martes, 18 de noviembre de 2014

Experiencias de Nuestra Iniciación

A Continuación, presentamos una serie de trabajos que exponen las relfexiones de varios masones (por supuesto nos referimos a mujeres y hombres por igual) motivadas a partir de su recepción en la Orden.

Durante el proceso de recepción, mi primera impresión fue de miedo. Este fue provocado por la forma en me introdujeron al lugar donde sería la “prueba”.

Una vez dentro, sentí inseguridad en el momento en que me pidieron que me despojara de mis zapatos y cuando doblaron mi ropa, sin embargo, una vez que pasó esto, solo pensaba que todo sería una prueba para saber si era una candidata apropiada.

A lo largo de la Ceremonia en varias ocasiones escuché voces de dos mujeres que se hablaban en secreto muy cerca de mi, así como el llanto de alguien cercano al lugar en donde me encontraba. Además, en algunos momentos escuche la risa de algunas personas. Mientras todo esto ocurría, la atmósfera que sentía o imaginaba era de total oscuridad, como si me encontrara en la calle de un pueblo antiguo, con esas dos mujeres a un lado mío.

Cuándo se me indicó que pasara al cuarto pequeño y me dieron las instrucciones a seguir, mi primera impresión fue de inseguridad al leer cada una de las frases que estaban escritas en las paredes y me pregunté a mí misma varias veces si yo no estaba ahí por motivación inadecuada y condenable. Una vez que lo hice me senté y al escribir mi testamento sentí una gran angustia por que me di cuenta que era muy poco lo que podía dejar. Me decía una y otra vez -¡No quiero morir!- ¨¡Aún me falta mucho por hacer y arreglar en mi vida!. Me acordé de la canción de Silvio Rodríguez -testamento-, justo así me sentía. Sin duda alguna esta fue una de las cosas que más me impresionó, ya que me hizo reflexionar de una manera profunda respecto de mi vida

Cuando por fin me dieron entrada al templo, volví a sentir miedo, porque imaginé a un gran número de personas que juzgarían mi humanidad y temí que alguno de ellos estuviera en desacuerdo con mi ingreso. Sin embargo, cuando pase a las últimas pruebas no tuve miedo, me sentía segura porque sabía que los masones jamás atentarían contra mi integridad. Por el contrario, pensaba una y otra vez que lo mejor sería dejarme guiar, por que de ahí en adelante tendría que dejarme guiar para aprender a pisar firmemente el gran terreno que me falta por caminar.

Otra de las experiencias más importantes y agradables durante la ceremonia fue el instante en que tomé las manos de cada uno de mis ahora Hermanos, cuando aún no veía la luz. Por mi cuerpo recorrió una sensación inexplicable pero por demás extraordinaria, fue como si los sintiera fusionarse conmigo, entonces brotaron mis lagrimas de una manera involuntaria pero dejando en mí una gran sensación.

Finalmente por fin ví la luz y con ello a cada uno de mis Hermanos. Supe que hay mucho que aprender y espero que la vida me dé esa oportunidad...

Después de esto tengo muchas dudas, pero sé que tendré que aprender a tener paciencia para adquirir el conocimiento y las bases para tallar la piedra en bruto que soy.

Verónica Z. Fragoso O.




“Un Día Más...”

En un principio todo fue expectativa. El hormigueo en el cuerpo, consecuencia obligada de estos momentos exaltaba todos mis sentidos a la vez, incomodidad que se vio aumentada al encontrarme vendado, privado de la visibilidad.

Fui conducido a lo largo de un pasillo interminable, tomado del brazo por una mano firme, desconocida, pero al mismo tiempo inspiradora de una gran confianza. Fui depositado en una amplia antesala y ahí esperé; esperó mi cuerpo y esperó mi alma. Un millón de ideas revoloteaban en mi mente; comencé a sentir un vacío profundo en el estómago, que fue apropiándose de mí lentamente, extendiéndose poco a poco del centro a la periferia. Ya no cabía la menor duda: estaba a punto de desvanecerme. Lo último que pude apreciar de mi existencia fue un ligero suspiro; después, todo se convirtió en silencio.

