesados pero teniendo en cuenta que su finalidad es el bienestar y el progreso del género humano actúa con amor. Por eso, en todos los actos del verdadero Maestro Mason no solamente está su cerebro sino también su corazón. Sin corazón no hay Masonería.
Cuando el Aprendiz o el Compañero preguntan al Maestro, una vez responde una cosa y, la próxima, dice otra. Es así como obliga a su interlocutor a ejercer el criterio de su propia mente. El Compañero aprende con actitud y perseverancia a encender en su pecho el amor por el prójimo, la nobleza de alma que supere todo afán de traición o desistimiento.Si es valiente, podrá encarar los deberes futuros y superarse a sí mismo.
El Compañero auxilia al Maestro y guía al Aprendiz. Mientras al Compañero le es impuesto como un nuevo deber y responsabilidad esta función de guía que lo compromete con sus Hermanos de menor grado, el Maestro se considera sin imposición y a pura convicción propia en su noble humildad, servidor de todos sus discípulos.
Si queremos entrar en un mundo de logros personales y colectivos tenemos que osar, atrevernos dentro de lo justo, lo inteligente y lo necesario. Un Maestro Mason debe ser diferente, un ser formado para vivir lo insólito, lo trascendente, lo desconocido. Si no, la Masonería no tendría sentido. La filosofía masónica del Maestro es distinta a la ciencia del Compañero, pero, por supuesto, ambas tienen lugar en la misión noble y sagrada de todo masón. El Compañero opera a través de la observación, la experimentación y la comprobación. A la vez esa ciencia exacta y neutral es externa. La Filosofía del Maestro no ocurre fuera de nosotros sino dentro de nosotros. Juntas hacen posible el gran experimento de la vida, la transmutación, la Gran Obra de los Alquimistas. Ahí no seremos Jueces, estaremos involucrados totalmente en el deber y la convicción.
Los procedimientos del Maestro y del Compañero son diferentes, especialmente en el trabajo interior. Es inevitable para el Compañero empezar por él mismo, por su propio proceso de transformación, por observarse, por experimentar, probar, osar, intentar y querer buscar esa transformación. De este modo el Compañero da sus primeros pasos para despertar ese Maestro interior que deberá tomar, luego, el gobierno de las cosas. De este modo se nos revela la importante enseñanza de que la vida misma es solamente una preparación para lo que sigue. Cada suceso, cada aprendizaje es una causa que produce un efecto. Y ese efecto se convierte a su vez en causa de otro efecto.
El Compañero comienza a despertar a la Maestría cuando aprende a desenvolverse en una ética racional. Todo nace de lo más simple a lo más complejo; de lo más pequeño a lo más grande. Y así como el mundo y el Universo se expandieron a partir de un centro, los seres humanos también tenemos que expandirnos. Pero no lo haremos mientras no crezcamos. Entonces ¿Dónde está la limitación de la humanidad? Está en el crecimiento individual que cultiva y enseña el Grado de Compañero. Cuando el Compañero rompe las cadenas de la limitación que tenemos empezará a ser un Maestro, crecerá su grupo social, su familia, su logia, crecerá todo y habrá una onda expansiva que abarcara a la humanidad entera.
Dicha transmutación que hace la diferencia consiste en saber emprender ese crecimiento. La Masonería en su sabiduría le da a ese crecimiento sencillez y a la vez dimensiones infinitas. El problema es que muchas veces no podemos entender, no podemos asimilar lo más sencillo, lo más simple. Tenemos un intelecto maravilloso para comprender lo complejo pero no entendemos las cosas más sencillas, por ejemplo: El Amor.
Recordemos la leyenda del Rey Arturo. Cómo un muchacho logro sacar una espada de una piedra. Los más fuertes no pudieron sacarla. Pero Arturo, entrenado por el Mago Merlín poseía la Fuerza (con mayúscula) y la sacó. Así fue como pudo coronarse Rey. El muchacho mismo no sabía que él era un pequeño Mago. Era un niño que había aprendido cosas muy simples, allá en el bosque. Cosas sencillas que él no consideraba una gran sabiduría porque
no tenía ningún punto de comparación. Pero fue cuando el niño salió del bosque, fue al poblado y vio una espada en una piedra, la saco suavemente, sin esfuerzo ni resistencia. Con dicha analogía podemos entender que la sabiduría es un mundo con esfuerzo pero sin violencia. Y todos se maravillaron. El muchacho poseía la fuerza interior que había aprendido de su Maestro, Merlín.
A modo de una conclusión personal para definir esta comparación lo principal a tener en cuenta es que el Compañero comienza a comprender, mientras que el Maestro entiende. Cuando comprendemos las cosas se hacen complicadas, pero, cuando entendemos, todo se hace sencillo, como todas las cosas que provienen del Todo.
La Transición de Compañero a Maestro
El hombre ha evolucionado. No es el mismo que hace veinte o cincuenta mil años. Una analogía comparativa entre el Compañero Masón y el Maestro Masón es que el hombre está aprendiendo a hacer como el segundo, a no esperar, como el primero, que la evolución le ocurra sino a dirigir él su propia evolución. En el mundo le la luz hay ciertas leyes que se deben seguir, porque, de otra manera, se pierde la luz, la guía, se aleja uno de la fuente de donde emana toda Sabiduría.
Se trata de aprender a vivir creativamente cultivando la filosofía de la Orden. El Maestro busca su propia evolución, trabaja arduamente y carga sobre los hombros una pesada carga de deberes ineludibles. El Compañero está en la senda correcta, pero apenas emprende esta búsqueda tendiente al más rápido progreso. Siempre ha habido hombres que se adelantaron a su tiempo como Sócrates o Leonardo da Vinci que vivieron mil años adelantados de su época. El Maestro es un visionario del progreso mientras el compañero intenta aun comprender en qué consiste ese progreso viviendo creativamente y cultivando en su ser las artes y las ciencias de su grado.
