lunes, 6 de octubre de 2014

LOS ORÍGENES DEL RITUAL EN LA IGLESIA Y EN LA MASONERÍALAS LETANÍAS DE LA VIRGEN MARIA

Foto de Juan Avila.
VANITAS VANITATUM: Nada hay nuevo bajo el sol. Las Letanías de la Virgen Maria vienen a demostrar la verdad de las palabras de Salomón. El Papa Gregorio I estableció la adoración de la Virgen María, y el Concilio de Calcedonia la proclamó Madre de Dios. El autor de las letanías no teme (quizás por su falta de inteligencia) embellecerlas con títulos y adjetivos paganos, como ahora voy a demostrar.

No hay ni un solo símbolo, ni una sola metáfora en estas famosas Letanías que no pertenezca a una multitud de diosas: todas ellas son Reinas, Vírgenes o Madres. Estos tres títulos se aplican a Isis, Rea, Cibeles, Diana, Lucifera, Luciná, Luno, Tellus, Latona, Triformis, Proserpina, Hécate, Juno, Vesta, Ceres, Leucotea, Astarté, la celeste Venus y Urania, Alma Venus, etcétera, etc.

Paralelamente al primitivo significado de la Trinidad (significado esotérico, o sea, Padre, Madre e Hijo), encontramos la Trimurti occidental (Dios de tres caras) que, en el Panteón masónico se representa por medio del “sol, la luna y el Venerable”, trinidad que es una ligera alteración de la constituida por el Norte o fuego germánico, el Sol y la Luna.
Tal vez fue el conocimiento íntimo de esto lo que indujo al Maestro Ragón a escribir la siguiente profesión de fe: “Tengo para mi que el Hijo es idéntico a Horus, el hijo de Osiris y de Isis; es decir, el Sol que salva todos los años al mundo de la esterilidad y a todas las razas de la muerte universal”.
Y luego, continúa hablando de él, de las letanías de la Virgen María, de los templos, fiestas, misas y servicios de la Iglesia, peregrinaciones, oratorios Jacobinos, franciscanos, vestales, prodigios, ex–votos, nichos, estatuas, etc.

El famoso hebraísta De Malville, traductor de la literatura rabínica, observa que los judíos dan a la luna todos los nombres que se encuentran en las Letanías, los cuales son utilizados para glorificar a la Virgen. Este autor encuentra en las Letanías de Jesús todos los atributos de Osiris –el sol eterno– y de Horus –el sol anual. Y lo demuestra así:

Mater Christi es la madre del “Redentor” de los antiguos masones, o sea del Sol. Los hoy polloi egipcios pretendían que el Niño, o símbolo de la gran estrella central (Horus), era el Sol de Osiris e Isis, cuyas almas habían pasado a animar después de la muerte al Sol y a la Luna. Los fenicios dieron a Isis el nombre de Astarté, nombre con el que adoraban a la Luna, a la cual personificaban como una mujer adornada con cuernos que simbolizaban el cuarto creciente lunar.

Cuando en el equinoccio de otoño el esposo de Astarté (el Sol) era vencido por el Príncipe de las Tinieblas y descendía a los infiernos, los fenicios representaban a la diosa llorando por la pérdida del esposo que era, al mismo tiempo, su hijo, como llorara también Isis por la de su esposo, hermano e hijo (Osiris–Horus). Astarté sostiene en la mano una varita cruciforme, una cruz regular, y pisa llorosa el cuarto creciente lunar. La Virgen María suele ser representada en la misma actitud: de pie sobre la luna nueva, rodeada de estrellas y llorando a su hijo: Justa crucen lacrymosa dum pendebat fitius (véase Stabat Mater Dolorosa). ¿No es acaso la Virgen la sucesora de Isis y de Astarté?, se pregunta el autor. Basta escuchar las Letanías de la Virgen recitadas en la Iglesia católico–romana para percatarse de que no se hace otra cosa que repetir los encantamientos dirigidos a la diosa Adonaia (Venus), la cual fue madre de Adonis, el dios solar de tantas naciones; a Milita (la Venus asiria), diosa de la naturaleza; a Alilat, simbolizada por los árabes con dos cuernos lunares; a Selene, mujer y hermana de Helios, el sol dios de los griegos; o a la Magna
Mater… honestissima, purissima, castissima Madre Universal de todos los seres, porque es la
MADRE NATURALEZA.