Pasó un rato, no sé si breve o largo, la noción del tiempo había escapado de mí para entonces, hasta que recobre la conciencia y con gran sorpresa pude percatarme de que estaba flotando en el espacio.

A lo lejos, pude apreciar la entrada de un túnel a la cual me fui acercando muy despacio. Lo extraño es que no había hecho el menor intento por moverme y sin embargo seguía avanzando hacia lo que parecía ser un pozo sin fondo. Pronto me di cuenta de que estaba a punto de ser absorbido, de que iba a ser virtualmente tragado por una extraña fuerza proveniente de lo más remoto de esa eterna profundidad.

Al acercarme hasta el umbral, distinguí un frontispicio formado por dos altas columnas de las cuales pendía un pronunciado arco, en cuya piedra de toque, colmada de infinidad de signos indescifrables, podía leerse una inscripción que textualmente decía:

“Esta es la Única vía para conocer el misterio del tiempo
es fácil entrar, no es fácil salir"

Traspasé la entrada y al instante mi velocidad de desplazamiento fue aumentando uniformemente, cada vez más rápido a medida de que avanzaba, al grado de volverse insoportable. Dentro del vértigo en el que me encontrada sumido, aprecié a gran distancia una puerta; y un segundo más tarde la tuve frente a mí. Ante la inminencia del choque, en un acto reflejo cerré los ojos. En ese mismo momento, la velocidad a la que viajaba cesó absolutamente, sin espaviento alguno; no obstante, la aceleración de mi ritmo cardiaco persistía. Mantuve cerrados los ojos por un breve lapso y al abrirlos me di cuenta que había sucedido algo que siempre consideré como imposible:

¡Había trascendido la barrera del Tiempo!

En efecto era yo, estaba absolutamente seguro de ser el mismo pero llevaba un atuendo que solo había visto en ciertas pinturas antiguas; incluso en el ambiente se percibían aires de otras épocas. Dirigí la vista a mí derredor y descubrí que se trataba de un calabozo frío, húmedo y oscuro; aunque al mismo tiempo sentía que ya había estado había estado ahí en alguna ocasión, tal vez en un sueño, tal vez en otro tiempo...

Tiempo!?

...Recordé inmediatamente la inscripción de la entrada y el miedo comenzó a invadirme. Ahora lo entendía perfectamente: yo no era el único que había estado ahí, otros ya se habían hospedado en ese sitio con anterioridad y por supuesto que habrían corrido la misma suerte que yo tendría en breve, pues pude darme cuenta de que estaba condenado a muerte; pero, ¿por qué? No consideraba haber hecho nada que lo mereciera; pensaba en muchas posibles causas; quizá dije algo que no debí haber dicho; quizá hice algo que no debí de hacer.

El sepulcral silencio me tenía a un paso de volverme loco; el miedo que me poseía se convirtió de súbito en terror. Sentí que alguien me observaba a mis espaldas; giré y miré el “replay” de la escena ya sucedida en mi presentimiento. Era mi verdugo, amigo encapuchado que ya sabía la manera por la cuál podría deshacerme fácil y rápido de mi triste situación. En su mirada, única cosa que pude apreciar de sus facciones, note una sonrisa. Acto seguido volteo hacia la puerta, está se abrió y semejando la boca de una aspiradora salí del cuarto absorbido por una fuerza extraordinaria. Me encontré de nueva cuenta en el túnel.

Estaba otra vez en el túnel pero a diferencia de la ocasión anterior, la velocidad era constante e intensa, pero sin fricción, casi estática. Al poco rato, de mis flancos aparecieron volando en formación dos guerreros ataviados a la usanza medieval y tomándome cada uno de un brazo emprendimos el descenso.

La velocidad fue disminuyendo hasta tocar tierra; caminamos un largo trecho hasta que puede divisar entre la oscuridad de la noche una construcción que parecía ser algo así como un castillo. Mediante una señal, uno de ellos hizo bajar el puente levadizo de la entrada. Una vez en el interior, fui conducido por infinidad de laberínticos pasadizos; no sabía hacia dónde me llevaban ni cual sería el destino último de la travesía. Por fin nos detuvimos frente a una puerta inmensa; tocaron a ella ordenándome después cerrar los ojos; así lo hice y entramos a aquel lugar.

