viernes, 30 de noviembre de 2012

Drunvalo Melquizedek Llamado a los jovenes de corazon

LLAMADO A LOS JÓVENES

Ahora voy a hablar a los jóvenes. A esos que por fuera son jóvenes
pero por dentro son tan viejos como los árboles guardianes.

Han recibido una Tierra que muere, Una Tierra enferma. Cada uno de
ustedes representa lo mejor de la humanidad. Cada uno de ustedes viene
con una misión: Detener la destrucción del futuro. La humanidad
antes de ustedes ha venido destruyendo al futuro. Cada generación
hereda a la siguiente menos campo y más ciudades. Cada vez se reciben
menos bosques y más asfalto.

El ser humano ya no es un hijo de la tierra, de las flores y del río
que canta, es más un hijo del acero y del asfalto.

Ya los jóvenes no encuentran diversión en el eco de la montaña, ni
en las piedras de río que rebotaban 5 veces en la superficie del
agua, cuando eran lanzadas al ras del suelo. Ya no hay interés en
dormir en medio del campo, ver alguna estrella fugaz y observar a las
estrellas girar en el cielo. Pero la Tierra se está muriendo. Y
ustedes son su última esperanza. Por eso ustedes tienen una misión
especial. Una misión que sólo ustedes conocen. Cada uno es parte de
la solución. Cada uno recibió indicaciones precisas sobre lo que
había que hacer. Pero ustedes no lo saben. Sólo intuyen que son
parte de la solución. Y eso está bien.

Porque así se protegen… y protegen al plan de rescate. La primera
parte de lo que se debe hacer es conectarse con el alma de la raza.
Porque dentro de toda raza existe el amor a la naturaleza. El amor a
la madre que le dio la vida. Ese amor lo llevan ustedes dentro.
Primero hay que descubrirlo. Luego, hay que manifestarlo, todos los
días, todas las mañanas, cada vez que vean una flor, un árbol, o a
un animal, recordando que todos son hijos de la misma madre de la que
ustedes salieron, de la naturaleza, de la Tierra.

Cuando hagan de esto un ritual, cuando se haga costumbre en ustedes
agradecer a la madre naturaleza por todo lo que les da empezará a
hablarles en su idioma y ciertas ideas empezarán a surgir dentro de
su cabeza. Ideas de cómo se puede ayudar de una manera efectiva.
Ideas de cómo sus voces pueden ser escuchadas y atendidas. Ideas de
cómo pueden los laboratorios empezar a trabajar por la Tierra en
lugar de destruirla. De cómo los premios Nóbel u otros que inventen,
pueden redirigir a la ciencia hacia una nueva conciencia, hacia una
nueva ética científica.

Y de esas ideas irá surgiendo el plan. El plan que fue insertado
dentro de sus corazones y del que cada uno recibió sólo una parte.
Pero que será una realidad inobjetable cuando reúnan las piezas como
un rompecabezas, de todos aquellos que escucharon al grillo, regaron
al árbol y sonrieron al sol y a las nubes cuando las vieron por las
mañanas. Y entonces, un nuevo movimiento despertará la conciencia de
los partidos políticos enriquecidos por jóvenes conscientes, que
luego serán gobiernos, que actuarán responsablemente… atendiendo a
las masas, que exigieron un nuevo rumbo.

El uranio y el átomo deberán ser dejados en paz. La energía del
núcleo no es la que la naturaleza necesita. Ésa contamina más que
todas las otras juntas, sus efectos son de muy largo plazo. Las armas
nucleares son un ejemplo de estupidez. Cada país creando su propio
veneno, el veneno con el que envenenarán a sus propios hijos.

En un planeta donde la naturaleza une a todos los pueblos en una sola
aldea, creer que se puede matar a un enemigo con veneno y no ser
alcanzado por el mismo veneno es tan infantil como estúpido. Por esa
razón hay que redirigir el rumbo.

Por eso este llamado es para los jóvenes. Entiendan que las ciudades
son un mundo creado por el ser humano. Sin el campo, la ciudad muere,
no habría alimentos, no habría energía, no habría forma de vivir
sin la naturaleza. Pero la naturaleza no se protege encerrándola
dentro de una cerca y poniéndole por nombre “Parque protegido”,
eso es encarcelar lo que es por definición libre. Mejor sería
ponerle una cerca a las ciudades, y revisar a cada persona que desee
salir al campo que no lleve armas ni contaminación.

Hubo un tiempo en que el hombre y la mujer vivían en el campo. En
medio del campo. Y sus pies pisaban la tierra, recibía las
vibraciones de la Tierra por las plantas de sus pies. Y eso les
permitía entender al planeta. Ahora los pies van encerrados en
zapatos, y debajo de los zapatos hay asfalto, y abajo del asfalto,
tuberías y residuos de otras construcciones. Hasta los propios
insectos, se han vuelto citadinos. Las moscas de la ciudad no podrían
vivir en el campo, allá serían rápidamente alimento de otros
animales.

Hay un planeta que espera que este mensaje sea escuchado. Los jóvenes
de hoy y del mañana son la respuesta a las necesidades de la madre
Tierra. Algunos de ellos han sido dotados con la solución. Son el
ejército de salvación. Traen internamente una porción de esa
solución. Han sido enviados para despertar. Por eso necesitan
escuchar a los padres de las tradiciones. Por eso deben atender al
llamado de los caracoles. Por eso cuando escuchen al tambor resonar
con un ritmo melancólico deben acercarse. Hay un mensaje para
ustedes. Los ancianos hablan… hay que escucharlos.

Ellos les hablarán en otro lenguaje que tal vez no entiendan con su
mente. Pero lo entenderán con el espíritu. Porque será la madre
Tierra hablando por su música. Será la madre naturaleza que los
estará llamando para que despierten al recuerdo de eso que el grillo
les anunció, de lo que fue insertado en el mismo ADN de sus células.
No hay mañana si el presente no actúa ahora. Por eso las acciones se
realizan ahora. Un pensamiento, una reflexión, una meditación ahora,
formará un plan mañana.

Una carta, una canción, una pintura ahora, formará todo un
movimiento mañana. Un grupo, una conferencia, un congreso ahora,
serán las ideas que asegurarán la solución mañana. Las acciones
son ahora… para poder tener un mañana.

D. Melquizedek

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