sábado, 2 de junio de 2012

Introducción al Libro "La Masonería y Sus Grados Escoceses. Un diálogo desde la laicidad y la racionalidad”
Publicado inicialmente en EL MASÓN APRENDIZ
(http://www.masoneria-liberal.com/2012/05/la-masoneria-y-sus-grados-escoceses_28.html)

Por Iván Herrera Michel

Después de leer el contenido de los dos volúmenes de la obra “La Masonería y Sus Grados Escoceses. Un diálogo desde la laicidad y la racionalidad”, la primera conclusión que viene a la mente es que su autor pertenece a la casta de Masones que se preocupan por estudiar las superestructuras de la Orden, disfrutan de un gran entusiasmo por ellas y más allá de preocuparse por que tengan un futuro, analizando su realidad, se dedican a plantear un escenario acorde con el siglo XXI y los fines progresistas e inclusorios para los que fue fundada en 1717.

Por su parte, las Grandes Constituciones de 1786, atribuidas a Federico II de Prusia, fuente primigenia de la normativa del Rito Escocés Antiguo y Aceptado (REAA), son claras cuando disponen que “tiene la Masonería por objeto la Unión, la Felicidad, y el Bienestar de la familia humana en general y de cada hombre en particular. Debe, pues, trabajar con confianza y energía y hacer incesantes esfuerzos por conseguir esos objetivos. Únicos que reconoce dignos de ella".

Para citar un par ejemplos dramáticos del reto que tenemos frente a nosotros en la búsqueda de la felicidad humana, podemos traer a cuento que según la UNICEF, casi 30.000 niños menores de cinco años mueren cada día por causas evitables, y de acuerdo con la ONU, a pesar de que la tierra produce alimentos para todos, cerca de mil millones de personas actualmente pasan hambre en el mundo. Sin contar, el injusto patriarcado vigente que afecta a la mitad de la humanidad.

No es posible que siendo Masones permanezcamos indiferentes ante el sufrimiento, el dolor y la penuria de esta gente, sin que hagamos una autoevaluación y dinamicemos nuestras herramientas, símbolos, alegorías y metáforas con el propósito de liberar nuestros poderes constructivos.
¿Cómo asumir la obligación de trabajar desde el REAA por “la Unión, la Felicidad, y el Bienestar de la familia humana en general” en el siglo XXI? ¿Podremos seguir siendo eficaces si vemos nuestro desiderátum con ojos de los siglos XVIII, XIX o XX?

Cuando tratamos de trabajar en el tema de los sufrimientos, las desilusiones y las aspiraciones de tantas personas, nos estamos asomando a esa dimensión profundamente Masónica que ha dado a nuestros Hermanos y Hermanas que practican el REAA un referente transcendental.

No obstante, se observa que existe una verdadera necesidad de aclarar nuestra posición en la trama humana en medio del maremágnum de interpretaciones encontradas que recorren la Masonería, generando sospechas de que no estamos siendo eficaces para “la Unión, la Felicidad, y el Bienestar de la familia humana en general”.

La militancia Masónica en el REAA urge con mayor exigencia y plenitud que trabajemos por nuestro entorno. Por lo tanto, nuestros deseos deben encarnarse en el mundo real para hacer posible la felicidad para la que se nos convoca, en el mayor de los casos llegando, inclusive, a repensar nuestras concepciones y sesgos constructivos.

Indiscutiblemente, se hace indispensable dar un salto cualitativo en un método Masónico, asediado por fuera por el creciente interés social en lo trivial, y por dentro, por nuestras propias contradicciones y equivocaciones, para asimilar y difundir, alejados de las autosuficiencias, la línea humanitaria de la Masonería que toma en serio la realidad para transformarla.

Comienza el siglo XXI y todo es especulación de hacia dónde corren las aguas. Los freudianos consideran que seguirá por siempre la pugna entre Eros y Tánatos y los marxistas afirman que estamos asistiendo a un cambio en el modo de producción a partir de lo informático que inevitablemente traerá una nueva organización social, a la manera de lo que se presentó cuando la máquina de vapor hizo que quedará atrás el feudalismo para dar paso a la era industrial.

Cualquiera que sea la previsión, en lo que todos están de acuerdo es en que el cambio ya comenzó y es más profundo y rápido que cualquiera de los anteriores, y Narciso Saez nos dice en los dos “tramos” de su obra sobre cada uno de los 33 Grados del REAA que los símbolos hoy nos están revelando nuevas dimensiones, y que lo nuevo está integrado, se expande y supera lo viejo, debiendo colaborar en la construcción de la aldea global.

No es un secreto que el REAA se las ha ingeniado para involucrar la razón en su espiritualidad tradicional en su afán de mantener la llama encendida. En él caben perfectamente realismo e idealismo, ethos, pathos, logos, Kant, Guenon, Ortega y Gasset, Popper, Foucault, Evola, Freud, Montequieu, Savater, Piaget, Tomás de Aquino, Voltaire,… (sean o no Masones) en una propuesta constructiva íntimamente plural que en pleno siglo XXI tiene como un camino legítimo, viable y eficaz a la laicidad.

Aquello que decía Oscar Wilde, que "el rechazo decimonónico del realismo es la rabia de Calibán al ver su cara en el espejo, y el rechazo decimonónico del romanticismo es la rabia de Calibán al no ver su cara en el espejo", sigue siendo válido para el futuro previsible, y la laicidad tiene el don de ofrecer orden y armonía en el trabajo, el salario y el gran templo de la humanidad del siglo XXI, reuniendo lo que es diverso y está disperso.

Ya me había anunciado Narciso Sáez Narro esta segunda parte de su diálogo sobre la Masonería y el REAA desde la laicidad y la racionalidad cuando conversábamos personalmente sobre la primera, en el marco de la celebración en Barcelona del XXI Encuentro Internacional de Altos Grados, y del Bicentenario del Supremo Consejo Masónico de España en el mes de mayo de 2011.

Joan-Frances Pont Clemente
Me une con Narciso Sáez, nuestra común vinculación con el Supremo Consejo Masónico de España. Él como Miembro Activo, por sobrados méritos propios, yo como Miembro de Honor, por la generosidad de mis Hermanos y Hermanas que conforman esa potencia, y ambos por la amistad y respeto que profesamos a su Soberano Gran Comendador, Joan-Francesc Pont Clemente, autor de la introducción a la primera parte.

Ahora, me permite que escriba algunas impresiones personales a manera de introducción o enfoque a la segunda parte, cuando, en realidad, a lo único que yo aspiraba con expectativa era a leer el libro tan pronto fuera publicado. Deferencia que he agradecido en grado superlativo.

I.H.M.
Barranquilla, Colombia.

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