Sentí que miles de ojos me observaban, que el lugar era de dimensiones extraordinarias, que se encontraba muy iluminado, que me era desconocido por completo. El eco de varias voces resonaba en mis oídos; me hablaban, me preguntaban y también en secreto respondían a preguntas que desde siempre me había formulado. Voces que venían de oriente y occidente, del sur y del norte, de toda la rosa de los vientos, de toda la rosa de los tiempos…

¡Tiempos!?

Recordé de nuevo la inscripción y entonces un ruido extremadamente ensordecedor me hizo abrir los ojos. Todo había terminado y todo había comenzado. Me sentía de nuevo entre amigos, en Familia.

Una nueva flecha había sido lanzada al sol de un nuevo día.

Percival






Qúe pesado iniciar, con un saco de nervios en mi espalada, mi sistema enc´drino fue generoso en la producción de adrenalina, los sentidos jamás tan en alerta

me observo sentada, vestida de blanco, que excepción, firmo con alegría mi solicitud, detecto amabilidad camaradería, cordialidad, buenos augurios de parte de personas amables que desués serían mis queridos hermanos

De pronto, un encapuchado pide mis pertenencias. Sin comprender, aún motivada por el espanto, se las doy

Me dice que tapará mis ojos, ya no veo absolutamente nada, empieza mi vía crucis, según yo... en esos momentos estoy sola, me esío por dentro, tengo la oportunidad

Camino con cierta firmeza, pero siempre dulce me conducen. El corazón no obedece, las lágrimas ahogan mi pecho.

Me hacen dar vueltas, subo, bajo, una voz amable me dice que me siente, no veo aún, me quita la venda, ¡Qué paz!

Tengo que hacer mi testamento y pienso: ¿Qué tengo para heredar? y me doy cuenta que pude haber dado más, pero que aún tengo tiempo. Sentí consuelo por poder al fin ver mi muerte, mi cuerpo.

Leí algunas verdades, reflexiones sobre la misma, me dio pena tanta cobardía y ese ambiente de paz me cambió de inmediato el estado de ánimo. Comprendí que los resucitados deben tener otro modus operandi.

Me llené de confianza, un extraño valor me invadió y toque tres veces, aunque confieso que necesitaba tanto tiempo a solas para meditar.

Salí, no importó un camino a ciegas, más pena da la ceguera del alma, seguía el camino trazado para llegar al bien prometido. Entonces vi un túnel de luz naranja, yo al principio de el, queriendo entrar; alguien al final, de pie, esperándome solo en silueta.

Oigo ruidos, rechinar de puertas, con un lazo al cuello mal vestida, sin calzado en un pie, el brazo descubierto... ¿asi se sentirán los mendigos, tan desamparados?

Oigo golpes, gritos, me asusto de nuevo, llevo mi san benito. Espero sentencia y recuerdo otras en mi vida, no quiero ser cordero, entro en rebeldía. Un pico en mi garganta, espadas preguntan mi intención... Alguien me guía, un Virgilio conduce mis pasos, es amable, le doy gracias en silencio, comprendo que solos nada somos.

Me hacen preguntas, tengo oportunidad de demostrar cierta firmeza, oigo campalas preguntándome si estoy en la edad media, siento alientos cercanos, presencias, quiero ver a Papá, rezo, le llamo, pido a Dios por mí, ¿por qué tanto cuestionamiento? Solo quiero ser Francmasona, aunque entiendo que nada es fácil, todo cuesta, y sigo....

Pensé en mis vicios, mi carácter, quise decir perdón, que terrible, no puedo gritar!, sigo ahogada otra vez, es verdad, me sentí como un reo al cadalso, necesito esta purificación, este chance que me da la vida, estoy de motu proprio, con la promesa de ser mejor.

Me piden que no me arrodille, solo ante Dios; que no firme, que tenga prudencia, virtudes, honor, cuestionan mi inteligencia, ¡Dios mío, un examen!, ahora estoy bloqueada, matemática?, sociología?, ética? ojala sea zoología.... Que alivio! nada de eso fue, ¿Qué le debo a Dios? ¿Qué a la Humanidad? ¿Qué a mi misma? Resumiendo y acorde a mi conciencia respondí.