Maria es, indudablemente, la Isis Miriónimos, la diosa madre de los diez mil nombres. Y así como el sol, que era Febo en los cielos, se convertía en Apolo en la tierra y en Plutón en las regiones inferiores (después de ponerse el sol), así también la Luna, que era Feba en los cielos y Diana en la tierra (Gaya, Latona, Ceres), se transformaba en Hécate y Proserpina al llegar al Hades. Y ¿cómo nos ha de extrañar que María sea llamada regina virginum, “Reina de las vírgenes” y Casttissima, si hasta las oraciones que se le ofrecen a la sexta hora de la mañana y de la tarde están copiadas de las que cantaban los gentiles (paganos) a las mismas horas en honor de Feba y de Hécate? Sabido es que el verso “Stella Matutina” de las Letanías de la Virgen es una copia fiel del que se encuentra en las Letanías de las Triformis paganas.

El Concilio condenó a Nestorio por haber sido el que, por primera vez, dio a María el nombre de “Madre de Dios”, Mater Dei. Más adelante diremos algo acerca de estas famosas letanías de la Virgen y demostraremos a satisfacción cuál es su origen. Tomaremos nuestras pruebas de los clásicos y modernos a medida que avancemos, y completaremos la cuestión con los Anales de las Religiones existentes en la doctrina esotérica. Pero, mientras tanto, podemos añadir algunas ideas y dar la etimología de los términos más sagrados del ritual eclesiástico.

LOS CONSTRUCTORES DEL TEMPLO SUPERIOR
Prestemos unos momentos de atención Asambleas “Constructores del Templo Superior” existentes en los primeros tiempos del cristianismo. Ragón ha demostrado plenamente el origen de los términos siguientes:
a) La palabra “Misa” se deriva de la latina Messis (cosecha, la siega, las mieses y frutos recogidos), de la cual viene la palabra Mesías, el que hace las cosechas y mieses, o sea, el “Cristo–Sol”.
b) La voz “logia” utilizada por los masones, endebles sucesores de los Iniciados, tiene por raíz a loga (loka en sánscrito), que significa una localidad y un mundo, y a la palabra griega logos, el Verbo, el discurso, cuyo significado total es un lugar en el que se discuten ciertas cosas.
c) Las reuniones de los logos de los masones primitivos terminaron por recibir el nombre de synaxis, “asambleas” de Hermanos, cuyo objeto consistía en orar y celebrar la Cena, y donde únicamente se utilizaban ofrendas no manchadas de sangre, como frutos y cereales. Poco después, estas ofrendas recibieron la denominación de hostiaem u hostias puras y sagradas, por contraste con los sacrificios impuros (como los prisioneros de guerra, hostes o rehenes) y porque las ofrendas consistían en frutos de la cosecha, las primicias de las messis.

Y ya que nohay ningún padre de la Iglesia que mencione, como lo habrían hecho ciertos sabios, que la palabra “misa” viene de la hebrea Missah (oblatum, oblación, ofrenda), esta explicación es tan buena como la otra. (Léase la investigación relativa a Missah y Mizda expuesta en Los Gnósticos, de King.)
Ahora bien, la palabra synaxis tenía entre los griegos su equivalente en la voz agyrmos (reunión de hombres, asamblea), la cual estaba relacionada con la iniciación en los Misterios. Las dos palabras, synaxis y agyrmos cayeron en desuso, conservándose en cambio el término missa.

Los teólogos, deséosos de velar por la etimología del término “Mesías” (Messiah) dirán que se deriva de la palabra latina Missus (mensajero, el Enviado); pero en tal caso, también podría aplicarse esta palabra al Sol, que es el mensajero anual, enviado para aportar una nueva vida a la tierra y a su producción. La palabra hebrea Mesías, o Masiah (el ungido, de mashak ungir), difícilmente podría aplicarse en el sentido eclesiástico, ni justificarse su empleo como auténtico, como tampoco puede defenderse que la palabra latina Missah (misa) se derive de la voz latina míttere, missum “enviar”. Y como el servicio de la comunión, corazón y alma de la misa, se basa en la consagración y oblación de la hostia (sacrificio), la cual consiste en un pan ácimo (pan delgado como una hoja) que representa el cuerpo de Cristo en la Eucaristía, ese pan de flor de harina es un desarrollo directo de la cosecha u ofrenda de cereales.
Además, las misas primitivas no eran sino cenas o sencillas comidas de los romanos en donde “ellos hacían abluciones”, eran ungidos y llevaban un vestido senatory. Estas misas fueron consagradas con el tiempo a la memoria de la última cena del Cristo.

