sábado, 1 de diciembre de 2012




LA VACA SAGRADA CELESTE

Gentileza de VÍCTOR A. CABELLO
Cidra, PUERTO RICO



Las más antiguas inscripciones de los ‘historiadores primitivos’ de la Sumerologia arcaica nos aportan nueva evidencia de naturaleza Cosmológica-astrológica entre viejas inscripciones votivas, cilindros de barro, estelas, tabletas y miles de vasijas en pedazos que ya desde el tercer milenio a.c. se depositaban lentamente en las ricamente decoradas bibliotecas de la ciudad sacra de Uruk. Los sacerdotes-astrólogos-archiveros del templo escondían la sabiduría cósmico astrológica entre pinturas y símbolos agrícolas dentro del área del recinto más sagrado o prototipo del tabernáculo, el antiquísimo ‘Gipar' o sala sagrada del templo.

El Rey Dragón, (así se llamaba) era el amo y señor de Uruk, quien como pastor primordial había nacido de la Vaca-Celeste-Fiel-al-Corazón. Ella le nutría y alimentaba desde los portales celestes, pero a la vez, también ella podía bajar para ‘residir y nutrirlo’ para poder suavemente amamantarlo en el mismísimo recinto sagrado del templo. Nos confirman los antiguos cilindros de barro que el heraldo del cielo había viajado… ”Durante toda la noche viajó a la luz de las estrellas” para llevar su mensaje al Señor Dragón del país de las siete montañas quien observaba montado en su carruaje el paso glorioso de la diosa-luna la cual viajaba lumínica en su Celeste carruaje refulgente. ¡Barca Celeste!

Según los escribas, la diosa celeste Inanna se enamora del pastor Dumuzi y así las correspondencias astrológicas-astronómicas del cosmos se transfieren y confieren en los poderes que las divinidades les otorgan a los humanos. Inanna es Venus, y a la vez, poderosísima divinidad femenina que puede nutrir con sus senos henchidos de amor. Sostiene sus bellísimos blancos pechos y dispensa abundante la fertilidad en su leche materna. Vaca Celeste que entre los antiguos egipcios manifiesta una clarísima correspondencia con la hermosa y sensual Hathor.

Deidad madre, femenina por excelencia, la cual entre sus múltiples y variados atributos ostenta el honroso privilegio de ser el arquetipo de la Gran Madre. Cielo Madre… Cielo Vaca. Posiblemente ya a finales del IV milenio y comienzos del tercero, la diosa vaca celeste era muy claramente el prototipo de la Gran Madre Cósmica entre los pueblos de África, medio oriente, la península del Sinaí, Fenicia y Mesopotamia.

La sagrada Vaca Hathor-Tefnut era la vaca celeste y madre cósmica, la cual tenía la propiedad sagrada de ser el Bendito Ojo de Ra. Personificaba la Vía Láctea. Diosa de las sacerdotisas y de la danza ritual (belly dancer) del placer sensual, el amor y la alegría. ¡Madre de la Rosa! Dama del árbol Sicomoro. La Grande de los muchos nombres. Corazón y collar de Turquesa. Madre del Sol quien es llevado al cielo en un simbólico-ritual parto astro-cósmico para nacer entre sus eróticos cuernos sagrados. Cuerno de la fertilidad Lunar. Las manifestaciones del numen se transfieren a los mitos entre riquísimas implicaciones astronómicas-astrológicas como entre sus correspondientes consecuencias meteorológicas agrarias y rituales de estos primitivos pueblos agrícolas.

Athor=Athyr, según los más antiguos textos, ya se identifica claramente con Afrodita-Astarte. Ella es la gran vaca que creó el mundo y al sol. El primer ejemplo documental de la llamada Madre Tierra. ’Het-Her’ o madre y morada de Horus el Viejo. Casa de Horus. Casa del Decanato astrológico. Vaca y Luna. Mujer de belleza juvenil, rostro placido bovino y reflejo de las columnas hathoricas del santuario astrológico de Denderah.


Ella como madre es la única autorizada a amamantar al faraón. Protectora del sexo femenino y diosa original del amor (Hathor-Inanna-Astarte-Afrodita-Venus). Los cantos sacerdotales del divino sistro (su instrumento sagrado) le cantaban: “la alegre señora del canto, de la danza, del arte de tejer guirnaldas”. Dama de las guirnaldas. Danza solar-lunar-Hathórica y movimiento rítmico de las caderas, lento y pausado... en sensual fuego musical... pues era la forma que ella les enseñaba a sus sacerdotisas. Encarnaba su esencia cosmética la esposa del faraón la cual era considerada (con todos sus atributos) sacerdotisa de la malaquita y turquesa suprema de Hathor.

Ya desde épocas pre-dinásticas su culto está maduro, muy completo entre sus desempeños y componentes rituales. Dama de las estrellas y portadora del sistro, el ‘bastón de mando’ y la cobra emplumada y UREUS DIVINAL.



Se asocian sus festividades al importantísimo y fundamental estudio de Sirius y al movimiento heliaco de Sirius con la crecida del Nilo (Tradicionalmente los faraones se coronaban en la entrada heliaca de Sirius y la crecida del Nilo). En la bienvenida estelar la sacerdotisa de Hathor utilizaba el sistrum y el Menyet sagrado (collar de menat) que como collar protector y transmisor de poder femenino sexual alejaba las malas influencias perturbadoras. “¡Para tu Espíritu, sostén el Menyet de Tu Madre Hathor!”

Son muchos los nombres y atributos que la naturaleza espiritual de Hathor (posteriormente se asociará a Isis) tiene entre sus funciones. Sekhmet (leona) también es su correspondencia dualística y antagónica. ¡Te quiere y te empuja! Se relaciona tanto a la vida como a la muerte. Ya el libro de los Muertos le guarda su espacio privilegiado como protectora divinal en el proceso de la vida y la muerte. La mirra es su incienso favorito junto al perfume de rosas que provoca las finas expresiones amorosas de las poderosas diosas femeninas o hijas de Hathor. ¡Mujer-leona! Diosa de la maternidad. De ojos pintados, ropajes de color rojo y sagrada turquesa. Hay que danzar suave y rítmicamente hermanas para que la energía suba. ¡Oh! ¡Hijas de Hathor! ¡OH, Tú, su señora, mira como baila! ¡Oh, esposa de Horus, mira como danzas! Los egipcios amaban los placeres no eran sólo un pueblo religioso. Los cantos al amor, al gozo y a la sensualidad se fusionaban a las tiernas enseñanzas del sacerdocio de Hathor. “Hermano: me gusta acercarme al estanque para bañarme en tu presencia; así te me muestro en mi hermosura bajo la túnica de finísimo lino, cuando esté bañada… bajo contigo al agua y vuelvo a TI con un pez encarnado que queda preso y bello entre mis dedos… ¡VEN A MIRARME!” (Ostrakon: Museo del Cairo). Hermanos, es más lo que nos une, que lo que nos separa.



Aportemos LUZ y disipemos oscuridad.

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