Ofrecer mi corazón, mi vida, mi sangre, Qué miedo! ofrezco el brazo, no pasa nada... pienso en una jeringa y con tanta espada... me da risa y alivio, no hay sangría, pero tienen mi corazón.

Preguntan si es lo que busco, y grito ¡Sí, Señora! y pienso: no verán mi agonía?

Siento los la venda empapada pero tengo la firmeza que llegará, aunque me griten, me regañen, me asusten, me quemen, llegaré...

Sigo viendo la luz naranja, la silueta en espera, siento que e tocan, me hablan quedamente... ¿son los muertos o ellos? Los oigo, van y vienen, me siento una vez más, me suelta mi guía, no o necesito, me parece. Me llaman por mi nombre, me gusta, hay familiaridad. Quiero aprender, me falta tanto...

Tengo mareo, náuseas, pero sigo, hago una promesa al libro de la ley, veo el Ara en mis sueños, me gusta, siempre quise tocarla...

Tomo un líquido dulce, un pequeño trago...¿las mieles de la vida? son breves...

Bedo otro amargo, un gran trago este sí, pienso en el cáliz, Dios mío cuando tenías sed.... la maldad humana. Lo paso sin chistar, quiero hermanarme en su dolor de siempre por nosotros.

Otro trago, agua, me queda el sabor amargo como mis sufrimientos, se va quitando como todo en la vida... se aclara la mente...

Me gusta la explicación, cada paso es interesante, se comprenden cosas, pero faltan otras, pienso en la piedra bruta. Siento valor, habla de que todo está dispuesto, imploro a Dios (todavía más?)

Vueltas, escalones, tropiezos, toco puertas, se tardan pero abrirán, estoy segura.. Siento personas junto a mí, casi me tocan, los oigo respirar... ¿serán mis padres? sé que están aquí...

Se ordena sumergirme en el Mar de Bonce,qué será? no sé nadar... mi mano sumergida... ¿qué significado le doy? alguien me seca con dulzura. Espadas... sigo tocando, no puedo entrar, insiste mi guía... "es libre y de buenas costumbres..." No puedo hablar... traigo buenas intenciones, me explican, me gusta el significado, mi cuerpo está caliente... ¿Dónde estás Papá?... Hablan de fuego, pienso: "ahora si me quemarán, pero me aguanto y más...

Tengo rebledía... ¿no quieren que llegue? pues llegaré, una gran guerra, me enfrento con demonios, con los muertos a caballo, brinco obstáculos ¡acá voy!

Ciega, coja, inútil físicamente, pero en lucha mental. Se queman mis pecados, las almas se liberan, sigue la luz, que me quemen, el cuerpo estorba, es solo un medio para llegar, camino más de prisa, mis pies tienen alas. Tropiezo y pienso: ¿quién no en esta vida?

Santada siento el sueve guante del Virgilio, me dicen: "Estás purificada..."; "... amor a tus semejantes..." pienso con terror -ahora sí, no físico sino moral es cuando empieza la prueba, el valor, la lucha de vencerse a sí misma, me asusta el gran compromiso... ¿de qué valor están hablando?...-.

En el juramento veo mi cabeza caer y mi lengua sangrar y pienso -Nada de ofensas!-

Firmo el juramento, todavía no me conocen y les digo -¿No confían en mi palabra?-. Nadie responde, es menester firmar como todos, nadie confía, ni ellos, analizo su prudencia, pero observo contrariedad.

Estoy cansada, me llevan a algún lugar, me arreglan mis ropas, estoy aturdida. No recuerdo qué pasó primero, con exactitud los tiempos, pero aunque salteado, si recuerdo los hechos.

Piden Luz para mí, más luz..., me quitan la venda, tiemblo de emoción...

Dios bendito! esa luz naranja, ese túnel, era la persona que siempre ví en silueta, al fondo del templo, las espadas, los hermanos, las velas, con luces naranja, los atuendos, las columnas y yo ante ellos. Pensé en la bendicioón de mis padres, en que todos eran una persona, El camino deseado hacia esa realidad, me reí, no aguantaba mi pecho, vuelvo a jurar, la Venerable con su espada, siento que me da el pase. Es todo tan hermoso, creo estar en el cielo, observo las columnas, las estrellas, al fin pertenezco a esa cadena que me dará libertad, igualdad, fraternidad...