Los judíos conversos se reunían en tiempo de los apóstoles en sus synaxis para leer los evangelios y la correspondencia (epístolas). San Justino dice en el año 150 de nuestra era que estas solemnes asambleas se celebraban el día llamado “sun (el día del Señor; y en latín, dies magnus). En esos días se cantaban salmos, y se hacía la “colación” del bautismo con agua pura, y el ágape de la Santa Cena con “agua y vino”. ¿Qué tiene, pues, que ver esta híbrida
combinación de comidas romanas y paganas erigida en misterio sacro por los inventores de los dogmas eclesiásticos, con el Messiah hebreo “el que debe descender al abismo” (o Hades),o con Messias (que es su traducción griega)? Nork ha demostrado que Jesús nunca fue ungido como Gran Sacerdote, ni como rey y por esta razón, su nombre de Messías no puede derivarse de la palabra hebrea equivalente, mucho menos cuando la voz “ungido” o “frotado con óleo”, término homérico, es Chis y Chrio, cuyas dos palabras significan ungir el cuerpo con aceite.

Las siguientes frases debidas a un masón de grado elevado, el autor de la Source des Mesures, resuelven este embrollo secular en unas cuantas líneas: “el hecho es” –dice él –”que existen dos mesias: uno de ellos que desciende por propia voluntad al abismo con objeto de salvar al mundo es el sol despojado de sus dorados rayos y coronado con rayos, negros como espinas (con lo que se quiere simbolizar su pérdida); el otro, es el Mesias triunfante que ha llegado a la cima del arco celeste y se personifica por el León de la Tribu de Judá. En los dos casos, el Mesias tiene una cruz…”
Cuando se celebraban las Ambarvales, fiestas dadas en honor de Ceres, el Arval o ayudante del Gran Sacerdote, vestido con un traje de inmaculada blancura, colocaba sobre la Hostia (o sea, sobre las ofrendas del sacrificio) un pastel de trigo, agua y vino; cataba el vino de las libaciones y lo daba a probar a los demás. Entonces, el Gran Sacerdote elevaba la oblación (u ofrenda), la cual simbolizaba los tres reinos de la naturaleza: el pastel de trigo (el reino vegetal), el vaso del sacrificio o cáliz (el reino mineral) y el pall (la banda) del Hierofante, cuya extremidad descansaba sobre la copa que contenía el vino de la oblación. Esta banda se fabricaba con lana pura y blanca de vellocino de cordero.
Los sacerdotes modernos repiten los actos del culto pagano, gesto por gesto. Ellos elevan y ofrecen el pan para la consagración, bendicen el agua que ha de verterse en el cáliz, echan encima el vino, inciensan el altar, etc. etc. y cuando vuelven al altar, se lavan los dedos diciendo: “Yo me lavaré las manos entre los Justos y daré la vuelta a tu altar”. Y hacen esto porque el sacerdote pagano obraba de la misma manera diciendo: “Me lavo las manos (con agua lustral) entre los Justos (los hermanos completamente iniciados) y doy la vuelta a tu altar, ¡oh, Gran Diosa (Ceres)!”
El Gran Sacerdote daba vueltas alrededor del altar, llevando las ofrendas y elevando por encima de su cabeza el cáliz cubierto con la extremidad de su faja fabricada con lana de cordero, blanca como la nieve…

La vestidura consagrada, llevada por el papa, el pallium tiene forma de faja y banda y se fabrica con lana blanca bordada con cruces de color de púrpura. Los sacerdotes de la Iglesia griega tapan el cáliz con la extremidad de la banda que llevan puesta sobre los hombros. Los Grandes Sacerdotes de la antigüedad repetían tres veces durante el servicio divino su “O Redemptor Mundi”, en honor de Apolo, el Sol: su “Mater Salvatoris” en honor de Ceres, la Tierra; su “Virgo Paritura” en el de la diosa Virgen, etc., y pronunciaba siete conmemoraciones ternarias (¡oh, masones, prestad atención!) El número ternario, tan reverenciado en la antigüedad como en nuestros días, se pronuncia siete veces durante la Misa; es decir, que se dicen tres Introibo, tres Kyrie Eleison, tres Dominus vobiscum, cuyas series parecen verdaderas series masónicas. Y si añadimos a las mismas los tres et cum spiritu tuo, completaremos las siete conmemoraciones triples de la misa cristiana. Paganismo, Masonería y Teología, tal es la trinidad histórica que gobierna al mundo sub rosa.

Y podemos terminar este estudio con un saludo masónico, diciendo: “Ilustre dignatario de Hiram Abif, Iniciado e “Hijo de la Viuda”, el reino de las tinieblas desaparece rápidamente; pero todavía existen regiones que los sabios no han explorado y que son tan sombrías como la noche de Egipto”. “Fratres sobrii estote et Vigilate”.
ES CUANTO.
JAG.

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