Ordo ab Chao.
Jorge Olguin
Para algunos masones también es el lema del rito, se suele traducir por “Orden al Caos”, aunque es más ajustado “Orden desde el Caos”. No se trata de ordenar el Caos, si no que el orden viene del Caos.
Mackey dice que aparece por primera vez en la patente creada por el Conde de Grasse en 1802 en el Supremo Consejo de Charleston. Y en la masonería escocesa liberal ha sustituido a la clásica divisa teísta “Deus Meumque Jus”, traducida por “Dios y mi moral” o “Dios y mi derecho”, que aparece también en la base del escudo de Gran Bretaña como “Dieu et mon droit”.
La física actual nos dice que el estado primordial de la materia es el caos ordenado. La materia se nos presenta como ordenada ante nuestros sentidos pero su estado natural es el desorden. Este orden aparente es lo que lleva los creacionistas a pensar que el Universo, la materia, fue creado por un ente superior que lo ha ordenado y enfocado hacia una fase distinta, ya sea el Nirvana o la Jerusalén celeste. La física nos dice que si este ser superior, organizador del Cosmos, existiese no podría moverse en parámetros humanos, pendiente de nuestras obras, pensamientos y deseos, como nos lo presenta la Biblia o algunas corrientes masónicas. Si el Gran Arquitecto existiese tendría que ser una voluntad firme en constante conflicto con el caos. Lo que demuestra la experiencia es que en la materia caos y orden, orden y caos son lo mismo. No existe el conflicto, son parte indivisible de la vida.
Otra cosa es la búsqueda de orden en el contexto social. Aquí, la Masonería, como entidad humanista, compuesta por creyentes y no creyentes, atribuye la acción de ordenar el Caos a la voluntad y las acciones de sus miembros para crear una sociedad más justa. ¿No es acaso construir, levantar edificios, armonizar sociedades, una forma de ordenar el Caos? ¿No es acaso una de las consignas del maestro masón reunir lo disperso, juntar voluntades para que progrese el género humano? Bien sabemos que la maldad, el materialismo egoísta, la codicia individualista, la ambición y otras tendencias y fuerzas destructoras nos rodean e impiden el progreso, el pleno desarrollo de la igualdad y la justicia social. Ordenar el caos es oponerse a la destrucción, a la involución.
Como constructores sabemos que el Templo no va a finalizarse, que siempre va a sufrir derribos y reconstrucciones, que, tal vez, solo se puede asegurar su eternidad si se construye dentro de uno mismo; si convertimos la piedra en templo vivo. El Caos nunca llegará a dominarse pero en nuestra voluntad por ordenarlo, encauzarlo y hacer de él una construcción armónica y bella para todos los seres, habremos, por lo menos, cumplido con nuestra voluntad de hacer un mundo mejor.
Construir desde lo destruido, construir desde el desorden. Como Sísifo, condenado por los dioses a subir eternamente una pesada piedra a una montaña para verla volver a rodar y, al día siguiente, tener que volverla a subir. Así vive el ser humano, el constructor en su eterna laboriosidad.
…Dejo a Sísifo al pie de la montaña. Siempre vuelve a encontrar su carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. Él también juzga que todo está bien. Este universo por siempre sin amo no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada trozo mineral de esta montaña llena de oscuridad forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre. -CAMUS. El mito de Sísifo
(Dios Enkil y Enlil, representación sumeria)
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