Me conducen y subo jutno al trono en Oriente, tres escalones llaman mi atención...

La prueba, el pagaré..., he firmado y oigo: "Leed de cuánto es la deuda!" veo $500,000 y pienso, les fallé, me avergüenzo.. Dios mio, qué venderé? me pasa por la mente un afán de conducirme correctamente, sin lugar a dudas, siempre hay fallas. Espero el castigo, alguien aboga por mí, no estoy sola. Pienso en que debe siempre concederse una segunda oportunidad, veo que hay arreglos para evitar la impiedad, reflexiono, me explican, lo entiendo, lo cuestiono, tienen razón.

Ahora por tal motivo debo pedir perdón de rodillas, reflexiono y me confunden, explico al fin: NO lo haré, ustedes me piden hacerlo, solo ante dios...

me aplauden, ya no puedo más, al fin contentos me halagan y pienso ya me conocerán más.

Veo un mandil blanco, unos guantes, son para mí... Te los ganaste! por ahora al fin tengo puestas tales preseas. Me explican su significado y siento un gran compromiso, no quiero mancharlos, y me asusto: -Ya soy francmasona!, mi pecho lo grita....

Voy a recibir algunas órdenes, y yo francamente a estas alturas me dicen tres y toco cuatro, noto comprensión, estoy alterada, no coordino, ya tendré la obligación de estudiar...

Todos mis hermoanos dicen que me reconocen como tal, veo alegría, júbilo, felicidad en mí, en todos, pienso ahora soy lo que siempre he querido ser, pues sé por mí, que existe la masonería de corazón.

Recibo hermosas palabras de bienvenida, cálidas miradas, dulces sonrisas, el compromiso de ayudarme si lo quiero así. La amistad sin condicion, la Luz...

El brillo como fuego, la emoción de unos ojos amorosos que me comprendieron siempre...

comparto el ágape, hermandad, fruto de mi dedicación...

Todo vuelve en calma, no tengo fuerza momentaneamente, pero esa convivencia me dará enpuje para seguir en el compromiso de cambiar, de ser mejor, de ver la Luz, de poder ver y saber de dónde vengo, para qué estpy y hacia dónde voy...

Neli D. Menéndez




Está antes de todo la reflexión que lleva un profano a acudir a los Masones que conoce y pedirles que estudien su candidatura. Los días pasan, la reflexión toma los varios caminos de la vida y un día te dicen “Este sábado”.

Llegas con toda tu vida, tus recuerdos y tus pensamientos y te quitan todo de una vez con una venda en los ojos.

Oscuridad e impotencia son las primeras impresiones.

Unas manos te guían en la oscuridad, no puedes hacer nada solo, tienes frío. Miedo, no, porque está la mano ahí, en tus brazos, en tus hombros y sabes que no corres ningún peligro. El cuerpo te empieza a doler por las posiciones raras que tienes que tomar, quieres sentarte, quieres ver lo que pasa alrededor, quieres hablar para preguntarles el por qué.

Pero poco a poco, el cuerpo toma un lugar secundario y la mente, hasta ahora llena de las preocupaciones del día o de reflexiones sin importancia, se vacía, el cuerpo tambalea y la mente se hace igual a lo que ven tus ojos, la oscuridad. Quieres aprovechar estos momentos de soledad y de paz para pensar pero la reflexión se hace difícil, algunas palabras te vienen a la mente, por qué estás aquí, libertad, igualdad, fraternidad, te confortan, porque aunque sepas que no las aplicas siempre bien en tu vida diaria, sabes que son los pilares de esta vida y que quieres hacer que ellas se extiendan en tu vida pero también en la vida del mundo. Piensas confusamente que tu presencia aquí es un paso hacia adelante , hacia una mejora de las cosas, pero todo se hace borroso. Quisieras ir más adelante en estas reflexiones, pero tienes dificultad para concentrarte.

