miércoles, 24 de marzo de 2010
EL SILENCIO.
EL SILENCIO.
Q:.H:. Miguel Ángel Gómez Abanto.
B:.L:.R:.L:.S:. Toribio Rodríguez de Mendoza N 82.
Vall:. de Tarapoto, marzo del 2010.
Región San Martin, Perú.
RR:. y QQ:.HH:.
Al empezar este viaje iniciático y al ahondar en los misterios de nuestra augusta orden, el aprendiz descubre en cada palabra leída aspectos desconocidos para él, empieza a entender y comprender lo que verdaderamente significa la masonería, inicia el entendimiento de conceptos como el secreto masónico, la discreción, el sigilo y la importancia del silencio en nuestra formación. Todo esto se da como consecuencia de sembrar en el aprendiz masón la semilla de la investigación el cual obedece a una correcta orientación en cada instrucción y ejemplo de un hermano mayor.
El silencio, es considerado como el paso primero hacia la sabiduría. Para el masón el silencio constituye virtud firme que conlleva a la corrección de defectos, es parte del trabajo del cantero, que con el cincel y el mazo, simboliza y aplica en la práctica, la devastación de la Piedra Bruta, o en el decir de San Pablo, trasforma el hombre viejo con sus defectos en el hombre nuevo, para la Gloria. Simbolizado el silencio con la Trulla, (llana o paleta) se debe extender cuidadosamente una capa sobre los defectos de nuestros semejantes, de la misma forma que lo haría un masón operativo sobre los defectos de una edificación. Pero al ser estos misterios a los que no estamos llamados los aprendices, será menester reencontrarlos a través del crecimiento, lento, seguro y firme.
Gracias a la observancia del silencio, el masón hace crecer en su vida interior, la capacidad de escucha, acrecienta poco a poco su buen juicio y sabe tener piedad y sana compasión de los defectos de los demás, a partir del trabajo escultórico de su cambio interior, para ser persona integral, hombre de bien y varón probado en el duro pero bello andar en la vida.
Un hombre capaz de guardar silencio, será disciplinado en todos los aspectos de su ser, para lograr entregarse libremente a la meditación y el autoconocimiento. Esta virtud enseña así, a ser tolerante y prudente con las limitaciones propias y ajenas al individuo. Nada hay más peligroso que la verdad mal comprendida.
A medida que el masón progrese en su ciencia, ha de aprender a amar el silencio, a morar en él constantemente, a penetrar cada vez más en sus profundidades y maravillas. Los hombres que viven en el tumulto del mundo son muy propensos a olvidar la existencia del silencio y los misterios que éste guarda. El ruido es vida para ellos, y cuanto más estrepitoso es el sonido, más abundante es su vida. Ellos creen que la ausencia de sonido es carencia de vida, es muerte. Pierden gradualmente la fe en todo cuanto no puede ser tocado y visto y, no sólo se convierten en meros agnósticos, sino, además, llegan a ser francamente materialistas. Cuando la muerte acalla todo, no esperan nada porque creen que los misterios de la vida y de la muerte y hasta el amor dejan de tener significación alguna.
En los momentos de silencio aparece a la superficie la verdadera naturaleza de los hombres, y éstos se percatan de sus almas más íntimas. Los hombres débiles e impuros sienten esto instintivamente; por eso temen a la soledad, y tienen miedo de quedarse a solas con sus yoes, pues son incapaces de dominar a su naturaleza ruin. Y por el contrario, los fuertes y los puros no temen al silencio, sino que lo buscan, porque saben que en la soledad pueden acercarse a su Dios interno. Quizá no existe una prueba tan cierta de la grandeza y de la fuerza interior como la de la capacidad de experimentar los largos períodos de silencio, y sacar provecho de ellos ya se hayan buscado deliberadamente, ya hayan sido provocados por la deserción de un amigo o de un amante, porque cuando esto ocurre las voluntades débiles e inferiores se agrian y retornan al vicio, mientras que las poderosas y puras acrecientan su templada fortaleza así como la dulzura de su carácter.
Permítanme manifestarle que el Aprendiz vuelto en si mismo, callado, en reflexión y escuchando, dista de estar en situación de pasividad, y muy por lo contrario, sus sentidos están atentos a todo lo que pasa a su alrededor en Logia, lo que se dice, lo que se hace, adentro y afuera. El Aprendiz se dedica a ver, oír, sentir, recibir, reflexionar y callar, procurando reunir todas esas informaciones en su mente, informaciones que son diferentes a todo lo que antes conocía, obteniendo las conclusiones que le permiten posiciones de mayor elevación de conocimiento. Esta debe ser la mayor atención del Iniciado.
"La disciplina del silencio RR:. y QQ:. HH:. es una de las enseñanzas fundamentales de la Francmasonería. Quien habla mucho, piensa poco, ligera y superficialmente. Generalmente, su visión de las cosas será estrecha e inflexible y por consiguiente, no tendrá elementos para valorar nuevas ideas u horizontes" Aldo Lavagnini, Manual del Aprendiz
Ante todo esto expuesto los Aprendices, es decir nosotros QQ:.HH:. de mi columna, lograremos transformar nuestros deseos incontrolables, apartándonos poco a poco de sus pasiones y logrando adquirir la virtud y el dominio de nosotros mismos, de la tolerancia y de la prudencia.
Q:.H:. Miguel Ángel Gómez Abanto.
B:.L:.R:.L:.S:. Toribio Rodríguez de Mendoza N 82.
Vall:. de Tarapoto, marzo del 2010.
Región San Martin, Perú.
Bibliografía:
Diversas fuentes tomadas de RR:. y QQ:. HH:., de diversos orientes, que con dedicación y desprendimiento permiten que podamos compartir sus pensamientos y preceptos obedeciendo al amor fraternal y al deseo de la universalidad de nuestra augusta orden.
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