La mente del Maestro se desenvuelve en una síntesis filosófica y concreta, la mente del compañero solamente en el análisis. ¿Qué quiere decir eso? Quiere decir que el deber y tarea del Compañero es el estudio y la práctica analizando detenidamente, abrevando información en general. El Maestro, conocedor y dominador de este conocimiento construye un concepto final, síntesis de un significado, simbolismo de lo que esconde el misterio detrás de la apariencia.
El Compañero desarrolla el pensamiento racional, aprende que el instinto, la intuición, la afectividad son importantes también. Pero la filosofía y el simbolismo masónico no son solo cosa del cerebro. Al cerebro del Maestro lo guía el deber y el corazón.
El Maestro eleva su vivir sobre las cosas para entrar en sentimientos de fraternidad y amor a sus semejantes. Sabe que sus deberes son inefables y pesados pero teniendo en cuenta que su finalidad es el bienestar y el progreso del género humano actúa con amor. Por eso, en todos los actos del verdadero Maestro Mason no solamente está su cerebro sino también su corazón. Sin corazón no hay Masonería.
Cuando el Aprendiz o el Compañero preguntan al Maestro, una vez responde una cosa y, la próxima, dice otra. Es así como obliga a su interlocutor a ejercer el criterio de su propia mente. El Compañero aprende con actitud y perseverancia a encender en su pecho el amor por el prójimo, la nobleza de alma que supere todo afán de traición o desistimiento.Si es valiente, podrá encarar los deberes futuros y superarse a sí mismo.
El Compañero auxilia al Maestro y guía al Aprendiz. Mientras al Compañero le es impuesto como un nuevo deber y responsabilidad esta función de guía que lo compromete con sus Hermanos de menor grado, el Maestro se considera sin imposición y a pura convicción propia en su noble humildad, servidor de todos sus discípulos.
Si queremos entrar en un mundo de logros personales y colectivos tenemos que osar, atrevernos dentro de lo justo, lo inteligente y lo necesario. Un Maestro Mason debe ser diferente, un ser formado para vivir lo insólito, lo trascendente, lo desconocido. Si no, la Masonería no tendría sentido. La filosofía masónica del Maestro es distinta a la ciencia del Compañero, pero, por supuesto, ambas tienen lugar en la misión noble y sagrada de todo masón. El Compañero opera a través de la observación, la experimentación y la comprobación. A la vez esa ciencia exacta y neutral es externa. La Filosofía del Maestro no ocurre fuera de nosotros sino dentro de nosotros. Juntas hacen posible el gran experimento de la vida, la transmutación, la Gran Obra de los Alquimistas. Ahí no seremos Jueces, estaremos involucrados totalmente en el deber y la convicción.
Los procedimientos del Maestro y del Compañero son diferentes, especialmente en el trabajo interior. Es inevitable para el Compañero empezar por él mismo, por su propio proceso de transformación, por observarse, por experimentar, probar, osar, intentar y querer buscar esa transformación. De este modo el Compañero da sus primeros pasos para despertar ese Maestro interior que deberá tomar, luego, el gobierno de las cosas. De este modo se nos revela la importante enseñanza de que la vida misma es solamente una preparación para lo que sigue. Cada suceso, cada aprendizaje es una causa que produce un efecto. Y ese efecto se convierte a su vez en causa de otro efecto.
El Compañero comienza a despertar a la Maestría cuando aprende a desenvolverse en una ética racional. Todo nace de lo más simple a lo más complejo; de lo más pequeño a lo más grande. Y así como el mundo y el Universo se expandieron a partir de un centro, los seres humanos también tenemos que expandirnos. Pero no lo haremos mientras no crezcamos. Entonces ¿Dónde está la limitación de la humanidad? Está en el crecimiento individual que cultiva y enseña el Grado de Compañero. Cuando el Compañero rompe las cadenas de la limitación que tenemos empezará a ser un Maestro, crecerá su grupo social, su familia, su logia, crecerá todo y habrá una onda expansiva que abarcara a la humanidad entera.
Dicha transmutación que hace la diferencia consiste en saber emprender ese crecimiento. La Masonería en su sabiduría le da a ese crecimiento sencillez y a la vez dimensiones infinitas. El problema es que muchas veces no podemos entender, no podemos asimilar lo más sencillo, lo más simple. Tenemos un intelecto maravilloso para comprender lo complejo pero no entendemos las cosas más sencillas, por ejemplo: El Amor.
Recordemos la leyenda del Rey Arturo. Cómo un muchacho logro sacar una espada de una piedra. Los más fuertes no pudieron sacarla. Pero Arturo, entrenado por el Mago Merlín poseía la Fuerza (con mayúscula) y la sacó. Así fue como pudo coronarse Rey. El muchacho mismo no sabía que él era un pequeño Mago. Era un niño que había aprendido cosas muy simples, allá en el bosque. Cosas sencillas que él no consideraba una gran sabiduría porque
no tenía ningún punto de comparación. Pero fue cuando el niño salió del bosque, fue al poblado y vio una espada en una piedra, la saco suavemente, sin esfuerzo ni resistencia. Con dicha analogía podemos entender que la sabiduría es un mundo con esfuerzo pero sin violencia. Y todos se maravillaron. El muchacho poseía la fuerza interior que había aprendido de su Maestro, Merlín.
A modo de una conclusión personal para definir esta comparación lo principal a tener en cuenta es que el Compañero comienza a comprender, mientras que el Maestro entiende. Cuando comprendemos las cosas se hacen complicadas, pero, cuando entendemos, todo se hace sencillo, como todas las cosas que provienen del Todo.
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