Las manos que te guiaban te llevan de un sitio a otro. Tu única mano libre toca madera, toca la piedra fría del muro, toca el cuero, te han quitado un zapato y cojeas en la oscuridad. El tiempo ya no es un dato confiable, pueden ser cinco minutos, pueden ser horas, no lo sabes.

Te llevan a un cuarto, te quitan la venda en los ojos, en la mesa, hay sal, pan, agua, un cráneo y un espejo. Te piden escribir cuales son tus deberes hacia la sociedad, tu familia y ti mismo. La reflexión se hace más fácil, las palabras vienen debajo de la pluma. Has vaciado tu espíritu hace unos instantes, has empezado a reflexionar y ahora la reflexión se puede plasmar con estas preguntas. Te piden escribir tu testamento... ¿es que vas a morir? pues si ya has muerto en este silencio, con este vacío que te ha llenado, cuerpo y mente!. Ya puede empezar una nueva vida con estos principios que escribes ahora con la calavera como unico testigo.

Al fin, te dejan sentarte, sientes que hay mucha gente en la sala, imaginas que son muy numerosos, y tu estás aquí, sin verles, sin conocerles, te preguntan cosas importantes, pero tu boca esta seca, tus ideas todavía aturdidas y por reflejo tienes miedo a hablar delante de esta gente que no ves y que te son extrañas. Rápidamente entiendes que lo importante no es dar la respuesta exacta, sino hablar libremente. Entiendes que no te van a juzgar, y esto es un alivio, porque en la vida antes, todas tus palabras son juzgadas por los demás. Aquí, sientes que estas para aprender, que eres un profano todavía y que ellos parece que ya te han aceptado en su hermandad y que te van a enseñar. Así que no temes hablas para expresar lo que sientes y esperas a lo que dicen ellos para avanzar en tu oscuridad.

Emprendes unos viajes llenos de peligro, donde el frío alterna al calor, parece que te vas a caer, que te vas a quemar, pero la mano esta ahí que te apoya y te protege. Siempre, tocan a la puerta y alguien pide que te dejen entrar, porque eres un profano y no puedes estar realmente con ellos. Después de cada viaje te sientas y te vuelven a hacer preguntas sobre lo que has sentido. Es difícil, has sentido el miedo, el frío, el fuego, pero siempre alguien te ha ayudado y nunca te han dejado afuera o a solas.

Siguen hablando, sientes que se acerca el momento de la verdad, de la luz... y cuando por fin llega, es como una iluminación, estás asombrada por la decoración, la gente, la emoción de las palabras que estás diciendo, las que escuchas, el juramento que prestas. Intentas fijarte en cada uno de los detalles pero no puedes, eres llevada por la alegría, el reconocimiento hacia tus nuevos hermanos que te han dejado entrar. Sabes que solo es el principio y que eres un niño recién nacido que sale a la luz para vivir una nueva, una mejor vida.

Cuando tus nuevos hermanos te abrazan, al finalizar la ceremonia, estas feliz, pero todavía estas en otro mundo de fuego y agua helada. Es difícil hablar, no sabes como comportarte, te has equivocado ya y te lo han dicho con mucho amor, pero estas con todas estas imágenes de ruidos y de furor y buscas la paz. Quizás el momento de emoción real viene después, en la soledad unos días después, cuando ya has pensado varias veces en lo que ha pasado, cuando has reflexionado y has vuelto a ver en tu mente cada uno de estos momentos, a recordar sensaciones y palabras, movimientos y ruidos. Ya entiendes el paso que has dado, este paso que has reflexionado mucho antes, que sabías que querías hacer pero que quizás no llegabas a explicar siempre con mucha claridad. Ya te das cuenta de pertenecer a una fraternidad muy grande, a una sociedad mejor, a un todo que existe desde hace siglos. La emoción y la felicidad vienen en este momento.

Hoy, la reflexión ha sido mezclada con la vida profana, con unos momentos de alegría y de pesar. Estoy aquí y tengo ganas de abrazar de nuevo a mis nuevos hermanos que me han acogido en su seno, que me han abierto la puerta a pesar de mis vicios y de mi ignorancia. Les quiero abrazar de nuevo para darles las gracias por haberme invitado, quiero ya ponerme a trabajar, no sé como....

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